La semana final del BAFICI la comenzábamos con un balance hasta cierto punto preocupante: muchas funciones agotadas, muchas películas ya fuera de exhibición, y muchos horarios que se cruzan y nos dejan con la incómoda de tener que decidir entre 2 ó más pelis que queremos ver sí o sí. Ante esta última situación, solemos apelar a lo confiable: una recomendación, un buen comentario, un movimiento asertivo de cabeza ante su mención, una reseña auspiciosa. Estos últimos 7 días del festival han sido todo un vaivén de gustos, preferencias y prioridades, desde el lunes pasado hasta hoy sábado. Repasemos lo que pudimos apreciar estos días finales del festival argentino.
Elegimos «180 grados» de Raúl Perrone, para comenzar la semana. Este director tiene otra película suya en competencia, “Bonus Track”, y contaba con cierta preferencia de la audiencia, así que nos llamó la curiosidad qué nos ofrecía con esta otra cinta. Perrone decidió apelar al minimalismo y la exploración de las diferentes texturas que le ofrece el video digital para contar una historia de incomunicación entre un muchacho y las diferentes personas que constituyen su entorno (padres, amistades, novia), que se torna etérea y algo desabrida en su promesa. Quizá lo mejor hubiese sido ir a ver Bonus Track, su película de skaters. Si va para Lima, la vemos; aquí ya fue imposible.
Aun cuando la experiencia no fue del todo satisfactoria, decidimos insistir con los unipersonales digitales, a ver si nos sacábamos el clavo. Ahora le tocaba a “She Unfolds by Day”, hecha por el todista (la produce, la dirige, la edita, y actúa en ella) Rolf Belgum. Ese aire intimista (porque actúan desde su propia familia hasta su mascota, un fox terrier hiper inquieto) le pasa factura al acabado final, en donde se relata una historia a manera de loop que se dilata a medida que avanzan los minutos: una madre senil víctima del Alzheimer se escapa de su casa cuando su enfermera particular se descuida. Vemos esta acción repetirse y repetirse, para posteriormente descubrir un añadido en cada corte, que devela una rutina que puede resultar sofocante. Belgum decide colar tomas de insectos en su habitat sin mayor justificación que la de ser parte del jardín trasero de su casa, o el bosque que su madre cruza cada vez que decide escabullirse de su control. Una historia de cotidianeidad en donde el hijo es responsable hasta donde la paciencia no le impida salir a pasear con la enfermera de guardia a cargo de su madre. Pudo ser peor, pero pudimos escoger algo mejor en ese tiempo, sin duda.
Luego de lo visto, queríamos acción. Queríamos un buen sacudón en nuestros asientos, y el indicado era Prachya Pinkaew. El tailandés ha presentado 2 películas en el BAFICI: “Tom Yum Goong” (que nos cuentan que llegó sin subtítulos), y la que elegimos ver, “Chocolate”. Quienes nos la recomendaron nos prometieron mucha acción, y no pusimos en duda sus palabras hasta que vimos el intro. Muy melodramático y poco emparentado al cine de artes marciales que esperábamos degustar con ansias (digamos, algo como lo que hacía Jackie Chan cuando recién comenzaba, de esas pelis que ves en el canal 5 los sábados o domingos por la tarde, a veces). Es después de estos minutos iniciales que nos pusimos muy cómodos con el espectáculo visual, pletórico en patadas voladoras coreografiadas que tanto nos deleitaron. Pinkaew y su yunta Panna Rittikari, el coreógrafo de artes marciales para ambos filmes, nos cuentan la historia de una niña autista, hija de una ex mafiosa, que junto a un amigo de infancia, salen a la calle en busca de todos los mafiosos que le deben dinero a su madre, ahora retirada por estar consumida por el cáncer. Y una vez que la primera patada es lanzada, vienen cuchumil más, todas sin parar, todas te duelen, todas que hacen reír convulsivamente. Incluso, luego de ver esos detrás de cámara insertados en los créditos finales, donde se ven que ciertos patadones hasta dejaron extras hospitalizados, no hicieron más que dejarnos un mejor sabor de boca, y seguir aplaudiendo antes de dejar la sala.
Más adelante quisimos saborear algo de cine inglés, y hubo un par de cintas para probar. “Awaydays” está basada en la novela homónima de Kevin Sampson. Paul es un joven inglés de un pueblo pequeño quien, tras la muerte de su madre, intenta a toda costa introducirse en el sendero de un puñado de hooligans de los Tranmere Rovers. Sampson adapta su novela a guión y le permite a Pat Holden dirigir una historia de alienación y pertenencia, en la que Paul se ve inmiscuido en el vértigo de la violencia, peleas, sexo, drogas y mucho post-punk circa 1979. Elvis, un homosexual que está dentro de esa mancha, y que siente que ha perdido el rumbo, servirá de guía iniciática para Paul, pero al mismo tiempo le hará ver lo podrido de ese ambiente, y las consecuencias que acarrean para todos ellos. Holden no se gasta en glorificar ni condenar a Paul o a la horda de desadaptados a la que sigue, simplemente muestra la inicial conversión y posterior salida esta pareja, sabiendo redondear el acabado final con un soundtrack que recoge temas de los primero Echo & The Bunnymen, Ultravox, Joy Division, y además un cameo especial de The Rascals (con un cover de E&TB). Recomendable.
También del Reino Unido viene “Hunger”, el debut cinematográfico del artista visual Steve McQueen, y también nos narra un drama humano: los últimos meses de vida de Bobby Sands, un preso político irlandés que se sometió a una huelga de hambre durante 66 días hasta fallecer, contra el fin del estatuto de presos políticos. La propuesta de McQueen es novedosa en su tratamiento visual, en las 3 partes en la que decide seccionar esta narración. En la primera, muestra la vida dentro de prisión de los internos en ambientes opacos, un día a día plagado de tratos crueles y agresivos por parte de los custodios, quienes a su vez tratan de resguardarse hasta el mínimo detalle en su vida civil contra cualquier atentado. La segunda sección es quizás la más poderosa: en un solo encuadre, de más de 15 minutos de duración, Bobby dialoga con un cura, ambos exponiendo sus puntos de vista frente a la decisión ya tomada, en una exposición de ideales y credos, en donde el diálogo es tirante, y jamás ceden en sus posiciones. El tercer movimiento, es el de la agonía. Con una extraordinaria asepsia, McQueen muestra las llagas de Sands, su deterioro físico y ulterior agonía, ya sin diálogos, y apelando a imágenes prístinas y metáforas oníricas. Salimos satisfechos de los Hoyts.
Siguiendo con el cine del continente europeo, elegimos una película de Rumania. Su nombre, “Hooked”, del director Adrian Sitaru. Nuevamente un tratamiento novedoso: toda la película está filmada usando la cámara como el punto de vista de cada actor. Una pareja de amantes (ella infiel, él pidiéndole que deje a su actual pareja) sale de la ciudad para un picnic. Casi llegando al campo atropellan a una joven mujer. En su desesperación por ocultarla en el bosque, la muchacha reacciona, y sin recordar mucho de lo ocurrido la invitan a pasar el picnic con ellos. Es ahí donde el trato de la pareja con la extraña adopta un grado de complejidad que es capaz de alterar la malograda relación de la pareja. La “invitada”, que resultó ser además una prostituta de carretera, se vuelve confianzuda, insidiosa, inquisitiva y llega al punto de chantajear emocionalmente a cada una de las partes (por separado, desde luego), haciendo que cada uno diga lo que no debe sobre el otro, y ya no sepan qué pensar de elllos. El papel de Maria Dinulescu cómo la prostituta atropellada es sumamente atractivo, y resultó decisivo para el jurado del BAFICI como para elegirla la mejor actuación femenina del certamen. Bien premiado.
Y para terminar la semana, volvimos al cine latinoamericano. Cortos argentinos, unos más entretenidos que otros, por supuesto. Comenzamos con Pehuajó, de Catalina Marín. Una historia simple, de una chica que se muda a la casa de su enamorado, justo el día de año nuevo. Al llegar descubre que no puede entrar por no tener las llaves, y decide vagar todo el día por los alrededores. No hay mucho diálogo en los veinte minutos que dura su corto, pero la actuación principal es convincente, pues se muestra insatisfecha, cansada, aburrida, asustada por el cambio y abandonada. Se llevaron el premio de la Competencia Oficial de Cortometrajes. Las tensiones subieron un poco más con Distancias de Matías Lucchesi. Una pareja de esposos y su hijo de unos 7 años conducen por la carretera hasta que el padre decide parar y salir del carro. Ella no entiende nada, y baja a increparlo. La discusión no se hace esperar. El niño, quizás hastiado por una situación que seguramente es repetida, abandona el carro sin que los padres se percaten, se adentra en el campo, y se oculta. Cuando los padres se reconcilian y vuelven al carro para seguir conduciendo, no reparan en su ausencia hasta muchos metros más adelante… y deciden regresar a buscarlo. Infructuosamente pues el niño supo ocultarse mejor. Una buena historia en apenas 10 minutos. Finalmente, Escenas sobre la muerte de los niños de Nicolás Zukerfeld no es una recopilación de escenas sobre la muerte de los niños, sino un corto de algo más de veinte minutos en blanco y negro, que cuenta una historia que, no puedo negarlo, no entendí. Eso fue todo.
Vi más cosas, desde luego, pero me abandoné exclusivamente a lo que fueron documentales, que hubo montones, y muy buenos, me parece. Ya hablaré sobre ellos en extenso en posteos siguientes.
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