Aunque retirado hace bastante tiempo de la actividad, Robert Mulligan fue un cineasta de importancia en los 60 y 70, época de radicales cambios en la producción filmica estadounidense. Este 20 de diciembre dejó de existir a la edad de 83 años en la tranquilidad de su hogar en Lyme, Connecticut. Probablemente muchos aficionados en muchas partes lo mencionen sobre todo por Matar a un ruiseñor, aquella película de clara vocación social que se convirtió en una de las representantes de ese cine de reivindicación humanista que comenzaría a prodigarse desde entonces. La verdad es que aquella bella e interesante película con Gregory Peck no marcó el límite de las posibilidades de Mulligan como un realizador de cierta personalidad y incluso con todo el oficio que ganó previamente en la televisión.
Películas posteriores como The Stalking Moon y sobre todo Summer of ’42 y The Other, lo mostraban como un director bastante versátil para trabajar los géneros a su manera, pero siempre girando alrededor de los mismos temas y escenarios: la vida de provincia de aparente serenidad en la que se sucedían anécdotas de aprendizaje cargadas de nostalgia donde la mirada infantil o adolescente era fundamental. Lástima que, a pesar del éxito, Mulligan perdiera un poco la brújula en realizaciones de encargo demasiado encorsetadas como la insufrible Kiss Me Goodbye, el remake gringo de Doña Flor y sus dos maridos, protagonizado por Sally Field, James Caan y Jeff Bridges. Su película final The Man in the Moon -que data de 1991- fue un feliz reencuentro con el mejor estilo que se le conoció. Podemos recordar entonces a este cineasta de gusto clásico forjado a pulso:
Matar a un ruiseñor. Cine de tesis por excelencia. Basado en la novela de Harper Lee, esta película calzó a la perfección con la lucha por los derechos sociales y el contestatarismo que se extendería desde la era Kennedy. La lucha entre el tradicional racismo y los progresistas e ilustrados hombres de ley, estallaba en medio de un confuso caso de violación. Uno de los más recordados papeles de Gregory Peck, aunque el que se roba el show en pocos minutos es Robert Duvall, en su debut cinematográfico.
Summer of ’42. Mulligan en lo que mejor le salió: un recuerdo hecho película. Una sencilla historia se convierte en una hermosa cinta de iniciación sentimental, la etapa de la pérdida de la inocencia atravesada por la sombra de la guerra. Cómo olvidar el encuentro amoroso entre Hermie y Dorothy.
The Other. Una redonda cinta de misterio: ambiente gótico, moda retro, exposición progresiva como en la mejor tradición del terror. Los gemelos de esta película son los verdaderos precursores de tantos niños incomprendidos que abundan en el género, incapaces de hacer ver la verdad a sus mayores… hasta que es tarde.
The Man in the Moon: El final de la carrera de Mulligan es nuevamente una película de verano a su estilo. El descubrimiento del amor y la decepción por parte de la inquieta Dani, soñando con el hombre en la luna. Esta buena cinta fue también el debut de Reese Witherspoon.
(Vía Greencine)
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