Nuevamente el nombre de este director se encuentra en boca de todos los cinéfilos. El curioso caso de Benjamin Button es la gran favorita para convertirse en la gran triunfadora de la noche del oscar. Incluso este director aspira por primera vez y con fuerza a ser reconocido por este lado serio de la industria en la que trabaja. Sin embargo recordemos que su fama proviene de mucho antes, cuando apenas superando los viente años se convirtió en el nuevo rey del mundo del video clip. Eran mediados de los años ’80 y rápidamente el entusiasta David Fincher era el reclamadísmo director de algunos iconos de la década como Rick Springfield y The Outfield. Esa educación empírica en el seno del negocio todavía se sigue delatando en su actual época.
Luego de consolidar su carrera como uno de los reyes del medio (con la bendición Madonna y Paula Abdul), Fincher tan solo estaba a un paso del cine tal vez largamente soñado. De hecho, es en sus clips donde comienza a gestarse ese gusto por las referencias grotescas y extrañas que abundarían poco después de la mano de Mark Romanek, Michel Gondry y Spike Jonze. Con todos los pergaminos en el showbiz, rotación en MTV, y labores en publicidad, la industria fílmica le dio se primera oportunidad en 1992 con la tercera película de la serie Alien. Éxito inmediato pero decididamente discreto que sería sucedido tres años después por la electrizante Se7en, una de las películas más recordadas de la década. Ambas realizaciones terminaron por cimentar un estilo visual que dosificaba muy bien la influencia de la estética clip y que definiría mucho del cine de acción y suspense que vemos hoy en día (no necesariamente para bien). Visto de esa forma se podría también postular a Fincher como una especie de clásico en un futuro. Con estos aciertos y otros intentos que no lo son tanto, los dejamos a continuación:
Alien 3 (1992): Con la experiencia y el criterio suficiente, Finche emprende este encargo sabiendo muy bien que no hay mucho nuevo por contar. Apela a su noción del ritmo trepidante, y a regresar al temor primario por lo que no se ve. Solo basta un monstruo para poner de vuelta y media este sucio universo futurista, donde aparentemente el viaje de la teniente Ripley concluía. Buenos momentos de acción, especialmente las persecusiones en la parte final.
Se7en (1995):Redondo thriller ahora convertido en referencia inevitable en el género. Aparte de las truculencias y demás artificios ya impuesto en años anteriores, Fincher exacerba su estilización. Los espacios de la podredumbre y su pestilencia nunca lucieron más elegantes y sinuosos. Si hay una película en la que el clip y el cine se han fucionado mejor fue en esta. Un guión interesante y una actuación estupenda de Morgan Freeman. El triunfo del mal, que no es otro que continuar renovando el natural morbo del espectador. Inlcuso con esa consigna, no deja de vencer una intransigencia no coincidente con la política de los grandes estudios.
El juego (1997):Idea ingeniosa la que propone esta cinta en la que el director intenta medirse aún con los límites de la verosimilitud. Un laberinto wellesiano en el cual no se distinguen los rastros de la verdad y la alucinación. Lo malo es que a la vista de su anterior película, este juego hace ver a Fincher como una tanto extraviado en su racha por sorprender a sus crecientes admiradores. Para eso basta con mencionar el innecesario descenlace.
El club de la pelea (1999): Una de las curiosidades más recordadas de fin de siglo. Esos alborotadores no solo crean un caos en la ficción, también esta película tensa e interesante, es irregular, llena de disparates y de algunos de los enunciados nihilistas del libro de Chuck Palahniuk. Tyler Durden es solo producto de una esquizofrenia contemporánea y la atomización de referencias. Descarga existencial en el escenario yuppie y de desarrollo a trompicones. Realmente pudo ser la gran película de apoteósica despedida al siglo XX. Para otra vez será.
La habitación del pánico (2002): Regreso modesto a terrenos menos autorales que el que intentó en su cinta anterior. Este ejercicio de suspenso muestra a un Fincher totalmente agotado de recursos. Sus obvios virtousismos digitales y su acerada fotografía en poco puede ocultar este fallido intento por experimentar con los espacios, como queriendo convocar a Hitchcock una vez más. ¿Cuántas veces lo habrán querido remover inútilmente?
Zodiaco (2007): Esta es con Se7en, la mejor película de Fincher. En buena hora que se tomó algo de tiempo para replantear el rumbo de su carrera. Esta vez, todo ese estilo visual y dramático que lo hizo famoso llegaba a una interesante transformación. En esta crónica sobre la investigación para dar con este asesino en los años ’60 y ’70, ya no valen tanto las resoluciones convencionales del thriller. Su acerada y funcional puesta en escena se iba por la tangente y tras disparar el hilo de las acciones con cada asesinato, lo que hacía era prestarle más atención a la torpe y burocrática maquinaria que hacia más pesado el trabajo del equipo policial y periodístico, a las reacciones sociales que desataba el accionar de Zodiac, y a los pequeños y personales conflictos en las vidas de estos observadores apesadumbrados de su época.
El curioso caso de Benjamin Button (2008): A pesar del camino encontrado en Zodiaco, Fincher sabe muy bien que un proyecto de ese estilo tendrá todavía que encontrar su momento adecuado en el medio hollywoodense. Por lo pronto parece haber aceptado dirigir este guión libremente inspirado en F.Scott Fitzgerald, como una especie de prueba a su oficio. Labor de la que sale librado a medias. A pesar de ciertas ambiciones de prestigio, estamos solo ante una correcta película en la cual no se rastrea el talento de su director más que en las tendencias por las atmósferas nocturnas y ciertos instantes de toque decidamente fantástico como la historia de Gateau, el relojero.
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