En Correo del jueves pasado, Pedro Salinas dedicó su columna Patente de corso a Dioses. El periodista le da su visto bueno a la película de Josué Méndez:
Detrás de Dioses, la película, se agazapa un revolucionario, un maestro de la magia de salón, quien a punta de close-ups y encuadres estudiados logra una descripción de uno de los problemas de siempre del Perú, el que avizoró y machacó hasta el cansancio José Carlos Mariátegui en sus escritos, el de la separación de cholos y blancos, la de los ghetos de Asia y los contraplanos de las familias que echan sus raíces en El Agustino.
Decía Guillermo Cabrera Infante que todo director de cine es superficial. No creo que sea el caso de Josué Méndez, el creador de Dioses y Días de Santiago, quien ha plasmado con audacia en el écran su visión de una facción del Perú en el que todos hablan, se conocen, chupan y son felices, mientras que otro Perú, más grande y más necesitado, atiende las necesidades frívolas de los primeros.
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¿La mejor escena? La toma final, que no voy a contar acá. Aquella sobre la que Josué Méndez refiere en una entrevista a Milagros Leiva: Mientras se mantenga así, estamos cagados.
Lean la columna completa, en la que Salinas destaca uno de los diálogos que no aparecen en la película, pero sí en el guión/libro.
Además, en También los cinerastas.. hacen un tête à tête entre Rodrigo Bedoya (“La Riqueza de la Superficie») y Daniel Vidal Toche (“La China Tudela en el Cine»). Y en La Cinefilia… Ana Carolina Quiñonez escribe la tercera crítica a Dioses que ese blog publica.
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