Hace un año realicé una estimulante entrevista a Claudia, titulada Corre, Llosa, corre. Pues bien, parece que Llosa llegó. El reconocimiento internacional que implica el Oso de Oro del Festival Internacional de Cine de Berlín para La teta asustada, su segunda cinta, representa todo un espaldarazo a la creatividad y el talento de esta realizadora peruana afincada en Barcelona.
Ya Madeinusa exhibía señales evidentes de su potencial cinematográfico y la capacidad de revelar tanto tendencias ocultas como evidentes en la sociedad peruana, respecto al mundo andino. Quizás haya que recordar aquí el diseño de un personaje que, sin abandonar para nada sus valores culturales y su papel ritual, se las arregla para utilizarlo y liberarse de ciertas cadenas que le impone tal tradición. Por un lado, Llosa pone en escena el mito (apoyado en el trabajo de fotografía, vestuario y ambientación), pero, al mismo tiempo, muestra la capacidad de agencia de una mujer para liberarse y cuestionar un orden social opresivo. Esta aparente contradicción es justamente superada por la naturaleza del carnaval (léase, del mito), que permite transitar de la ruptura radical de los tabúes a la restauración del orden, del caos primigenio al cosmos, del morir al renacer, de la tradición a la modernidad. Estamos ante un filme que plantea lo políticamente incorrecto junto a lo políticamente correcto, con respecto al mundo andino y al papel de la mujer.
De allí que para algunos esa cinta resulte racista y ofensiva, mientras que para otros (y me incluyo) muestra la afirmación de una cultura andina desafiante, en su provocadora ambivalencia (y eso es lo novedoso). No es necesario ir hasta Bolivia para observar este renacer étnico, complejo y contradictorio, tanto allá como acá. Basta ver el éxito de líderes electorales tan disímiles como Ollanta Humala y Alejandro Toledo; y las simpatías que despertaron (¿y despiertan?) personajes como Antauro Humala y el general Edwin Donayre, en su momento. Incluso podríamos remontarnos hasta la primera campaña electoral de Alberto Fujimori y recordar su famoso eslogan «un candidato como tú» y la imagen del «chinito» disfrazado de un ekeko andino. Todos ellos estuvieron envueltos en debates nacionales sobre racismo y/o insurgencia antisistémica. Más o menos los mismos tópicos desatados –aunque en realidad profundizados– por Llosa en su opera prima. O sea, que es una película que pisa callos, y fuerte.
Independientemente de la discusión arriba descrita, Madeinusa resultó también polémica por sus valores artísticos y estructura dramática poco convencional. Aunque la realizadora ha insistido en todos los tonos que su obra es totalmente ficticia, a la vez ha dicho que la comunidad donde se filmó participó en la ambientación y la propia festividad, y en este aspecto se puede decir que hay un componente documental en esta cinta (nuevamente, la ambivalencia). Este ingrediente desbalancea la estructura narrativa con su, por otra parte, maravillosa descripción del mito (lo que para algunos es –nuevamente la controversia– mera fotografía turística), lo cual no veo como un defecto que, en opinión de otros, hace perder tensión dramática a la película, sino como una opción consciente de una propuesta personal, alejada de los patrones convencionales de géneros cinematográficos.
En suma, la gran lección de Madeinusa es su visión artística e ideológica, ambas polémicas y que rescatan la idea de que el cine es un arte cuestionador y crítico, antes que complaciente o puramente comercial. Estamos en una época que pide a gritos creatividad, imaginación, diversidad y películas que respondan a las pulsiones emocionales, sociales y políticas contemporáneas; filmes que nos digan algo, así sean bofetadas a lo que hasta el momento hemos creído o pensado. Obras que nos despierten y nos hagan mirar cuán profundas y enrevesadas son nuestras raíces. Y esa es la gran lección que, implícitamente, deja el Oso de Oro de La teta asustada para el resto de cineastas.
Por mi parte, comprenderán que si la opera prima de Llosa ya contenía en alto grado sentidos tan agudos como profundos, me muera de ganas por ver La teta asustada.
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