The Black Pimpernel
Dir. Ulf Hultberg y Åsa Faringer | 95 min. | Suecia – Finlandia – México – Dinamarca
Intérpretes: Michael Nyqvist (Harald Edelstam), Lumi Cavazos (Ana Contreras), Kate del Castillo (Consuelo Fuentes), Lisa Werlinder (Susanne), Carsten Norgaard (Winther), Daniel Giménez Cacho (Ricardo Fuentes), Patrick Bergin (Senator Davis)
Estreno en Chile: 19 de setiembre de 2008
Un rápido resumen de El clavel negro sería así. Michael Nyqvist interpreta al embajador de Suecia en Chile, Harald Edelstam, quien se convertiría en una suerte de Oskar Schindler al rescatar a muchos perseguidos políticos en la época del golpe militar de 1973. Y no sólo rescató y dio refugio a muchos perseguidos, sino que además salvó a la embajada de Cuba en Santiago cuando ésta fue atacada por las patrullas militares. Por muchas ganas que tengan por presentarnos a este valiente hombre, si no se cuenta con un guión bien escrito las ganas quedan en eso y todo el relato transita por la superficie y nunca profundiza en nada, cayendo además en lugares comunes y escenas lamentables, con una estética que varía del documental al video clip sin asco.
Un Schindler mal llevado
Hace un tiempo atrás, la señal de televisión católica de Chile produjo la serie televisiva Héroes, la cual constaba de 6 capítulos -hasta hoy sólo se han transmitido 5 y el sexto está aún en postproducción–, cada uno dedicado a un «héroe» patrio. A pesar de su muy pobre factura, actuaciones teatrales, guiones con hoyos lunares y falta de coherencia interna, la serie no desmerecía que los tipos – estos «héroes – hubieran realizado cosas aplaudibles e importantes y que su lugar en la historia era indiscutido. Lo anterior viene al caso debido al estreno de El clavel negro, producción sueca dirigida por la pareja Ulf Hultberg y Åsa Faringer, y rodada en suelo chileno. Su link con la serie Héroes, es que este largometraje tiene los mismos errores que la serie de televisión en cuanto a actuaciones, guión y nivel de producción, y su factura está un poco más arriba (muy poco) que el de un telefilme de Hallmark, y todo lo anterior no desmerece el trabajo real del héroe de la historia.
Un rápido resumen de El clavel negro sería así. Michael Nyqvist interpreta al embajador de Suecia en Chile, Harald Edelstam, quien se convertiría en una suerte de Oskar Schindler al rescatar a muchos perseguidos políticos en la época del golpe militar de 1973. Y no sólo rescató y dio refugio a muchos perseguidos, sino que además salvó a la embajada de Cuba en Santiago cuando ésta fue atacada por las patrullas militares. Cansados de él, la junta militar de le época lo expulsó del país. Como premisa, la historia de Harald Edelstam resulta prometedora y sorprendente, pero de sorprendentes y buenas premisas está llena la historia del cine, no así de películas que le hagan justicia.
Con hoyos en el guión del porte del Shoemaker-Levy, el filme nos relata pobremente la vida y obra de este hombre, que arriesgó el cuello y se salió de todo protocolo internacional al hacer lo que estuviera a su alcance para salvar la vida de personas víctimas de la persecución política de la época. Encomiable labor. El resultado en pantalla es frío, como nunca debió serlo en realidad la labor de este hombre. Y no sólo frío, también torpe en su ejecución. Nunca accedemos al interior de este hombre, nunca entendemos su motivación en nada –sé que se dirá que para salvar a alguien no se requiere motivación, pero en las historias sí que se requieren-, nunca se nos cuenta quién es él en verdad o cómo vive en Chile. Tampoco tenemos acceso a la embajada cuando está atiborrada de gente, no sabemos cómo se vive ahí. No entendemos quiénes son estos guerrilleros amigos de Harald ni el motivo de que la guerrillera Consuelo Flores, quien está siendo perseguida y se esconde en poblaciones marginales, esté siempre peinada, pintada y recién salida de la ducha. (Ey! Otro link con Héroes, no importaba cuando tiempo cabalgaran, se ocultaran y pasaran Los Andes desde y hacia Argentina, cuando aparecían no estaban ni transpirados).
Por muchas ganas que tengan por presentarnos a este valiente hombre, si no se cuenta con un guión bien escrito las ganas quedan en eso y todo el relato transita por la superficie y nunca profundiza en nada, cayendo además en lugares comunes y escenas lamentables, con una estética que varía del documental al video clip sin asco. Nunca antes los pasillos del Estadio Nacional –que sirvió de cárcel luego del golpe– han parecido más una obra de Mark Romaneck, con luces amarillas fosforescentes que nada tienen que ver con la restante estética del filme. Si a esto le sumamos la pobreza de producción que se deja ver en algunas escenas, con efectos 3D poco motivados y aire de video juego, el resultado del pastel es más bien bajo. Diría que incluso subterráneo.
Por un lado más chileno y que sin duda no distraerá en otros países, resulta triste, incómodo y distanciador ver a conocidos actores nacionales entregando sus líneas en inglés, cuando muchos de ellos ya tienen problemas para hacerlo en español. El personaje de Cristián Campos resulta una maqueta, pobre y a ratos ridícula, con su militar malo hasta el tuétano, que es capaz de pasar a llevar toda ley en busca de su objetivo. Sí, también se dirá que los militares eran malos y hacían eso, pero por favor, seguro que hasta el Papa ha tenido problemas estomacales y se ha manchado la sotana en el apuro. El personaje de Campos no posee matiz alguno y resulta caricaturesco. Por muy malos que hayan sido estos tipos, existen matices y esto es un hecho aunque no queramos creerlo. Como el ejemplo del Papa, que seguro ha ocurrido. Tampoco resulta muy creíble que en Chile se hicieran el tipo de fiestas en La Moneda que se nos presentan y en donde los invitados bailaban Vals cual Palacio de Versalles, mirada romántica de la vida de la época. Romántica y diría que carente de rigor histórico, como también lo es el trabajo de sonido, con el ruido de aviones pasando de manera constante sobre los cielos de Santiago en el momento del golpe. Al parecer nadie les dijo que los aviones hicieron sólo 3 pasadas ese día y no se produjo aquel desfile aereo que nos tratan de vender.
Al final, una película que podría funcionar como telefilm de madrugada y que no aporta nada a la historia del cine, como tampoco a enaltecer la figura de Harald Edelstam. Una película torpe pero con buenas intenciones, cosa que se han encargado de recalcar en algunas críticas/reseñas nacionales. Pero de qué sirven las buenas intenciones en todo esto, no estamos en el Hogar de Cristo o Coaniquem, por favor no jodan. En este filme lo que hay es falta de talento, rigor y de una visión clara en lo que se quiere contar y desde qué punto de vista se quiere hacer. El relato se queda con las ganas de crear un héroe sueco à la Schindler y de contar una historia como dios manda.
Como anexo, no deja de sorprender todo el apoyo dado por el gobierno nacional, facilitando el palacio de La Moneda, cierre de calles a destajos y apoyo humano y logístico. ¿Leyeron el guión antes? Con este resultado, ¿seguirán haciéndo estas ayudas en el futuro? ¿Se habrán dado cuenta que el resultado es, lo menos, malo? Por último si hubiera sido Costa-Gravas que viene a hacer una de sus películas/denuncias, pero esta pareja sueca con un guión lamentable… Dónde está el criterio? Tema aparte sería que el apoyo que le dan a los extranjeros, se lo entregaran a todos los del cine nacional, que cuando quieren cerrar una calle, el NO! se escucha hasta en Brasil. Pero bueno, ya lo dice la canción nacional «verás como quieren en Chile al amigo cuando es extranjero».
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