Festival de Lima 2008: La mujer sin cabeza (2008)


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Las apreciaciones negativas de Óscar y Juan José sobre la nueva cinta de la Martel, me obligan a escribir algunas líneas sobre una de las cintas que más me ha gustado del Festival. Que una película nos procure posiciones diversas, alimente la polémica y nos embarque hacia la conversación es más que bienvenido. Y en este Festival de Lima 2008 tenemos varias de estas: la que anima este post, Liverpool, Lake Tahoe, Tony Manero, Tropa de Elite, y también, la peruana Dioses. Un punto a favor del festival.

Pero hablemos (en defensa) de La mujer sin cabeza. Una vez más, la directora Lucrecia Martel es fiel a su estética, dramaturgia y temáticas femeninas, y nos entrega en su tercera cinta la historia de Verónica, una mujer madura, que conduciendo su auto choca con algo en la carretera; algo que no se detiene a ver y de lo que termina huyendo. Ese algo, sin describir, es capital, pues como mucho del relato se dejará sentir, intuir, pero siempre se quedará fuera del encuadre, en off.

La Martel decide mostrarnos los síntomas, pero no diagnosticar la enfermedad. Es por eso que vemos a Verónica (María Onetto) sumirse en una crisis nerviosa, y la seguimos en una descripción detallada de este proceso y su subsecuente recuperación. Y esto toma tiempo, un tiempo que parece muerto y desperdiciado; en el que tampoco se nos explican razones. Nosotros debemos tomar las notas para sacar nuestra propia conclusión. No sabemos si la crisis es consecuencia, solamente del choque, o de otras circunstancias de la vida de Verónica, no sabemos si el encuentro con su amante es un hecho regular o un evento único, o de los vericuetos de sus relaciones familiares. Sólo vemos la superficie, el cuerpo y el rostro ido de Verónica; el resto, el fondo, el pozo nos está vedado, como la piscina de La ciénaga.

Además de este retrato femenino, que se complementa con los de otras mujeres de este fresco, principalmente con Candita (Inés Efrón), la sobrina de escarceos lésbicos y hepatitis contagiosa; tenemos un retrato social, el de una clase acomodada decadente y ensimismada, casi endogámica, quizá por ello el trazo lesbico, de cerrazón sobre el género. En Dioses, ese mismo blindaje contra el exterior, lo vemos en el incesto de los hermanos. Las relaciones con el servicio doméstico están apenas apuntados, trazados; el mundo de los niños del vivero, o del limpiacarros es completamente distante del de la mujer protagonista.

Para este retrato, la Martel prefiere andar por los bordes del encuadre, con esas imágenes incomodas muy suyas, y por los bordes, también, de la narración. Cuando se «aclara» el misterio del choque, no se habla del asunto, lo resuelven (los varones) en un mutismo extraño, que la propia Verónica conoce a través de la sospecha y el cuchicheo, y que por último, olvida, en ese excelente plano final, suerte de resumen, que bien cierra el filme, tras la mampara, en donde toda esta clase está (o se siente) protegida.

La mujer sin cabeza, es un caso donde el estilo y la anécdota cantada van de la mano, evitan la mirada directa y se van por las ramas tomándose su tiempo. No se trata de articular algo novedoso, que la denuncia de indiferencia entre clases sociales no lo es; sino de la forma cómo se maneja el discurso. Ahí, esta el valor de esta cinta.

Seguiremos conversando de esta cinta en Cinencuentro, con la seguridad que nadie perderá la cabeza en el camino.


3 respuestas

  1. […] si el objetivo es mostrar los síntomas y evitar el diagnóstico, pues eso también da para un corto. Además, hablamos en esencia de un sólo personaje y de una […]

  2. […] Martel, lean la interesante polémica que se ha desatado en el blog, ¡cuatro críticas! (1, 2, 3 y 4). Sala roja del […]

  3. […] Antolín, creo que La mujer sin cabeza es una película sobresaliente y que no merece ser maltratada. […]

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