Gilberto Torres era uno de los exponentes más notorios del tipo actoral que abunda en otras cinematografías más desarrolladas, y que es toda una apuesta para un intérprete que se respete: el actor de carácter, versátil y camaleónico, que no encaja en ciertos perfiles que suelen protagonizar la mayoría de películas pero que se convierten en indispensables para aportar habilidad, solvencia y oficio a las propuestas de los directores en el plano interpretativo.
Para graficar mejor su potencial, creo que, de ser un actor argentino, no dudo de que hubiera alcanzado un espacio significativo en la movida generacional del cine de ese país que surgió hace una década y que todavía ofrece buenas obras. Dentro de esas coordenadas, logró un amplio registro, sobre todo asumiendo las vivencias de personajes campechanos, modestos, sencillos, apelando al naturalismo y la composición discreta, invisible pero eficaz. Fue policía, militar, vendedor, comerciante, chofer, delincuente, entre muchos otros roles, siempre dispuesto a trabajar con los cineastas recorridos y los realizadores que recién empiezan, incluso todavía estudiantes. Lamentablemente, acabamos de tomar conocimiento de su fallecimiento, víctima de una penosa enfermedad. Hoy, viernes 12, se realiza su sepelio en el cementerio Parque del Recuerdo. Lo vamos a extrañar.
Vean uno de los muchos cortos en los que participó, La madriguera, dirigido por su hijo David Torres Aranda.
En esta secuencia de La boca del lobo, Gilberto Torres hace del sargento Moncada:
Actualización [setiembre 2011]: Más vale tarde que nunca. El Festival «La Noche de los Cortos» le realiza un homenaje al buen Gilberto:
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