Salinui chueok
Dir. Bong Joon-ho | 130 min. | Corea del Sur
Intérpretes: Kang-ho Song (Detective Park Doo-Man), Sang-kyung Kim (Detective Seo Tae-Yoon), Roe-ha Kim (Detective Cho Yong-koo), Jae-ho Song (Sargento Shin Dong-chul), Hie-bong Byeon (Sargento Koo Hee-bong), Seo-hie Ko (Oficial Kwon Kwi-ok), No-shik Park (Kwang-ho Baek), Hae-il Park (Hyeon-gyu Park), Jong-ryol Choi (Padre de Du-man)
Luego de ver The Host del realizador surcoreano Bong Joon-ho, me lancé sobre la anterior cinta de este director, que algunos consideran aún superior. Así, por ejemplo, se nos presenta sin ambages los procedimientos violentos para extraer falsas confesiones a los sospechosos, al punto de resultar risibles. Así, por ejemplo, se nos presenta sin ambages los procedimientos violentos para extraer falsas confesiones a los sospechosos, al punto de resultar risibles.
Luego de ver The Host del realizador surcoreano Bong Joon-ho, me lancé sobre la anterior cinta de este director, que algunos consideran aún superior. No es caso, ya que se trata de películas muy distintas, pese a compartir algunos elementos (sobre todo) ideológicos. Memorias de un Asesino es claramente un policial, mientras que The Host es una película fantástica; ambas, sin embargo, son principalmente políticas y constituyen una fuerte crítica a la corrupción y la inseguridad ciudadana que caracteriza a los regímenes autoritarios, específicamente, el de Corea del Sur. Y comparten también un estilo que combina el drama con la comedia (no el humor negro ni cínico) sino lo irónico que resulta de situaciones completamente dramáticas.
Así, por ejemplo, se nos presenta sin ambages los procedimientos violentos para extraer falsas confesiones a los sospechosos, al punto de resultar risibles. Asimismo, se muestran las precariedades del trabajo policial en una comisaría de provincias. Igualmente, se aprecia el poco respeto de la población civil hacia los encargados de investigar una serie de asesinatos en serie que conmocionan a todo el país entre 1986 y 1991. Todo ello resultado de los represivos reflejos condicionados de un régimen autocrático, aunados a condiciones de trabajo poco eficaces. Contra estos procedimientos chapuceros se opone un detective enviado desde la capital, Seúl, para apoyar la investigación. Gracias a ello las indagaciones avanzan, aunque sin éxito, ya que el criminal siempre va unos pasos adelante que sus perseguidores. Y es que, pese a que finalmente ambos detectives unen fuerzas para lograr la captura, son las mismas precariedades arriba señaladas las que –bajo la apariencia del azar (la mala suerte)– terminan por entorpecer sus esfuerzos. Y lo interesante es como el policía capitalino termina, él mismo, cayendo en los mismos procedimientos chapuceros de maltrato y tortura a sospechosos que terminan siendo inocentes. Dicho en otras palabras, no es un problema de falta de nivel profesional de los operadores policiales, sino que el mismo contexto político autoritario (con su descuido en el tema de seguridad ciudadana) termina condicionando y reduciendo la capacidad profesional y operativa de las fuerzas del orden.
Aquí es interesante la analogía con Zodiac, el filme de David Fincher, sobre un asesino serial en los Estados Unidos, que llegó a sortear con éxito el asedio policial durante la segunda mitad del siglo pasado. La diferencia entre ambos casos está en el tratamiento realista de la cinta que comentamos y que incide en el aspecto político del asunto. Aquí no se trata de evaluar la eficiencia policial, sino de encontrar las raíces de su ineficiencia; además, no se ahorra la exhibición de las condiciones de vida de los sectores más pobres del país. Asimismo, es interesante comprobar cómo la crítica al régimen se presenta bajo la figura de un cuestionamiento al accionar policial. En Zodiac, en cambio, el peso del azar (la suerte) es mucho mayor y conduce a que la película se centre en la obsesión de los perseguidores; lo que también termina siendo el caso en esta cinta coreana, pero con distintos desenlaces, distintas frustraciones y, como espectadores, diferentes desasosiegos.
Demás está decir que Memorias de un Asesino es un thriller con notables cualidades artísticas en cada una de las áreas de la creación audiovisual; empezando por un guión impecable, con un suspenso de escalofríos y la recreación de una atmósfera turbia, sin llegar a excesos expresionistas. A ello debe sumarse actuaciones adecuadas, fotografía y ambientación muy logradas, en fin, todas las características profesionales que disfrutamos en The Host, pero aquí puestas al servicio de unos contenidos políticos muy pertinentes para países como los nuestros. En efecto, en Perú mucha gente tiene la idea de que en los regímenes políticos “de mano dura” hay más orden y seguridad, cuando en realidad ocurre lo contrario. La represión política indiscriminada, por su naturaleza ilegal y la falta de control político o ciudadano, conducen a la desaparición de la institucionalidad o a su desmoronamiento. Entonces, lo que parecía un punto a favor de tales regímenes autoritarios –el orden– empieza rápidamente a desaparecer y ser reemplazado por la arbitrariedad y los abusos resultantes; los cuales no hay forma de visibilizarlos ni articular respuestas eficaces para revertirlos. En un régimen democrático, en cambio, hay al menos la posibilidad de denunciar y evidenciar los errores o la prepotencia del gobierno; e, idealmente, la probabilidad de frenarlos, neutralizarlos y superarlos.
Por todo ello, es útil y valioso difundir (y disfrutar) cinematografías “emergentes”, como la surcoreana, y no sólo por sus valores políticos, sino también estéticos en un amplio rango de géneros audiovisuales.
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