Brideshead Revisited
Dir. Julian Jarrold | 133 min. | Reino Unido
Intérpretes: Emma Thompson (Lady Marchmain), Michael Gambon (Lord Marchmain), Ben Whishaw (Lord Sebastian Flyte), Matthew Goode (Charles Ryder), Greta Scacchi (Cara), Patrick Malahide (Mr. Ryder), Hayley Atwell (Lady Julia Flyte), Felicity Jones (Lady Cordelia Flyte), Joseph Beattie (Anthony Blanche), James Bradshaw (Mr. Samgrass)
Estreno en España: 31 de octubre de 2008
¿Por qué razón un autor como Jarrold cree necesario revisitar Brideshead de nuevo, donde cualquier decisión personal resulta tan trágica visto desde un presente en el que hemos aligerado el peso moral, donde nos hemos quitado el lastre de las opresiones religiosas, o más exacto sería decir que las hemos sustituido por otras? No cabe duda que la revisión de Jarrold es muy bella, a pesar de su estrecha condensación. ¿Cómo no va a ser hermosa, con escenarios como las aristocráticas mansiones inglesas, cárceles de alineación sentimental, o las bellas paradas en Venecia, cuya fotografía James Hall ha hecho arrebatadora, o las escapadas a Marruecos?
¿De que familia eres?
Evelyn Waugh es un excelente escritor británico que usó de algo muy inglés en su literatura, la sátira social, especialmente la de su época, la generación de entreguerras, entre las que destacan Merienda de negros, y una muestra posterior, revestida de un halo más profundo, y evidencia de su traspaso a la religión católica, que tan bien le convino, pecar primero para confesarse después, algo que él mismo apuntala varias veces en Retorno a Brideshead. Waugh es un autor de su época, y muestra las coyunturas de su vivir, como todos los literatos al fin y al cabo. El cine visita y revisita constantemente la literatura, y lo hace de la mejor manera que puede, siendo como es una competición tan desigual. Me he acercado con sumo interés a la puesta en escena de la obra más conocida de Waugh sin haber leído el libro, ni visto la famosa, por exquisita, serie de la década de los ochenta. Lo cual me da una limpieza de prejuicios a la hora de valorar el filme Retorno a Brideshead. Esto constituye cierta ventaja para acercarse al trabajo realizado por el británico Julian Jarrold, con experiencia en ambientes de época y sabedor de ritmos seriales televisivos.
En todo caso los más jóvenes tampoco habrán visto la serie de televisión, lo cual no es garantía de que se sientan interesados en un cine que quizá les de una sensación rancia. Bien es cierto que la sala del cine estaba abarrotada, pero no precisamente de jóvenes, pareciendo que no se sienten llamados por cuestiones densas y compactas como las opresiones familiares, sociales, el respeto, los triángulos ambiguos, el amor ante barreras ideológicas, o la lucha por los propios demonios. Me viene una frase de la reciente película Transsiberian (Brad Anderson) muy significativa para estos personajes víctimas de la intransigencia de tan magníficos muros: Si intentas acabar con tus demonios, destruirás también tus ángeles.
¿Por qué razón un autor como Jarrold cree necesario revisitar Brideshead de nuevo, donde cualquier decisión personal resulta tan trágica visto desde un presente en el que hemos aligerado el peso moral, donde nos hemos quitado el lastre de las opresiones religiosas, o más exacto sería decir que las hemos sustituido por otras? Retorno a Brideshead tiene ese aroma de cine bello de grandes profundidades entre superficiales amaneramientos de clase (algo tan inglés), pretende ese prestigio de aquellas obras de James Ivory, sigue la estela de la más reciente Expiación (Joe Wright). No cabe duda que la revisión de Jarrold es muy bella, a pesar de su estrecha condensación. ¿Cómo no va a ser hermosa, con escenarios como las aristocráticas mansiones inglesas, cárceles de alineación sentimental, o las bellas paradas en Venecia, cuya fotografía James Hall ha hecho arrebatadora, o las escapadas a Marruecos?
Las vidas del londinense Charles Ryder y del aristócrata Sebastian Flyte quedarán unidas irremediablemente cuando se conozcan en Oxford. Los veranos, los viajes, el alcohol, la hermana de Sebatián, Julia, pero también la religión y la intransigencia de una madre fría y dominadora formarán parte de su complicada relación a dos y a tres después.
Lo mejor de la película: Ese personaje protagonista maravillosamente interpretado por Matthew Goode, que observa con ojos como esponjas, los de Charles Ryder, a la familia de alta cuna herida. Su mirada, en la que toma asiento el espectador, observa estupefacto y tranquilo, envidioso y al mismo tiempo afortunado por ser un outsider, objeto del amor y la admiración de los hermanos sometidos. Es el centro y epicentro de la cinta, sin duda. Una apuesta segura a los Oscar masculinos, de quién se oirá hablar mucho el próximo año con el estreno del famoso cómic Watchmen.
Lo peor: Lo poco a que nos sabe otra estupenda interpretación, la de Emma Thompson, de la que la cámara ha resbalado por encima, dejando mucho equipaje en los saltos en el tiempo. Echamos de menos más cameos de la Thompson. Ben Whishaw, a quién vimos en El perfume, está a la altura del dañado Sebastián, aunque Jude Law hubiera sido perfecto, como se pensó en un primer momento. Los fotogramas del trasatlántico en el mar resultan innecesarios y artificiosos.
La secuencia: La persecución de Charles a Julia en el trasatlántico, cuando ésta se presenta en su inauguración pictórica. Su mirada revestida de adoración hacia ella a lo largo de la película.
La escena: La cata de vinos llevada a cabo por Charles y Sebastian, momentos de libertad, en el porche de la inmensa Brideshead, con una luz prodigiosa.
El momento: En que Charles intenta rescatar a Julia en la fiesta de mascaras en Venecia, y se pierden por las callejuelas semioscuras.
La nota de humor inglés: El personaje del padre de Charles, auténtico humor negro.
Las frases:
Lady Marchmain: ¿Ateo? Será más bien agnóstico.
Charles: No, soy ateo.
Sebastián: Deseo que se haga eterno este instante de feliz placer.
A pesar de la dificultad en tratar de condensar una obra que transcurre en varios años, y con muchas vivencias que se quedan en el tintero o en el corte de película, Retorno a Brideshead es un cine delicioso, por la intensidad de los rostros, el dibujo de ese ambiguo triángulo, la mirada profana y a la vez sagrada de Charles que se posa con admiración y contradicción en la majestuosa guarida familiar.
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