Conocido biográfo -Kurt Cobain, Paul McCartney y Mick Jagger han sido vistos con lupa en sus libros anteriores- Christopher Sandford se dispone a dar una pretendida mirada concluyente a la figura del cineasta polaco Roman Polanski, su vida y carrera extravagante, en la que se incluye por supuesto su expocisión en las crónicas policiales desde los años ’60. El libro se titula sencillamente Polanski y acaba de ser lanzado hace unos días generando gran curiosidad. Al parecer una existencia tan agitada como la del director de El bebé de Rosemary y Chinatown, nunca dejará de llamar la atención aunque se conozcan de ella muchos detalles rebuscados con pasión y morbo. Incluso contra la voluntad del propio protagonista quien en estos últimos años ha desarrollado una fobia por la exposición pública, y prefiere la vida familiar y de perfil bajo al lado de su esposa, la bella actriz francesa Emmanuelle Seigner, y sus dos hijos. Claro que esto no hace desmedro de su carrera todavía en activo.
Sandford además de incómodo auscultador, se declara admiradordor de Polanski y se dedica a realizar una extensa revisión de su filmografía, trazando un paralelo simbólico entre esta y las tragedias de su existencia. Po ejemplo, su infancia marcada por la muerte de su madre en un campo de concentración, mientras estaba embarazada, hecho que según el propio director, lo hace sentirse más identificado con su personaje de Oliver Twist que con nadie más. La historia se repetiría con el asesinato de su esposa Sharon Tate, también embarazada, a manos de Charles Manson y su clan.
De esta perspectiva no se salva el caso de abuso sexual a Samantha Gailey. Ella tenía 13 años y él 47. Polanski la embriagó, drogó y mantuvo con ella el intercambio sexual. Según los datos del juicio que revela el libro, Gailey había sido invitada para posar en una sesión fotográfica que el director realizaba durante una fiesta en casa de Jack Nicholson. Todo el incidente y las secuelas que hoy perduran, son reflejadas por el escritor a través del plot incestuoso de Chinatown. Recoge incluso varios de los testimonios de la propia Gailey y de los miembros del jurado de ese primer y único juicio: «Ella dijó que él se inclinó y la besó, que le decía ¡no! y ¡apártate!. Fue el momento en que nos dimos cuenta, cuando nos miramos y pensamos que esa podría ser nuestra hija».
Polanski reconoció los hechos pero huyó a Europa, temiendo una pena de hasta 50 años en la cárcel. «Se convirtió en un carnaval, el pobre Roman era casi un oso enjaulado al que se exhibía», dice el biógrafo, quien sostiene también que «muchas personas han purgado largas penas de prisión por mucho menos de lo que él hizo». De hecho el cineasta no ha vuelto a EEUU, ni siquiera para recibir el oscar por El pianista. Samantha Gailey, hoy de 45 años, ha pedido públicamente que se cierre el caso. Pero mientras la justicia estadounidense lo resuelve, Polanski sólo filma en su bastión europeo. Otra de tantas historias de película que lo rodearon siempre. A continuación los dejamos con un fragmento del libro dedicado a los sucesos de marzo de 1969.
En Londres ya eran las nueve de la noche del sábado. Polanski, cuentan, había pasado la noche anterior en una discoteca llamada Revolution, antes de pasar las primeras horas de la mañana en compañía de un grupo más selecto de amigos, en West Eaton Place Mews. Parece que por la tarde estuvo trabajando en el problemático guión de The Day of the Dolphin, con Michael Braun y el productor de la película, Andy Braunsberg, y que aquella noche pensaba cenar con Victor Lownes. Polanski dice, en una pequeña discrepancia, que su cena con Lownes iba a ser una «reconciliación», después de unas semanas alejados; Lownes, en cambio, recuerda que la noche anterior habían estado juntos en la discoteca.
El teléfono sonó cuando Polanski se disponía a salir para el restaurante. «Roman», dijo Tennant, «ha habido una catástrofe en la casa». «¿En la casa de quién?», «En la tuya». Tennant dijo el resto lo más sencillamente que pudo. «Sharon ha muerto, y Wojtek y Gibby y Jay también. Han muerto todos». «¡No, no, no!». Polanski imaginó de inmediato que la casa había quedado sepultada en una avalancha de lodo, o sufrido algún otro cataclismo natural. Tennant, ahora llorando ruidosamente, dijo que todos habían sido asesinados.
(Vía La Tercera)
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