Gwoemul – The Host
Dir. Joon-ho Bong | 119 min. | Corea del Sur
Estreno en Perú: 25 de diciembre de 2008
Intérpretes: Song Kang-ho (Park Gang-du) Byun Hee-bong (Park Hee-bong) Park Hae-il (Park Nam-il) Bae Doo-na (Park Nam-joo) Ko Ah-sung (Park Hyun-seo) Lee Dong-ho (Se-ju) Lee Jae-eung (Se-jin)
Antes que nada debemos aclarar que esta notable película surcoreana no es una nueva versión de Godzilla y similares; y aunque presenta varios de los atractivos de estos filmes, lo hace en un contexto muy distinto. De hecho, se trata de una cinta un poco inclasificable, pues contiene elementos del cine de suspenso, persecución, desastres, epidemias (y, en estos sentidos, dentro la mejor tradición de la) ciencia ficción; con acotaciones políticas y toques de drama y humor (a veces negrísimo); todo ello manejado con maestría por el realizador Joon-ho Bong.
Antes que nada debemos aclarar que esta notable película surcoreana no es una nueva versión de Godzilla y similares; y aunque presenta varios de los atractivos de estos filmes, lo hace en un contexto muy distinto. De hecho, se trata de una cinta un poco inclasificable, pues contiene elementos del cine de suspenso, persecución, desastres, epidemias (y, en estos sentidos, dentro la mejor tradición de la) ciencia ficción; con acotaciones políticas y toques de drama y humor (a veces negrísimo); todo ello manejado con maestría por el realizador Joon-ho Bong. Monstruo depredador (The Host), nos hace sentir miedo, pero también nos divierte y emociona. Sin embargo, lo que da unidad a este brillante pastiche oriental es su enfoque ideológico, que convierte toda esta aventura en una parábola de la lucha del individuo contra el poder del Estado y del estamento médico y científico.
En efecto, lo primero que observamos es cómo el espectacular y viscoso monstruo es producto de la acción humana depredadora de la naturaleza; es decir, que no se trata de un bicho “externo” que siembra el pánico, sino que es producido por el descuido y menosprecio de los científicos por el medio ambiente. Es cierto que esto también aparece en otras películas catastrofistas, pero no –como en este caso– atribuyendo el origen del daño al ejército norteamericano acantonado en Corea del Sur. La intervención estadounidense será también cuestionada en otros momentos (y hasta el mismo final) del filme, en donde se los presenta como parte de la acción del Estado contra el héroe, Gang-du Park y su familia. Además, se muestra cómo la policía trata a las víctimas como a animales y cómo los operadores de salud convierten a la familia protagonista (y, en particular, al mencionado Gang-du Park, el padre de la pequeña Park Hyun-seo) en conejillos de indias para experimentos injustificados que llegan a la tortura. A este maltrato constante, se suma el dato de la corrupción que aqueja a la fuerza pública en plena situación de desastre; así como se asocia con la traición a uno de los integrantes de la policía. Un tercer componente es la participación política de la gente. Mientras la acción policial y científica contra el monstruo resulta ineficaz, el héroe y su familia (léase, el individuo autónomo guiado por sentimientos filiales) terminan por vencerlo, arrastrando a su favor la movilización popular. En esa línea, el hermano del héroe reivindica su participación en las movilizaciones estudiantiles que condujeron a la instauración de la democracia en el país; y utiliza sus talentos adquiridos en aquella época para escapar de sus perseguidores y fabricar bombas molotov. A estos elementos políticos debe añadirse el componente social. Los protagonistas de la película pertenecen al mundo popular y varios de ellos son abiertamente marginales; es en este último espacio –el de la marginalidad que conocen tan bien– donde deben moverse y donde transcurre la película. Tenemos allí a varios personajes secundarios en roles puntuales, aunque importantes para la acción; específicamente, el vagabundo que interviene en la lucha final o los niños de la calle.
Todos estos elementos colocan lo que sería un relato de evasión, fantástico y de terror, en un contexto sociopolítico realista que constituye el (sorprendente) gran aporte de esta película. Esto es importante porque ofrece una visión distinta de la que muchos tienen sobre el proceso de desarrollo de Corea del Sur. Para empezar, hay bastantes rasgos que muestran interesantes similitudes entre este “tigre asiático” y nuestras aún atrasadas sociedades latinoamericanas. Y, luego, se desvirtúa la idea de que ese país se desarrolló bajo la égida del liberalismo económico. En realidad, el papel central allí lo tuvo el Estado, durante décadas de un régimen militar y dictatorial, con una economía regida por planes quinquenales sospechosamente parecidos a los de su vecina del Norte; pero en el contexto de la guerra fría y en el que se instituyó una alianza entre poderosos grupos empresariales y los militares anticomunistas a favor de una estrategia de producción industrial y tecnológica de exportación. Para todo ello se aplicaron férreas políticas proteccionistas, lo cual es opuesto a la prédica ideológica liberal que encubrió (y encubre) un proceso de desarrollo muy distinto. Otro dato importante es que ese desarrollo exportador estuvo acompañado de una protección al y desarrollo del mercado interno, previa reforma agraria y, posteriormente, la creación de cadenas productivas que conectaron al mercado interno (mediante lo que en Perú llamamos, ambiciosamente, la “agenda interna”) con el mercado mundial.
Digamos, entre paréntesis, que esta estrategia basada en el Estado, ha generado también una poderosa industria cinematográfica, que en la actualidad produce 300 películas por año. El resultado de estas políticas es la formación de un público, que en un 70% ve películas coreanas, contra un 25% que consume filmes de Hollywood. La notable factura de la cinta que comentamos, así como la de muchas otras, es un ejemplo de este importante crecimiento de la industria audiovisual en ese país.
No obstante, esta estrategia de desarrollo tuvo sus problemas, principalmente el autoritarismo militar y el desmesurado peso del Estado en la economía y sociedad surcoreanas. Por tanto, cuando se inicia a fines de los 80 el proceso de democratización, la sociedad reclamó, se movilizó y consiguió –durante los 90– elecciones libres y la instauración de un sistema político pluralista. Asimismo, la transición hacia ese régimen implicó la necesidad de crear una institucionalidad democrática en esa nación. Para entender este componente debemos regresar a la película que comentamos y observar que la lucha contra el monstruo, si bien está encabezada por Park Gang-du, es llevada a cabo por su familia. Aunque no es propiamente una película “coral”, sí vemos un héroe colectivo, el cual debe superar conflictos internos y entre los miembros de la familia para –unidos– lograr el objetivo planteado en el guión. Esta capacidad de acción común en torno a objetivos superiores supone la existencia de normas de convivencia –formales o informales– que permitan tal condición; y esto es justamente lo que caracteriza a las instituciones. Naturalmente, para fines de la ficción, tales normas son simbolizadas por las relaciones familiares.
Esta interpretación política se apoya en una cierta densidad dramática conseguida mediante la construcción de los personajes, el planteamiento de los conflictos –que se desarrollan entre las escenas de acción externa– y la estructura como conjunto. Así, las escenas de persecución no son meramente efectistas, sino una manifestación de elementos preparados y justificados ya sea dramática como ideológicamente. De igual forma, los efectos especiales y el propio monstruo tienen un acabado técnico impecable, destacando su espectacular aparición inicial; pero también la relación que establece con los personajes infantiles y las relaciones este estos últimos, lo que añade emoción e incrementa la identificación del público.
En consecuencia, los códigos de los filmes de acción, fantasía o entretenimiento están aquí puestos al servicio de una obra intensamente dramática, así como política e ideológicamente contextualizada en la realidad surcoreana. Su intención es mostrar la lucha del individuo, mediante instituciones (en este caso, la familia), contra determinados estamentos del Estado (la fuerza pública y el estamento médico y científico); con un claro matiz antinorteamericano. (Esta lucha del individuo contra el poder ya se asomaba en la trilogía sobre la venganza de Chan-wook Park, pero es con esta cinta de Joon-ho Bong que se desarrolla a plenitud.) Todo lo cual se refuerza en la conclusión, que enfatiza y simboliza la actitud vigilante de la sociedad, luego de su triunfo contra el Estado (y su ocasional epifenómeno, el dichoso monstruo). Esta es una película notable por su originalidad y un manejo eficaz y creativo de elementos tomados de diversos géneros cinematográficos. Altamente recomendable.
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