A fost sau n-a fost?
Dir. Corneliu Porumboiu | 89 min. | Rumania
Intérpretes: Mircea Andreescu (Emanoil Piscoci), Teodor Corban (Virgil Jderescu), Ion Sapdaru (Tiberiu Manescu), Mirela Cioaba (Doamna Manescu), Luminita Gheorghiu (Doamna Jderescu), Cristina Ciofu (Vali), Lucian Iftime (Lica), Annemarie Chertic (Vera), Petrica Sapdaru (Petrica)
Estreno en el Perú: 9 de abril de 2009
Esta cinta es una pequeña obra maestra de cine político, que bajo la apariencia de un relato sencillo, centrado en una anécdota crucial, hace una irónica alegoría de la revolución; mejor dicho, se pregunta si hubo o no revolución, tomando como ejemplo el principal episodio de la historia rumana de la segunda mitad del siglo XX: el derrocamiento del dictador comunista Nicolae Ceaucescu. La primera característica de esta cinta es el uso de la cámara fija, es decir, sin movimientos distractivos y apenas con unos momentos dentro del automóvil que conducirá a nuestros dos entrevistados al estudio de televisión, fungiendo de chofer el conductor del programa y dueño del canal local.
Esta cinta es una pequeña obra maestra de cine político, que bajo la apariencia de un relato sencillo, centrado en una anécdota crucial, hace una irónica alegoría de la revolución; mejor dicho, se pregunta si hubo o no revolución, tomando como ejemplo el principal episodio de la historia rumana de la segunda mitad del siglo XX: el derrocamiento del dictador comunista Nicolae Ceaucescu. El filme no muestra nada de este episodio ni del sangriento magnicidio subsiguiente, sino que se sitúa 16 años después del hecho y, además, la acción transcurre en una pequeña localidad de provincia “al Este de Bucarest”, la capital del país. Un lugar donde nadie parece muy interesado en recordar la caída de esa dictadura, ocurrida justamente en torno de la navidad y en el que la desganada indagación sobre el pasado revela una visión desencantada sobre el presente de Rumania.
El filme se divide en dos grandes partes, la primera en la que se presentan los tres personajes principales y la segunda, que consiste en una entrevista con cámara frontal a dos presuntos protagonistas o testigos de la presunta revolución en el pueblo. Al inicio y al final, a manera de prólogo y colofón, hay unos planos del ocaso y amanecer en la ciudad, con sus luces prendiéndose y apagándose, los que como veremos más adelante tienen un valor simbólico.
La primera característica de esta cinta es el uso de la cámara fija, es decir, sin movimientos distractivos y apenas con unos momentos dentro del automóvil que conducirá a nuestros dos entrevistados al estudio de televisión, fungiendo de chofer el conductor del programa y dueño del canal local. Es más, el director se burla de su propia obsesión de cámara fija al exigir a su único camarógrafo, antes de inicio del programa, que use el trípode y advertirle que no mueva el equipo; lo que por supuesto no ocurrirá en la entrevista debido a la torpeza del operario, lo que acentuará toda la situación humorística que caracteriza esta segunda parte de la película. Por otra parte, hay una cierta preferencia por las tomas abiertas y un tratamiento carente de énfasis emocionales, aunque sí de creciente mordacidad, con sus mejores momentos en la secuencia del set de TV.
En suma, una cinta de bajo presupuesto, con un tratamiento muy sencillo y hasta un poquito precario, al servicio de argumento claro y simple; apenas enmarcado por una ambientación fría, propia de esa época del año y una fotografía sombría, que apoya la sensación de resignada desilusión sobre la etapa post Ceaucescu. De otro lado, las acotaciones musicales muestran el contraste entre un conato festivo y el toque nacionalista y solemne de la ocasión (en el estudio de televisión), así como la nota irónica, que constituye el principal atractivo de esta obra.
Aunque la película es bastante clara y redonda, vale la pena ofrecer algunos elementos de contexto político tanto para apreciar el aspecto paródico del argumento como para entender su sentido ideológico.
Para ello hay que remontarse a 1989, cuando a raíz de la perestroika en el entonces URSS y la caída del muro de Berlín, empezaron a derrumbarse los regímenes de las llamadas democracias populares en Europa del Este; empujadas por masivas aunque pacíficas movilizaciones. El único país donde el régimen no sólo se resistió sino que reprimió las protestas que estallaron fue Rumania. Y el 22 de diciembre, el dictador Ceaucescu y su esposa convocaron a un mitin de respaldo masivo, organizado desde arriba y televisado a todo el país. Pero ocurrió lo impensable. De pronto, al interior de la multitud que lo escuchaba pasivamente, surgieron voces de protesta, y la masa se plegó, convirtiendo un mitin parametrado casi en una rebelión. Todo el país vio, estupefacto, cómo el dictador tenía que huir en un helicóptero, mientras agentes de la temible Securitate (la policía política) disparaban contra la muchedumbre enardecida. Esas imágenes darían la vuelta al mundo. Días después, y tras un juicio secreto y sumarísimo, la siniestra pareja gobernante sería fusilada el día de Navidad.
Volviendo a la película, aquí ocurre algo parecido, por supuesto a mucha menor escala política y mayor distancia temporal. El programa busca reflexionar sobre los acontecimientos de entonces y salen al frente ahora los presuntos representantes de la revolución anticomunista, intentando torpemente narrar lo ocurrido en el pueblito aquella noche a las 12:08, momento de la huída del dictador. Pero luego, de pronto, suena el teléfono y empiezan las llamadas para desmentir a los supuestos revolucionarios: Tiberiu Mănescu, irónicamente un profesor de historia y borrachín conocido y Emanoil Piscoci, un viejo jubilado que ocasionalmente trabaja como Santa Claus. De esa manera, el público «voltea» la intención del programa y ofrece voz a los derrotados de entonces, pero también a los simples testigos. Así, escuchamos a un ex miembros de la Securitate, hoy convertido en próspero empresario, así como a otros nostálgicos del pasado, uno de los cuales exclama: «¡con Ceaucescu estábamos mejor!». De esta forma, en esas pocas y casi aburridas llamadas se expresa el clima político del país. Son pocos los que llaman y –el punto de vista de la cinta podría ser que– lo hacen para desenmascarar a los posibles farsantes de hoy. Pero el temperamento principal, antes y durante la entrevista, es de apoliticismo y pocas ganas de recordar el pasado, ¡menos el día de navidad!
La pregunta central del debate es si hubo o no revolución ese día. Aquí debemos volver al 89 para explicar que quienes sucedieron al dictador en el poder –uno de esos Frentes de Salvación Nacional– presidido por Corneliu Mănescu, no en vano homónimo del personaje del profesor de historia en esta película. De esta manera, Porumboiu está enjuiciando, 16 años después, a quienes sucedieron en el poder del dictador y escamotearon la revolución al pueblo. Ello porque el nuevo régimen estuvo compuesto por un grupo de disidentes, otro de militares e incluso de un sector de la criminal Securitate, con la aquiescencia del propio Partido comunista, temeroso de la ira popular. Lo cierto es que el FSN surgió como un aparato montado sobre la rebelión espontánea y se hizo del poder en una situación inestable; más adelante, apoyándose en los sectores más conservadores de la sociedad, reprimiría al movimiento estudiantil, tal como antes lo había hecho Ceaucescu. En suma, cuando la película se pregunta sobre si hubo o no revolución en aquella pequeña población al Este de Bucarest, en realidad está formulando la pregunta que ha dominado buena parte de la vida política del país desde entonces.
Y aquí es donde debemos volver al prólogo y epílogo del filme, a esas tomas donde vemos esas luces prenderse o apagarse en el paisaje invernal. El viejo Piscoci, en un momento de la entrevista, sostiene que se van encendiendo una tras otra, mientras el periodista Jderescu, impaciente, le replica que lo hacen simultáneamente. Lo que el Santa Claus rumano sugiere es que la revolución ocurre lenta y gradualmente –o que incluso ese cambio se hace para que nada cambie–, mientras que el periodista piensa en un día y hora específicos para tal acontecimiento histórico. Queda al público mirar bien esas imágenes y sacar sus propias conclusiones.
Deja una respuesta