Festival de Lima 2008: Tropa de elite (2007)


tropa-de-elite3Dir. José Padilha | 115 min. | Brasil

Intérpretes: Wagner Moura (Capitán Nascimento), Caio Junqueira (Neto), André Ramiro (André Matias), Maria Ribeiro (Rosane), Fernanda Machado (Maria), Fernanda de Freitas (Roberta), Paulo Vilela (Edu), Milhem Cortaz (Capitán Fábio), Marcelo Valle (Capitán Oliveira), Fábio Lago (Claudio Mendes de Lima «Baiano»).

Tropa de Elite es una película donde convergen algunos de los problemas más urgentes que la sociedad de Río de Janeiro enfrenta a diario, como lo son la corrupción, el tráfico de drogas, la violencia y el racismo. Los miembros de este batallón ultra violento y rigurosamente entrenado en el exterminio de traficantes, posee además mayor jerarquía que la policía común brasilera. Valga explicar que cuando digo policía común de Río debemos visualizar una camioneta por la que apuntan los cañones con al menos 2 fusiles, uno hacia la izquierda y otro hacia la derecha, inclusive en los barrios más turísticos.

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El primer largometraje de ficción del director brasilero, José Padilha quien antes había dirigido el documental Onibus 174 le ha hecho ganar el Oso de Oro en el Festival de Berlín y algunos premios en el no menos importante Festival de Lima.

Tropa de Elite es una película donde convergen algunos de los problemas más urgentes que la sociedad de Río de Janeiro enfrenta a diario, como lo son la corrupción, el tráfico de drogas, la violencia y el racismo.

A diferencia de Ciudad de Dios, donde la acción se pasa del lado de los traficantes, aquí conocemos el drama del tráfico desde la perspectiva de los agentes policiales. Si aún no han visto esa película, visualicen una favela, el escenario de guerra, como uno de nuestros pueblos jóvenes con adolescentes portando armas de fuego, donde no es difícil encontrar a niños de 12 años que ya han matado policías.

Tropa de elite es el nombre de un batallón que surge ante la ineficacia y la corrupción de los propios policías, pues algunos de ellos se dedican a vender armas a los traficantes, además de permitirles continuar vendiendo drogas libremente.

Los miembros de este batallón ultra violento y rigurosamente entrenado en el exterminio de traficantes, posee además mayor jerarquía que la policía común brasilera. Valga explicar que cuando digo policía común de Río debemos visualizar una camioneta por la que apuntan los cañones con al menos 2 fusiles, uno hacia la izquierda y otro hacia la derecha, inclusive en los barrios más turísticos.

Vale la pena detenerse a comentar la escena en la que un aspirante a la tropa se enfrenta a una manifestación pacifista por la muerte de dos estudiantes universitarios asesinados por los traficantes. Considero que ésta es una escena reveladora del cine brasilero por mostrar como el negro se revela violentamente contra el blanco y por la fuerza y por el poder que le otorga el sistema policial consigue someterlo..En cierta forma podemos decir que esta es una catarsis colectiva para aquellos negros que viven en las favelas con el sueldo mínimo, con la peor educación del país y sin esperanzas de mejorar su «calidad de vida». Valga aclarar que no celebro la violencia per se, apenas considero importante que éstas manifestaciones transgresoras del sistema se muestren en el cine narrativo.

Igualmente el filme critica la hipocresía de la «clase media» carioca quienes contribuyen indirectamente con las muertes generadas por el trafico al comprar drogas. Estas muertes disminuirían si estos pituquitos brasileros dejasen de comprar marihuana y cocaina.

El ritmo acelerado de la edición y la cámara en la mano inestable, son recursos que contribuyen a sumergir al espectador en la diegesis. La influencia del lenguaje de las películas policiales americanas en una película basada en la realidad, nos hacen sospechar en la intención de los realizadores de vender la violenta realidad brasilera con fines comerciales.

Finalmente, podemos cuestionar el riesgo de consumir esta película de la misma forma en la que vemos cualquier películas de acción de Hollywood, comiendo pop corn y sintiéndonos seguros dentro de la sala de cine, sin considerar que las muertes brutales que vemos proyectadas en el écran son el pan de cada día en Río.


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