Friday the 13th
Dir. Marcus Nispel | 97 min. | EE.UU
Intérpretes: Jared Padalecki (Clay Miller), Danielle Panabaker (Jenna), Amanda Righetti (Whitney Miller), Travis Van Winkle (Trent), Aaron Yoo (Chewie), Derek Mears (Jason Voorhees), Jonathan Sadowski (Wade), Julianna Guill (Bree), Ben Feldman (Richie), Arlen Escarpeta (Lawrence), Ryan Hansen (Nolan), Willa Ford (Chelsea), Nick Mennell (Mike), America Olivo (Amanda), Kyle Davis ( Donnie)
Estreno en Perú: 12 de febrero de 2009
Con las sagas de Bond o Batman reinventándose a cada generación, no podía esperarse menos de la de nuestro viejo conocido Jason Voorhees. Tratando de probarse con ello, el ahora especialista Marcus Nispel nos presenta no un capítulo más, sino una suerte de resumen. Tal vez el casi único aporte que podemos resaltar en la versión de Nispel, es el pequeño intento de sorpresa en la estructura de su film.
Con las sagas de Bond o Batman reinventándose a cada generación, no podía esperarse menos de la de nuestro viejo conocido Jason Voorhees. Aquél personaje emblemático de las slashers surgió como el modelo más industrial de las matanzas de Deliverance y The Texas Chainsaw Massacre. Las connotaciones sobre el espíritu fascista y conservador desatado ante la polisemia libertaria de los años ‘60 y’70,quedaban reducidas a su expresión más epidérmica y esquemática. Pero querámoslo o no, tal esencia serial, se convertiría en una de las imágenes de souvenir más populares del cien contemporáneo. Tratando de probarse con ello, el ahora especialista Marcus Nispel nos presenta no un capítulo más, sino una suerte de resumen. Hora y media le bastan puesto que los intercambiables rostros y cuerpos de las víctimas se suceden sin gran importancia en medio de los espacios oscuros. Ahí compartirán protagonismo más con los metálicos y bizarros objetos de los que se vale su victimario, que con el victimario mismo.
Tal vez el casi único aporte que podemos resaltar en la versión de Nispel, es el pequeño intento de sorpresa en la estructura de su film. Así es como vemos sucederse incursiones y personajes tratando de crear desconcierto ante los “falsos protagonistas”, al estilo de la Marion Crane de Psicosis. No podemos negar que la opción sea efectiva al comienzo. Tal vez por ello la película se vuelve más disfrutable de lo que habríamos esperado. Demás esta hablar sobre esa suerte de “estética pútrida” en la cual se esmeran casi todas las producciones de este tipo hoy en día. Ese fue también fue un punto de interés en el trabajo de este ex clipero cuando acometió su adaptación del clásico de Tobe Hooper de 1974.
Sin embargo, esos punto de interés no pueden evitar que nos cuestionemos ante la serialidad cinematográfica de hoy en día. Si hay algo que caracteriza al común de estas producciones es el hecho de que su despliegue sangriento no alcance a la trasgresión que suelen prometer. El cine independiente del que surgió esta vertiente del thriller se caracterizó precisamente por sustentar sus discursos sociales o políticos a base de la presentación de esos actos aberrantes en los que parejas, familias, o representantes del “buen entendimiento” eran sometidos por estas suerte de oficiales del autoritarismo exacerbado, quienes imponían su orden a base de la tortura y la aniquilación, allá en algún apartado paraje de la Norteamérica de leyenda, donde las leyes se habían impuesto sobre la llamada barbarie.
Lo curioso es ver que Jason nunca fue un verdadero torturador. Él era un ejecutor casi actuante de fuerzas demasiado expeditivas que se diferenciaban bastante del sadismo de las pandillas abominables o los criminales con sierras eléctricas. En sus incursiones nunca vemos el regocijo de un cazador, y tampoco el método y parsimonia de quien desea captar cada detalle de sus salvajadas con el animal del turno. Si los descendientes de estos últimos engendros terminaron cayendo en la gratuidad, Jason los supera por varios metros en esa carrera. De él no sabemos absolutamente nada más que el truamatizante episodio de su juventud con el cual el guión intenta justificarlo. Pero ni aún así se puede zafar de esa apariencia de autómata del argumento. Alguien que mata rápidamente y con indiferencia solo para que la película no sea catalogada por su ideología, ni siquiera como una parodia. De ello no lo rescata Nispel con la idea de dejarnos ver su faz por unos instantes, experiencia inútil a la vista de esa otra máscara que lleva detrás de la de hockey. La deformidad nunca fue tan menos expresiva como en esta ocasión. Eso deja como todo un maestro del show al histriónico Freddy Krueger.
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