Renzo Aroni Sulca -historiador y profesor de la Universidad de San Marcos- estuvo presente en la proyección de La teta asustada en Manchay y a partir de esa experiencia escribió un interesante artículo que es un acercamiento al tema de la violencia y sus secuelas. Entre otros puntos el artículo lanza algunas inquietantes preguntas:
¿Por qué la “teta asustada” y qué significado tiene para nosotros esta frase acuñada por la antropóloga médica Kimberly Theidon? ¿En qué medida esta película nos vuelve a repensar el pasado de la violencia política en el Perú? ¿Qué sentido tiene para nosotros los peruanos las narrativas de las mujeres víctimas de violación de derechos humanos producidas durante la guerra?
En la historia de Claudia Llosa son en efecto las mujeres las que cargan con el peso que la violencia ha dejado, en particular el personaje de Magaly Solier (Fausta) sobre la que se concentra la narración. Renzo realiza una lectura de las características de este personaje y por extensión de las mujeres que ella representa:
El drama subjetivo que vive la madre de Fausta y la propia Fausta es el drama que hoy viven muchas mujeres en las comunidades arrasadas por la violencia. Esta narrativa ficcional (…) son los recuerdos “enmarañados” que no están resueltos, recuerdos inconclusos, sueltos, soterrados, que motivan a pensar, desde el lado más sensible del ser humano.
La historia de Fausta representa el drama de una “memoria tóxica” o “experiencia fallida” (Del Pino 2003:57), es decir el recuerdo “sedimentado” o “encapsulado”, que no le permite al sujeto liberarse de su padecimiento, una imagen cautivada en la mente humana por los defectos de la experiencia del pasado, pero que al fin al cabo busca un camino en un mundo complejo y ahogante, abriendo grietas, desechando lo tóxico, todo lo que atormenta.
Más adelante el historiador relaciona el tema de la memoria con las secuelas de violencia:
La historia de Fausta es la “memoria subterránea” de muchas mujeres y huérfanos/as. Aquí no hay ausencia de memoria, lo que hay es una memoria de lucha interna en el individuo y que llega a circular en el ámbito familiar o “redes sociales afectivas” (Pollak 1989), pero que no escapa al espacio público. Porque hay miedo, no vergüenza. Porque hay abusos que permanecen. Porque sencillamente no hay justicia.
Hay muchos párrafos por comentar, los aquí citados no son necesariamente los más relevantes, pero sirven para pintar los contornos de una mirada valiosa: la de un profesional a todas luces conocedor del tema de fondo de la película. Y esta es quizás una tarea pendiente: mirar desde distintas perspectivas y disciplinas el producto fílmico, no sólo desde la pura visión cinematográfica, más aún si como en el caso de La teta asustada, se tocan temas cercanos y polémicos. Recomendamos la lectura del texto completo:
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