Tras una larga y penosa lucha contra el cáncer, este domingo 19 de abril falleció el británico James Graham Ballard, creador de uno de los imaginarios más perturbadores de la literatura de estas últimas cuatro o cinco décadas. Moderno y visionario, su campo de acción fue el de la ciencia ficción que en sus creaciones mayores es tratada de forma nada convencional. El propio escritor trataba su obra e interés como «un retrato de la psicología del futuro».
Como a muchos otros, a Ballard lo debe haber conocido la mayoría gracias al cine. Precisamente sus dos libros más célebres, Crash y El imperio del sol, fueron la base de las más famosas adaptaciones que se hicieron de su trabajo. El éxito de El imperio de sol en 1984 impulsó el proyecto cinematográfico que terminaría haciendo realidad Steven Spielberg en 1987. Se trata de una película irregular, de momentos deslumbrantes pero otros más pocos inspirados, en la cual vemos ese retrato que hace el escritor sobre el primer suceso traumático que definiría su visión de las cosas. Un pequeño Christian Bale asumía la identidad de Jim, el niño británico que de la noche a la mañana se convierte en prisionero de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial. Retrato de mundo duro pero atravesado por lo epifánico, rasgo característico del director.
Crash, pude ser considerada la continuación de esa línea vital trastocada por la madurez de una visión catastrófica de la sociedad moderna o futura. Antes que presentar sucesos grandes que ambientaran su ficción en la era contemporánea y un salto más adelante, el escritor se entrega a un proceso de disección del ser humano, rastrea el elemento de ese diseño defectuoso que ha devenido en la exacerbación de las patologías, el gusto por las emociones mortales, y los espectáculos de la violencia desensibilizadores. ¿Quién mejor que David Cronenberg para transportar esa idea la pantalla? El resultado fue de gran polémica en todos los aspectos, morales, estéticos, etc. Con el tiempo podemos ver ahora una película formidable, macabra, acumulativa, abstracta, y hasta sutil con respecto a sus conceptos y visiones. Lo único que queda por decir de esta alianza feliz y atroz a la vez, es lo que dijo el propio Ballard sobre ella: «la única y verdadera película del futuro».
(Vía El Mundo)
Deja una respuesta