Dir. Guy Ritchie | 114 min. | Reino Unido
Intérpretes: Gerard Butler (Uno Dos), Jamie Campbell Bower (Rocker), Idris Elba (Murmullos), Tom Hardy (Handsome Bob), Toby Kebbell (Johnny Quid), Matt King (Cookie), David Leon (Malcolm), Nonso Anozie (Tank), Charlotte Armer (Nurse), Gemma Arterton (June), Jimi Mistry (Councillor), Thandie Newton (Stella), Anton Saunders (Copper), David Sterne (Barman), Robert Stone (Bouncer), Mark Strong (Archie), Johan van Vuuren (Sloan 2), Bronson Webb (Paul), Tom Wilkinson (Lenny Cole)
Estreno en Perú: 04 de diciembre de 2008
En RocknRolla , Guy Ritchie se repite a medias con su anterior (y, en mi opinión, mejor) película, Snatch (Diamantes para cerdos), sin dejar de ser una cinta harto entretenida y con ingredientes suficientes para pasar un buen rato. Sin embargo, a partir de este punto, Rocknrolla toma un rumbo argumental diferente que su antecesora. El guión es una sumatoria de acciones y persecuciones trepidantes, con giros insospechados producidos por la gradual intervención de personajes y consecuencias ídem; habiendo secuencias técnicamente notables, como la persecución de los dos bandidos rusos a Uno Dos y Murmullos en las líneas de un tren en los suburbios.
En RocknRolla , Guy Ritchie se repite a medias con su anterior (y, en mi opinión, mejor) película, Snatch (Diamantes para cerdos), sin dejar de ser una cinta harto entretenida y con ingredientes suficientes para pasar un buen rato. A medias porque ambas comparten el mismo planteamiento inicial: bandidos de poco monta entorpecen y echan a perder los negocios de los peces gordos, desatando en el camino una ola de violencia mafiosa salpicada de situaciones de humor cínico. Sin embargo, a partir de este punto, Rocknrolla toma un rumbo argumental diferente que su antecesora. Además, tiene como punto a favor una contextualización política muy específica: la corrupción municipal en el desarrollo del mercado inmobiliario de Londres, lo que en cristiano significa la entrada de la mafia rusa (Uri Omovich y sus secuaces) y su enfrentamiento con el capo mafioso local (el ya veterano Lenny Cole).
Pero, adicionalmente, tenemos como segundo aspecto compartido la estética audiovisual basada en un montaje fragmentario, propio de los spots publicitarios (antes que del también presente videoclip), acompañados en esta ocasión por un rock estridente. Así, la única escena de amor propiamente dicha son unos brevísimos insertos que no muestran más que puntuales expresiones faciales de lo que podría ser un orgasmo, mientras que un diálogo importante entre Uno Dos y la bella Stella ocurre mientras bailan; y, en vez de sus voces, leemos sus dichos en viñetas similares a las que aparecen en las historietas (o comics). A ello debe sumarse la presencia de personajes de caricatura, como los adictos Johnny Quid y dos drogos adicionales, junto con la quizás tardía aparición de una pareja de estrambóticos matones rusos. Todo ello sazonado con las peculiares idiosincrasias de los bandidos mayores (una parodia de las diferencias culturales), unas divertidas y no ofensivas escenas producidas por la homofobia y homosexualidad gangsteriles, así como episodios de la cínica visión que el filme ofrece sobre las miserias del vicio blanco que caracterizaría a los rockeros.
El guión es una sumatoria de acciones y persecuciones trepidantes, con giros insospechados producidos por la gradual intervención de personajes y consecuencias ídem; habiendo secuencias técnicamente notables, como la persecución de los dos bandidos rusos a Uno Dos y Murmullos en las líneas de un tren en los suburbios. Hay ciertamente una buena dosis de violencia (un poco menos que en Snatch), pero en comparación con algunas películas coreanas que comenté recientemente, Rocknrolla sería una película para menores de edad. De hecho, el grado de estilización es tal que no es posible tomar en serio tal violencia y aunque el filme es agotador, no se llega al atosigamiento de cintas en las que la ésta sí obedece a una estética realista. Tal recargamiento e ironía formales también limitan la intención del director por lograr una sátira política de la forma de hacer negocios en el Londres del nuevo siglo.
Pasa un poco desapercibido que los bandidos mayores (Lenny y Uri) en realidad no son tales, sino que representan facciones de un mundo empresarial corrupto, y sólo se enuncia (mas no se desarrolla) el que representen la contraposición entre una vieja y otra nueva escuelas en el mercado inmobiliario inglés; aunque sí se exhiben sus nexos con pillos de los bajos fondos. Mientras que el interés del director por mostrar las transformaciones urbanísticas de la capital británica será apreciado básicamente por quienes viven en ella o la conocen. De allí que estos puntos de interés de la cinta (y que marcan una diferencia con Snatch) se diluyan bastante en el tráfago de casi pura acción externa en que transcurre el filme. Definitivamente, con su uso desmedido de la elipsis, Ritchie es exactamente lo opuesto a Angelopoulus y otros partidarios de los tiempos muertos, la introspección y la contemplación. Al mismo tiempo que se yergue como un ejemplo típico posmoderno, es decir, de violencia vacía, ironía, parodia, narcisismo y efectismo superficial.
En consecuencia, lo que más se disfruta en esta película son los elementos de entretenimiento tomados de los formatos comerciales de los medios de comunicación masivos y, especialmente, de la publicidad televisiva, los clips musicales y la estética del comic. La ecuación de acción, violencia desorbitada y humor cínico garantizan suficiente diversión al espectador, pero siempre dejando la sensación de que el director se está repitiendo a sí mismo. Y amenaza conseguir haciéndolo ya que, según afirma, esta es la primera parte de una trilogía. Veremos.
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