Before the Devil Knows You’re Dead
Dir. Sidney Lumet | 117 min. | EE.UU – Inglaterra
Intérpretes: Philip Seymour Hoffman (Andrew ‘Andy’ Hanson), Ethan Hawke (Henry ‘Hank’ Hanson), Albert Finney (Charles Hanson), Marisa Tomei (Gina Hanson), Rosemary Harris (Nanette Hanson), Aleksa Palladino (Chris Lasorda), Michael Shannon (Dex)
Estreno en España: 23 de mayo de 2008
Estreno en Perú: 09 de octubre 2008
Esta película corona la carrera del veterano realizador Sidney Lumet, quien a sus 84 años ha creado un notable thriller, que exhibe lo que posiblemente sea una de las grandes lecciones de cine que un maestro pueda dejar luego de una productiva y dilatada carrera en esta industria. De hecho, empieza –tras una impactante escena inicial– con el episodio que podría parecer el clímax del filme y de allí siguen desentrañándose las acciones que condujeron a tal episodio, con situaciones y giros cada vez más sorprendentes; luego de las cuales, traslapándose, se va armando el verdadero desenlace de esta oscura historia.
Esta película corona la carrera del veterano realizador Sidney Lumet, quien a sus 80 años ha creado un notable thriller, que exhibe lo que posiblemente sea una de las grandes lecciones de cine que un maestro pueda dejar luego de una productiva y dilatada carrera en esta industria.
Son cuatro los aspectos en los que esta película alcanza un nivel de excelencia narrativa. El primero es un guión notable que cuenta la historia de atrás para adelante, pero no de un manera lineal. De hecho, empieza –tras una impactante escena inicial– con el episodio que podría parecer el clímax del filme y de allí siguen desentrañándose las acciones que condujeron a tal episodio, con situaciones y giros cada vez más sorprendentes; luego de las cuales, traslapándose, se va armando el verdadero desenlace de esta oscura historia. En una primera parte, nuestra curiosidad se va disipando gracias a un manejo virtuoso de los mecanismos del thriller; pero, al mismo tiempo, el director va profundizando en las motivaciones, conflictos (sobre todo por una acumulación de los conflictos internos) de los personajes y luego pasamos a otro nivel, en el cual esa tensión acumulada se desata en el rush final: una vorágine de violencia, en la cual Lumet nos ahorra los chorros de sangre y se focaliza en la degradación final de los protagonistas. El segundo elemento que captura al espectador es que la historia es narrada desde los distintos puntos de vista de los protagonistas, los que se van intercalando con envidiable maestría narrativa. Este mecanismo –que nos recuerda al de Rashomon, de Kurosawa– tiene, sin embargo, una función muy distinta al de la cinta nipona. Mientras en el clásico japonés los distintos puntos de vista sobre un mismo hecho nos conduce a una multiplicación de interpretaciones diametralmente distintas, en Relaciones peligrosas esos puntos de vista nos permiten armar y completar los distintos componentes de esta turbia y trágica historia familiar. Un relato que empieza con una escena de amor (y sexo) y concluye con la anulación de este sentimiento en todas sus formas, en una siniestra deificaciónde la muerte.
El tercer elemento que se destaca son los enlace audiovisuales entre las secuencias, que coinciden con los cambios de puntos de vista (y de tiempo, los cuales es marcados por carteles). Pero lo interesante es que estos enlaces son acompañados con un efecto de sonido que recuerda al clic de las antiguas cámaras fotográficas o al que producían esos viejos proyectores de diapositivas; pero que cuando la acción avanza, termina por parecernos el ruidito que hacen las pistolas cuando se las prepara para soltar el disparo. Al mismo tiempo, estos abruptos enlaces marcan el ritmo de la película ya que combinan estos breves acentos con escenas normalmente trabajadas en un tempo lento, apropiado para que el espectador vaya saboreando y asimilando tanto las situaciones como a los enigmas que van revelando los personajes; por cierto, con algunos momentos de soberbios diálogos, verdaderos modelos de escritura para cine. El cuarto componente –que, en realidad, engloba también a los anteriores– es el trabajo directoral, la maestría alcanzada con los años, la cual no necesita recurrir a efectos especiales ni a las persecuciones espectaculares (externas, superficiales e incluso atontadoras) que caracterizan tantas películas del género. Al contrario, el arte de Lumet se ha depurado a tal grado, que produce una obra original utilizando los elementos básicos del lenguaje audiovisual, justificados por la situaciones y al servicio del manejo narrativo arriba reseñado. En todo esto, el director se guía por una versión ampliada de la regla establecida por Howard Hawks, según la cual, el espectador no debe darse cuenta de los movimientos de cámara. Así, sus procedimientos están firmemente ajustados con la acción y, al mismo tiempo, dejan “respirar” y desenvolverse a los personajes; de tal forma que se produce un impresionante efecto dramático que nos envuelve y arrastra hasta el terrible desenlace. A todo ello contribuye decisivamente un notable trabajo actoral, otro factor altamente disfrutable en esta película. En suma, una película magistral.
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