Después de englutir a última hora un rico ají de gallina, corrí con la mano sobre la panza hacia la función de prensa de Plan B, ya que me había quedado dormido para las de la mañana y ya hubiera sido el colmo. Al fin llegué con la peli comenzada, pero igual había leído algo al respecto así que no demoré en ubicarme en el tiempo y el espacio de la sala.
El año pasado tuve la oportunidad de ver un cortometraje de Marco Berger cuando yo también asistía todavía a algunas clases de la Universidad del Cine. Se trataba de El reloj que venía de participar en Cannes o algo por el estilo, pero la cuestión era que le iba muy bien en los festivales y se tenía que ver. Mi amigo Nahuel Viale era uno de los protagonistas en una historia que trataba la fricción homosexual entre adolescentes promedio. Y parece ser éste un tema recurrente en el trabajo del director.
Plan B nos presenta la ridícula estrategia de Bruno (Manuel Vignau), que piensa que levantándose a Pablo (Lucas Ferraro), el actual novio de su ex, la recuperará. La ópera prima de Marco Berger que compite en la Selección Oficial Argentina resalta por su sencillez y sobre todo por el trabajo de actores, lo terminé de entender al leer una entrevista en Sin aliento (diario del festival) donde explicaba su extensa formación teatral previa a su incursión al cine. Pero no se equivoquen al pensar que Marco está obsesionado con la temática gay, su verdadero interés cae sobre el deseo en si mismo o la represión de su satisfacción. Bruno y Pablo crean una amistad infantil, como cuando teníamos 12 años e invitábamos a un amigo a pasar la noche para hablar en lugar de dormir. Así, está cercanía termina desplazando el plan original de Bruno, las bromas terminan resultando forzadísimas excusas para dormir semi desnudos juntos y besarse.
La mayor deficiencia del filme es la estética descuidada, se me hizo difícil encontrar planos agradables, tanto por composición como por iluminación. Por otro lado, no llegué a sentir esa tensión sexual muy presente a lo largo del relato, me refiero al tratamiento de ritmos y atmósferas. Berger se centró demasiado en la parte actoral dejando de lado todas las otras áreas, no se percibe una propuesta estética absoluta ni mucho menos una prolijidad pareja. El montaje es fallido y facilista al delatar la desaceleración del corte original con planos estáticos de edificios. ¿O tal vez el director buscaba alargar el guión de mediometraje? Shame on you!
Fuera de todo, se agradece la humildad de la propuesta, no fue para nada una película agobiante como a las que nos tiene malacostumbrados cierta producción de la Universidad del Cine.
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