Body of Lies
Dir. Ridley Scott | 128 min. | EEUU
Intérpretes: Leonardo DiCaprio (Roger Ferris), Russell Crowe (Ed Hoffman), Mark Strong (Hani), Golshifteh Farahani (Aisha), Oscar Isaac (Bassam), Ali Suliman (Omar Sadiki), Alon Abutbul (Al-Saleem), Vince Colosimo (Skip), Simon McBurney (Garland), Mehdi Nebbou (Nizar), Michael Gaston (Holiday), Kais Nashif (Mustafa Karami)
Estreno en España: 24 de octubre de 2008
Un híbrido es, desde mi punto de vista, Body of Lies. Una mezcla, un cruce entre el orgullo descarnado de los yanquis en su empeño por ser los exportadores de su way of life, las maneras impacientes (y por ello equivocadas en muchos casos) que emplea la CIA, y su necesidad de colaboración con otras formas de entender la seguridad global. “Algunas de las heridas de la CIA fueron autoinfligidas” dice Ignatius en algunos de sus artículos periodísticos. Pues bien, quizá sea a través de la ficción que este periodista, de la mano de un crack de la cinematografía, esté dando algunas claves al nuevo presidente de Estados Unidos.
Salaam aleikum, Aleikum salaam
Desconfíen. No desestimen ninguna posibilidad de que esos catecúmenos que vemos por casualidad hablando, como sin aires, con un pinganillo mientras sacan una entrada de cine junto a sus hijos para ver Kung Fu Panda, estén salvando a la civilización. Estamos llegando a la estación del mundo feliz de Huxley, aunque de feliz va teniendo cada vez menos, en lo que se refiere a una buena proporción del pastel global.
“La mayoría de las estrellas de cine son brillantes. Muy inteligentes. Y esa es una de las razones por las que han llegado a esa posición”, acota Ridley Scott en una reciente entrevista. Y Scott es un realizador que sabe encajar a la perfección todas las piezas de la fabricación de una buena película, y una muy importante es fichar al star system. Ya lo dije a propósito de los Coen en Quemar después de leer, que aborda asimismo los espejitos mágicos de la CIA, una estrella bien aprovechada es un deleite para el espectador, tengan que engordar, adelgazar hasta los huesos, arriesgarse a romperse la crisma, o lucir acentos diversos; nos lo deben, por ello cobran. Pero estrella también lo es Ridley Scott, quién con poco más de veinte años de carrera ha sabido conjurar los fantasmas de Deckard y la teniente Ripley, de Thelma & Louise, de nuestro Gladiator preferido, o del Hannibal más barroco. Británico que comenzara a hacer publicidad en la BBC, este artesano se ha zampado todo clase de géneros: adaptaciones literarias, fantástico, terror, thriller, histórico, ciencia ficción, humor, melodrama, policiaco, aventuras marítimas, road movie, gansteril, y ahora de espías, con una auténtica energía se está ventilando, últimamente, una película por año. Y como broche !expectativas mantiene con la idea de poner en cine el juego del Monopoly! Todavía tenemos fresco en nuestro archivo cinéfilo sensorial el carisma de Denzel Washington como Frank Lucas, cuando Scott nos ametralla con el buen hacer de Leonardo DiCaprio y del fijo de la casa, Russell Crowe, quién muestra un aspecto similar a su personaje en El dilema, ambos son parte de la acción y reflexión de otra carismática puesta en escena del realizador, Body of Lies
Dentro del grupo de las últimas realizaciones que se centran en la política actual, (por mucho que Scott no la califique de cine político), con la dicotomía guerra de civilizaciones, con base en Oriente Medio y sacando miga a los entresijos y maneras de la Inteligencia norteamericana (Syriana, The Kingdom, Expediente Anwar, o Leones por corderos), Body of Lies se posiciona en altas cotas de calidad, y también, pongamos, de ambigüedad patriotera, lo que al fin y a la postre nos proporciona cierto alivio. Pero no nos confundamos, Ridley Scott es un cineasta que descubre un material del que se puede hacer una buena y entretenida película, y organiza y mueve todos los profesionales que llevarán a buen término la evasión casi absoluta del espectador. Por ello las premisas de esta red de mentiras entre maquinarias de Inteligencia de diferentes países, vienen de la imaginación de un periodista experimentado del Washington Post, David Ignatius, autor del guión, basado en su novela, originariamente con el título Penetration. En fin que los intelectuales de los mass media norteamericanos se empiezan a hibridar entre un ir por libre, un respeto a otras culturas, y un patriotismo más tibio, o más tranquilo, al menos en la ficción.
Un híbrido es, desde mi punto de vista, Body of Lies. Una mezcla, un cruce entre el orgullo descarnado de los yanquis en su empeño por ser los exportadores de su way of life, las maneras impacientes (y por ello equivocadas en muchos casos) que emplea la CIA, y su necesidad de colaboración con otras formas de entender la seguridad global. “Algunas de las heridas de la CIA fueron autoinfligidas” dice Ignatius en algunos de sus artículos periodísticos. Pues bien, quizá sea a través de la ficción que este periodista, de la mano de un crack de la cinematografía, esté dando algunas claves al nuevo presidente de Estados Unidos
Aún evocando posos de Spy Game, de su hermano Tony Scott, Ridley ha realizado una película innovadora. Mantiene el equilibrio entre la acción, y las deliberaciones de despacho, que gracias a la tecnología se pueden trasladar al parque o al salón de casa. No abusa del sin aliento de la saga Bourne, pero tampoco plasma todos los diálogos (por cierto bastante brillantes) que el guión contenía. Hay un balanceo constante entre la labor del terreno llevada a cabo por Di Caprio en la piel del agente Roger Ferris, y la suave, aunque no menos hiperactiva, cavilación de su jefe Crowe/Ed Hoffman. Para ello está el cable, la tecnología punta, y el gran hermano de los avioncitos sin piloto que enfocan como el ojo de Dios. Puesto que Ferris se encuentra sobre un convulso terreno de juego, nada más inteligente que contar con la ayuda del autóctono que conoce bien el territorio sobre el que mea, aportando diferentes y más efectivas tácticas para combatir el terrorismo. O sea, que no hay dos sin tres. Estamos, pardiez, ante un trío, en el que Hani/ Mark Strong, a quién ya vinos en Syriana, compone un elegante, carismático y conciliador personaje árabe. Y como buen menàge a trois, unos utilizan a otros, y los otros salvan al tercero, pero, eso sí, todos tienen secretos, mentiras y deuvedés con información.
¿Quiere esto decir que nos estamos alejando del cisma del blanco/negro (yanquis/otros -leáse indios, rusos, árabes, chinos, replicantes-) en la gama del bien y del mal de cine?, quién sabe. Siempre habrá propaganda en el mundo del entretenimiento al servicio del supremo salvador, pero los realizadores exigentes se van diluyendo en una ambigüedad más real, más contradictoria, en la que todos nos encontramos, quizá por la acumulación de secretos de Estado, esos que Hani cree que no hay, cuando le dice a Hoffman: “ustedes los norteamericanos son incapaces de tener secretos debido a vuestra democracia”. Ja. Lo que no falla es que para combatir al enemigo, quienquiera que sea, la colaboración es esencial, y el trabajo en equipo, y quizá bajar cotas de esa superioridad impostada.
Body of Lies contiene buenas dosis de entretenimiento, un proceso de montaje bien entendido, una adaptación de guión muy correcta, un ritmo que no decae y un embaucador atractivo, tanto que el espectador se mete de lleno, mantiene una conexión visceral (como pretende Scott) y el final le pilla un poco de sorpresa. Roger Ferris es un todoterreno en Oriente Próximo, introduciéndose en células embrionarias de terrorismo. Mantiene conexión constante con Ed Hoffman en los cuarteles de la CIA, o allí donde éste se encuentre. Ante el estallido de varios atentados en Europa, deciden contactar con el departamento de inteligencia jordano, liderado por un exquisito director, Hani. La premisa consiste en confiar plenamente en el otro, pero siempre hay alguien que utiliza un comodín secreto, en este caso un arquitecto, pobre diablo. Pichss, un daño colateral de nada.
Al final sigue pesando la sombra de un Deckard hastiado que se apunta a un incierto futuro junto al extraño, bajo los acordes de una banda retornada, Guns n´Roses. Tiene mucho estilo este trabajo del inconfundible Scott, y yo soy socia del británico, es lo que hay.
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