A este cineasta obsesionado por los artilugios de las formas cinematográficas y las historias de impacto tratadas con afán megalómano, le cupo un sitio preferencial en el corazón cinéfilo y de muchisimos más. No por nada durante su últimos años, cada uno de sus dilatados proyectos era esperado con gran expectativa. Se trataba de un culto que fue creciendo desded los años ’60 y que unido a su enigmática figura, lo conviertieron en un mito viviente. Muchas veces discutido, controvertido, adorado y detestado. Stanley Kubrick prefirió dejarnos con un enigma más a poco del estreno de su opus final en 1999. Tenía setenta años y gozaba del control creativo de su obra realizada con la Warner Bros desde la época de La naranja mecánica. Condiciones que le permitieron indagar más allá de los géneros que trato en sus película de madurez, tales como el thriller, el cine de época, o el bélico. En todos ellos se destaca una mirada fija sobre la humanidad y una esencia irrisoria que expuesta con más claridad cuando el humor entra a tallar en medio de planos hipníticos, irreales, cargados de gigantismo hasta en los momentos serenos o íntimos. A continuación damos un breve repaso por esta obra polémica y muchas veces genial:
Fear and Desire: La primera película de Kubrick la realizó de forma artesanal, pero incluso con sus evidentes carencias, se destacan los primeros intentos por desarrollar el espectáculo de una forma intrigante. Una cinta bélica en la cual los soldados paran, se sientan, observan y se obsesionan. La guerra o la aventura aparecen desde aquí para el director como un asunto menos heroíco y expeditivo. (Jorge Esponda)
Killer’s Kiss: El film noir le acomodó mejor al joven director, al menos para ganar rápido oficio y crear las primeras claves de su estilo a través historias límite. En esta película, todavía discreta, se comienzan a ver varias de las características visuales de cine cine. Un retrato de la perdición en los bajos fondos con travellings, y con imágenes bizarras, barrocas, como esa persecusión entre los maniquíes o la ritualidad de las escenas de ballet, las cuales contrastan con la presentación realista del ambiente boxístico de donde sale el trágico protagonista. (Jorge Esponda)
The Killing: Todo un paso adelante significó esta cinta criminal redonda y peculiar. Los preparativos de un gran robo, su ejecución, y los sucesos posteriores, son revisados en una estructura anómala que deben haber significado mucho para el futuro Quentin Tarantino. Sin embargo, el innovador Stanley se las arregla para que sus virtuosismos nos permitan vislumbrar ese aura de fracaso tras este mundo de complots, en donde se va la vida. (Jorge Esponda)
Paths of Glory: Esta vez Kubrick toca un tema en mayúsculas. La historia y la guerra se funden en una visión custionadora donde la misma tradición del género se desarmando. Un oficial se enfrenta al elefante de su alto mando y sus decisiones en este campo de batalla transformado en tablero de ajedrez. Desencantada visión en la que por instantes parace flotar una elegiaca órbita fordiana. (Jorge Esponda)
Espartaco: Epopeya descomunal y compleja inspirada en la historia de una de las revoluciones más grandes que amenzaron a la Roma antigua. Pero el director sabe que su propia época contiene el gérmen de otra sucesión de revueltas, y hace una película de claras alusiones sociales y humanistas. Épica en un instante confuso para el género y que dio como resultado esta cinta átipica pero emocionante. Sino recuerden ese despliegue de precisión casi matemática en la secuencia de la batalla final. (Jorge Esponda)
Lolita: Kubrick se acercaba al pináculo de su fama y las controversias. Para acentuarlo solo tuvo que remitirse a una imagen menos colosal: la de la bella Sue Lyon asumiendo la identidad de Dolores Haze, la chica que se hace neblina de confusión en el espiritu completo de Humbert Humbert. James Mason compone al viejo verde por excelencia, tal vez el unico punto de esta película que para muchos resulta una obra menor, aún sin la comparación con el delirante libro de Nabokov. (Jorge Esponda)
Dr. Strangelove: Ni siquiera el vendaval erótico de Lolita se acerca en provocación a esta extravagante y sardónica visón de la guerra fría. Según el racionalismo de Kubrick, todos los intereses creados alrededor de la amenaza nuclear son mera estupidez. Un instante de ánimo misántropo en el que imagina que toda la humanidad se merece la hecatombe agitando sobreros vaqueros y con hurras que devienen en cantos de alegría. (Jorge Esponda)
2001, una odisea espacial: Película de vanguardia que fue tan minimizada por mucha de la intelectualidad de la época, como alabada como icono de la era de los trips psicodélicos. La verdad es que esta es una gran película que lanza interrogantes ontológicas mucho mejor que el libro del que procede la idea. ¿Es drama de ciencia ficción? ¿Cine de aventuras atípico? ¿Un experimento arty de aires documentales? Un poco de todo y otras claves más. Aquí las pretensiones de su cine encuentran su escenario ideal (no casualmente lejos de la tierra). Un espacio que cumple su propósito de reducirnos como espectadores y seres humanos, a nivel infinitesimal. (Jorge Esponda)
La naranja mecánica: Si el salto dimensional ya estaba consumado, a Stanley solo le queda perfeccionarlo. Esta película se define como un total artefecto cargado de todas las virtudes y excesos de su autor. Una visión abigarrada sobre la violencia a través de todas las épocas. Un tiempo actual literalmente «de fantasía» que apela a resumir el espado más primario y nocivo de la agresión a través de símbolos: ropajes, modales, y escenarios híbridos, planos desconcertantes. Todo ello contextualizando el grado mayor de los alcances de Alex y su pandilla, transformados por las instituciones, causas sociales, y movidas políticas. Con tal destino el protagonista amoral se da incluso el gusto de empacharse con la decadencia intelectual y la mitología. Tal afán es una pisada que te ahoga o te fascina. (Jorge Esponda)
Barry Lyndon: Negada como obra maestra, Barry Lyndon es un fresco vivo que destaca entre lo mejor de su filmografía. Su preciosismo esteta, que aquí alcanza niveles obsesos, está filmado con la precisión y prestancia de un Autor. Barry Lyndon llegó luego del zamacón que significó La Naranja Mecánica, y no fueron pocos los que quisieron bajar al genio del pedestal. Pero esta historia de ascenso y caída, la de un irlandés humilde que lo tuvo todo y luego lo perdió por tomar siempre las decisiones erradas, destaca por esa minuciosidad enfermiza que sometía a Kubrick, que toma prestados elementos del renacimiento, la pintura neoclásica y el simbolismo, pasando por el cine mudo. Un tour de force para todo aquel que quiera involucrarse de verdad en esto de «hacer películas». (Christian Manzanares)
The Shining: Kubrick siempre fue un observador minucioso. Si iba a hacer una cinta de terror no iba a poner los sustos en el rostro de unos monstruos cualquiera. Él eligió el terror más hondo; el que llega de la frustración y el miedo al fracaso, el que llega a través de los que se suponen que te tienen que proteger. Y lo volcó sobre el más desválido, un niño. Una cachetada para toda película de sustos, el terror es una cosa diferente. Se llama The Shining. (Antolín Prieto)
Full Metal Jacket: Acaso para cuando se estrenó, las-películas-sobre-Vietnam ya sobraban, pero Full Metal Jacket, que no es una película bélica en su acepción más tradicional (ellos malos, nosotros buenos), enfoca la «otra parte» de la guerra como ninguna hasta ese entonces, y como no lo he visto después: la preparación militar. Es aquel inolvidable y genial primer acto que subsume mucha de la esencia del buen Stanley: a pesar de que no parezca que vayamos a ninguna parte, nuestro destino está escrito. Los discursos «motivacionales» del sargento Hartman (un PERFECTO Lee Emery) siguen apuntalados como los diálogos más atronadores de cualquier película . Es tal vez por eso que lo que sigue luego pierde un poco de su atractivo: Kubrick prefiere enrevesarnos con temas secundarios más difusos, en contraposición a lo explícito que resultaba la vida en el campo de preparación militar. Todo se trastoca, el heroísmo, la valentía, el sacrificio. La guerra no mata, esos chicos ya estaban muertos desde antes. (Christian Manzanares)
Ojos bien cerrados: Baby did a bad bad thing
De la tentadora infidelidad al tormento de los celos, del sueño a la pesadilla, hay solo una contraseña de distancia. El compromiso del matrimonio es una cosa seria, aunque en ocasiones se convierta en un frío juego de máscaras, caretas que a la larga no protegen, sino desnudan los más íntimos temores y deseos. Kubrick entra al juego, llevando consigo a la pareja protagonista de aquella época.
Si una esposa con espalda hermosa, coronada con dos perfectos hoyos sacros, no es suficiente para Tom, que podemos esperar los simples mortales. Viéndola a la distancia de los años, Nicole debe haber entregado en Eyes Wide Shut la mejor actuación ever, es tan buena, ella y su perfomance, que se le ve y escucha creíble incluso en el making of.
Tener una mujer bella como compañera, y creer que ella puede o no desear a alguien más, esa es la peor sensación que un hombre puede experimentar. Como dice Marty, mejor será no preguntar, mejor será cerrar bien los ojos: (Laslo Rojas)
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