“No alcanza el tiempo”, es la frase que cada vez. BAFICI te desborda, te copa, te deja insatisfecho, te excita al mismo tiempo que lo maldices. Por tener tanto que mostrar, por dejarte poco tiempo para verlo todo. Porque es cierto, a veces quieres verlo todo. Pero en otras ocasiones, ya no puedes más. Y porque, aún cuando quieres, casi no quedan fuerzas de escribir algo, luego de 6 películas encima. Por eso recién puedo terminar de escribir algo sobre lo que pasó el primer fin de semana del BAFICI 2009.
Tal como en días anteriores, el festival tuvo bastante que ofrecer, pero fui yo quien ya no disponía del tiempo para acogerlo, así que ordenarse, tuvo que ser vital. Justamente, con las funciones de prensa, una buena parte de aquello que te puede interesar está a tu disposición, así que esta vez elegiríamos una de las primeras funciones. Le elegida fue Sell Out! de Yeo Joon Han. La película malaya se encuentra en competencia así que sería interesante ver su propuesta. Kuala Lumpur es la sede del encuentro imposible entre 2 personajes completamente opuestos: una conductora de televisión arribista y petulante, y un inventor tan ingenuo como de muy buen corazón. Ellos 2 son el centro de atención de una ¿comedia? ¿musical? poblada de situaciones absurdas, diálogos más absurdos todavía , y pinceladas de humor negro por momentos efectivo, por momentos todavía más absurdo (y ya no tan risible), junto a personajes secundarios que bueno, ya sabes… mucho más todavía. Le va bien a la cinta en el festival, pues parece que cuenta con bastante simpatía de la audiencia. A nosotros no nos da para tanto.
Ahí no más decidimos abandonar la ficción para abocarnos a hechos palpables, y una película del ilustre director chileno Raúl Ruiz sería lo apropiado. El realismo socialista se proyectaba en uno de los Hoyts e hicimos nuestra cola. Una vez dentro, el propio Ruiz nos esperaba para contarnos algo sobre su film de 1973. Con apenas 52 minutos, esta película, “hecha a la diabla, como la mayoría de mis películas”, tal como lo manifestó el mismo Raúl, y filmada con actores no profesionales, es una mirada no sin sorna sobre la política de su tiempo en su país, en donde un obrero que se apropió de algunas herramientas de su partido se pregunta si acaso no tiene derecho a progresar mientras sus compañeros deciden botarlo del mismo. A la par, un publicista político, es tan conservador como inútil en su intento de querer ser lo que no es ni será: un “revolucionario”. Aquí hay mucho humor, pero que destila de las mismas contradicciones y calles sin salida que el propio discurso ideológico impone sin que ninguno repare en la imposibilidad de su ejecución. La escena de la fiesta en la que el trabajador expulsado celebra la formación de su propio partido es de antología.
Y como nos pusimos de buen humor, nos pareció que estábamos en la capacidad de soportarlo todo, así que, ¿por qué no una película de José Mojica Marins? Hora y media de terror y gore sería bueno para probarnos un poco. Encarnaçaõ do Demônio significa el regreso de Zé do Caixão al ecran, con más edad, más sangre, más sexo, más bichos, y más uñas que en todo lo que se le conoce desde hace décadas. El maldito Zé regresa para obtener descendencia, y para eso, escapar de la cárcel será el primer paso. De ahí en más, tras muchas muertes brutales a su paso, buscará la mujer ideal para engendrar a su vástago. Así tenga que brutalizar a cuanta fémina se le cruce delante en la enorme Sao Paolo. No siente remordimiento ni culpas, profiere obscenidades y maldice a hombres y mujeres por igual. Es cruento, violento, perverso. Y no importa morir si su linaje está asegurado. Para los fans del género, y del, éste sí, buen Mojica, lo disfrutarán bastante, pero hagan como yo, almuercen luego de verla. Lo que siguió luego merecería todo un post solamente para relatar mis impresiones, pero no será aquí.
Nuestra siguiente función no era en un cine, sino en el estadio de Velez Sarsfield, pues Iron Maiden tocaba en vivo. Y teníamos que ir. Pero de eso ya habrá tiempo para hablar. Lo que sí no puedo dejar de mencionar fue que luego de tan magnífico recital, tuviera el sustento como para regresar al Abasto a ver otra película más, ¡¡luego de la 1 am!!. Y encima de terror; bueno, se suponía, por el título de la misma, I Sell the Dead, de Glenn McQuaid. Pero la categoría más precisa para su película sería comedia de terror. La platea se desbordaba en carcajadas durante su proyección, y resultó muy agradable ver una historia de zombies en la época victoriana. Ayudó mucho la presencia de rostros reconocibles: el «Hellboy» Ron Perlman, Larry Fessenden (quien presenta The Last Winter aquí en el BAFICI) y Dominic Monaghan, Merry en El Señor de los Anillos. Estos últimos constituyen la pareja protagonista, ladronzuelos de poca monta que relatan sus peculiares avatares como robacadáveres. Una entretenida forma de acabar el sábado. Aunque hubiésemos preferido terminar de igual forma el domingo, pero era poco menos que incierto…
Para el día siguiente, domingo con mucho mucho sueño, a duras penas pudimos llegar a una función mañanera para prensa. Sabíamos que la directora Su Friedrich se encontraba en el BAFICI así que fue un buen pretexto para ir a ver algunos de sus cortos. Estos fueron Scar Tissue, But No One y Sink Or Swim. Su estaba ahí en la sala del Hoyts reservada para la ocasión y habló un poco sobre lo que veríamos, sobre todo a partir del segundo de ellos: una serie de fotogramas que se basan en sueños, y cuyas cintas posteriormente fueron manipuladas, agregándoles textos con marcadores. El primero de ellos fue un juego de contrastes, tacones en un plano, cigarros puros en el otro, ellas en un plano, ellos en el otro, ellas caminan ágiles, inquietas, apuradas, ellos quietos, distantes, pasivos. Todo en silencio, todo contemplativo. Nunca se invade lo observado. Fetichismo tal vez, pero sí curiosidad por el comportamiento de género. “But…” como se dijo, aborda un plano onírico, mientras se lee lo escrito. Como la propia Friedrich manifestó, éste es un corto que extiende uno de los sueños particulares que tuvo y que no pudo incluir en alguna pieza anterior de su filmografía. Finalmente, “Sink…”, la más extensa del trío, nos conduce mediante la voz en off de una niña por los caminos de una relación entre padre e hija (no sabemos si referidos a la propia locutora, puesto que habla en tercera persona), que pese a sonar distante no evita involucrarnos emocionalmente.
Sí, comenzamos algo cargados el día, pero lo que siguió no fue caramelito no más. Nos vemos atraídos por otra película chilena, Tony Manero, así esto signifique perdernos otra que dan al mismo tiempo, A l’ouest de Pluton, que también nos recomendaron, pero como que no tenemos ganas de leer subtítulos, así que seguimos no más con la de Pablo Larraín. Buena elección. Teniendo como fondo la dictadura militar chilena de Pinochet, Larraín se introduce en la vida de Raúl Peralta, devoto fiel y axiomático de John Travolta y Fiebre de sábado por la noche. Toda su vira gira en torno a esa película, todas su posesiones se deben a la recreación, fidedigna y meticulosa, de cada paso, cada flexión, cada movimiento de Tony Manero. Pero esta obsesión es patológica, al punto que es capaz de convertirlo, sin culpa ni dudas, en un verdadero criminal: asesina, roba, miente, humilla. La mezcla tan rara (y por momentos incómoda) de humor negro, nigérrimo, con denuncia política que logra el director chileno, es encomiable (teniendo en cuenta que su ópera prima Fuga no tuvo tan buena recepción en algunos círculos), y se apoya en la actuación Alfredo Castro, una representación memorable, como un hombre que nunca ganó nada, que lo ha perdido todo, y cuya ilusión perturbadora y engañosa (porque no baila tan bien como él cree, ni jamás causa empatía), sumado al contexto de la historia, muestran un film irreverente y violento, pero impactante en su denuncia.
Una crítica a la crítica (cinéfila, esto es) es lo que propone Lionel Baier en Un Autre Homme, cuando nos muestra a François buscando un trabajo como editor y luego aceptando uno como crítico de cine para un periódico local en el Valle de Jura. Aplicando matices cómicos, y haciendo referencias a películas como Madame Bovary, Baier carga en su personaje todo el cinismo que un hombre que se dedica a esta labor puede albergar, pero que encima de todo esto aprende que el camino que ha elegido, copiarse reseñas, hablar de películas que no ha visto, incluso comentarlas en la radio y relacionarse con otros críticos más cínicos –pero sobre todo más conocedores que él– será más complicado de lo que creyó en principio. Uno de esos críticos es Rosa, quien no quiere ser su amiga ni su colega. Simplemente quiere usarlo para su propia satisfacción, ya sea sexual (ella lo excita y juega con él, le dice qué hacer, cómo tocarla, etc), o intelectualmente, no pretende enseñarle. Lo que François aprende es que ser lo que no eres, puede funcionar mientras no te involucres demasiado con quienes no debes, o mientras nadie te descubra.
Para cuando esta función acabó, decidimos comer algo en muy buena compañía, recuperar energías y luego, más tarde, volver al cine… pero esto último jamás se dio. Y no porque esa tarde/noche Perú hubiese perdido con Chile, sino porque necesitábamos esa energía para la última semana del BAFICI. Seguiré escribiendo, si es que no se me ocurre ver funciones a las 11:45 pm. Oh, vamos, a quién quiero engañar…
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