Dir. Rocío Lladó | 100 min. | Perú
Intérpretes: Oscar López Arias (Felipe), Jimena Lindo (Bertha), Renzo Schuller (Sixto), Fernando Vásquez (Teodoro), Edgar Núñez (alcalde), Rocío Lladó (fiscal), Yiliana Chong, Hernán Romero, Mónica Rossi, Gonzalo Molina, Julián Legaspi, Martín Abrisqueta, Ismael Contreras.
Estreno en el Perú: 25 de setiembre de 2008
Vidas paralelas es una película uniformada. Está poblada de personajes del Ejército y de Sendero, pero el protagonista es un militar valiente, noble, sacrificado, que no abusa del enemigo vencido y respeta a la población, un perfil que de hecho tuvo quienes lo cumplieron en la vida real, pero que nunca encuentra un contrapeso argumental en sus colegas de actitudes discriminatorias e instintos criminales. Es decir, el filme propone, por deducción, que el Ejército, y la actuación general de las Fuerzas Armadas y el Estado en la lucha contrasubversiva, se encarnan en ese oficial, que además experimenta en su adolescencia el dolor de perder a su padre en un ataque senderista al pueblo serrano donde vivían, y en su madurez la ingratitud de ser enjuiciado y condenado por una confusa desaparición. Se ignoran secuestros, matanzas, operaciones extrajudiciales, amnistías, y toda la gama de violaciones de los derechos humanos que muchas veces puso al Estado al nivel de su supuesta antípoda.
Vidas paralelas inaugura una serie de cinco estrenos consecutivos que el cine peruano tendrá en el último trimestre del presente año, a razón de dos por mes, un promedio inusual que, si fuera constante, sería el mínimo que necesita una cinematografía para desarrollarse, adquiriendo oficio, construyendo diversos públicos y haciendo menos esporádica la relación con los exhibidores. Es la única manera de ganar algo más de espacio en la cartelera que copan las distribuidoras majors. Invitamos a nuestros lectores a que las vean apenas empiecen sus proyecciones, porque de eso dependerá su permanencia en las salas y el impacto general de este nutrido paquete. Desde aquí les deseamos los mayores éxitos a los productores del quinteto de cintas, independientemente de su calidad, pero por supuesto el apoyo no significa que dejemos de juzgarla. Y subrayamos que la opera prima de Rocío Lladó, aunque deja mucho que desear, debe verse, con un motivo adicional al hecho de ser un filme nacional: a partir de una posición institucional muy clara y que se conecta con un nítido segmento social, motiva el debate de una problemática fundamental para el progreso de la sociedad peruana, con miras a ser más justa y de mejor convivencia. Pese a los insalvables defectos formales y conceptuales, pocas veces ha quedado tan bien expuesto, en un producto icónico como es el cine, que permanece y perdura en el tiempo, el pensamiento de los sectores más conservadores y autoritarios del Perú, su visión de país y cómo asumen su rol.
Vidas paralelas es una película uniformada. Está poblada de personajes del Ejército y de Sendero, pero el protagonista es un militar valiente, noble, sacrificado, que no abusa del enemigo vencido y respeta a la población, un perfil que de hecho tuvo quienes lo cumplieron en la vida real, pero que nunca encuentra un contrapeso argumental en sus colegas de actitudes discriminatorias e instintos criminales. Es decir, el filme propone, por deducción, que el Ejército, y la actuación general de las Fuerzas Armadas y el Estado en la lucha contrasubversiva, se encarnan en ese oficial, que además experimenta en su adolescencia el dolor de perder a su padre en un ataque senderista al pueblo serrano donde vivían, y en su madurez la ingratitud de ser enjuiciado y condenado por una confusa desaparición. Se ignoran secuestros, matanzas, operaciones extrajudiciales, amnistías, y toda la gama de violaciones de los derechos humanos que muchas veces puso al Estado al nivel de su supuesta antípoda.
El prólogo acontece en el distrito ayacuchano de Villa Canaria, área atacada por Sendero, y determina lo que serán las vidas de un par de amigos de ahí en adelante, separadas por la tragedia, la distancia y la incertidumbre o el engaño de lo que le ocurrió al otro. Aunque sin la fluidez deseada, la secuencia sirve mal que bien de base argumental, como pórtico del infierno, episodio de shock y separación e inicio de las trayectorias paralelas del título. Se abrevia con cierto tino y algunos toques hábiles de edición el periodo postrauma de ambos, y vemos a Felipe (Oscar López Arias) abrazando la carrera de su protector, el oficial que repelió dicha emboscada sin poder evitar las pérdidas humanas. Entonces, va asomando un personaje medianamente solvente, con personalidad y motivación claras, y el derrotero más o menos previsible de militar que avanza en su carrera y ser humano que lentamente procesa su profunda herida. Se supone que en ese camino se volverá a encontrar con su antiguo amigo Sixto y ahí la película ganará dramatismo y contraste. Por breve tiempo, Felipe es el conductor narrativo y punto de encuentro entre el discurso y su público.
Desgraciadamente, esa predictibilidad se arruina cuando la película quiere jugar a Departed de Scorsese y al triángulo de cama, y comienza a forzar las situaciones de acercamientos y simulacros. En primer lugar, es habitual que en un conflicto haya mutuas infiltraciones, pero es poco verosímil que un oficial calificado, en plena guerra, no se dé cuenta de que la chica que, sin referencia alguna, trata de vincularse con él, es una importante senderista -integrante del entorno de Teodoro, el ambiguo «ideólogo» terrorista-, «camarada Bertha», que además ha tenido intimidad con Sixto y parece divertirse con la dual figura. Si como premisa no es muy creíble, las imágenes refuerzan su falta de sustento. Todo es apresurado y superficial, y de pronto el militar está en manos de la subversiva, de la cual la directora nos brinda imágenes no sabemos si para explotar la belleza de Jimena Lindo o para presentar su personaje como un demonio que atrae y atrapa fácilmente. El modo como Felipe sabe la verdad es cómico: unos tipos que se hacen llamar «de inteligencia», en la única referencia al oscuro SIN en todo el filme, se lo llevan a la fuerza y lo interrogan como allegado a senderistas. Luego, un alto oficial (Hernán Romero) le explica, como un remedo del diligente Trevor Howard en El tercer hombre, la verdadera identidad de su «amiga» y ahí planean, al borde de la parodia involuntaria, un secreto contragolpe que, por su tono tan ligero, recuerda la misión del capitán Pantoja en Pantaleón y las visitadoras.
La senderista, que llevaba ventaja, también necesita que los suyos le muestren que su presa se ha convertido en cazador. Luego un agente supuestamente de primera línea, que seguía disfrazado por todas partes a Felipe, cae fulminado por la fémina con la facilidad de un principiante. Y ni siquiera ahí se disuelve la farsa en la extraña pareja, sino que todavía el guionista Carlos Freyre lleva al militar hasta el bunker de Sendero para recién arrojar las caretas. A estas alturas, ya dudamos de que Vidas paralelas sea un drama sobre la guerra que vivió el Perú o una comedia de espías. Pero el relato, ya sin timón, desemboca en una operación de rescate del «ideólogo» con Felipe como rehén, que, como en miles de thrillers, se libera de sus ataduras y captores, y entra de nuevo a la acción. Y el final, que ya hemos adelantado en parte por la actuación del congresista Edgar Núñez, es el juicio por el que tiene que pasar el protagonista, acusado de la desaparición de María Nina, una conspicua senderista de Villa Canaria. Ahí se concentran todas las moralejas de la guerra y las máximas del Ejército, en los diálogos que recitan el imputado, el abogado (Gonzalo Molina), la fiscal (la propia Lladó) y los testigos, en un ejercicio automatizado que, aunque no llega a los niveles de estridencia de El rincón de los inocentes, de Palito Ortega Matute, es una crítica directa a la Comisión de la Verdad y Reconciliación, al trabajo integral en pro de los derechos humanos y hasta al juicio a Fujimori, mostrando transparentemente la posición oficial de los militares, sin reconocer errores ni horrores y asumiendo, siempre manipuladoramente, que se les juzga por el accionar del pulcro Felipe, cuando en verdad es por los crímenes de oficiales que jamás aparecen en Vidas paralelas. Por ahora lo dejamos acá, pero hay para comentar más.
Deja una respuesta