The International
Dir. Tom Tykwer | 118 min. | EE.UU. – Alemania – Reino Unido
Intérpretes: Clive Owen (Louis Salinger), Naomi Watts (Eleanor Whitman), Armin Mueller-Stahl (Wilhelm Wexler), Ulrich Thomsen (Jonas Skarssen), Brian F. O’Byrne (The Consultant), Michel Voletti (Viktor Haas), Patrick Baladi (Martin White), Jay Villiers (Francis Ehames), Fabrice Scott (Nicholai Yeshinski), Haluk Bilginer (Ahmet Sunay)
Estreno en Perú: 16 de abril de 2009
Interesante policial con esquema de película de espionaje que pudo ser mucho mejor sino fuera por su intento final de explicar un MacGuffin demasiado complejo y, por lo mismo, no del todo desarrollado. Desde el punto de vista de género se trata de una obra impecable y homogénea, y con buen manejo del suspenso en poco más de dos tercios de su acción. Segundo, pareciera que Tom Tykwer ha intentado lograr el éxito en Hollywood, pero sin apelar del todo a sus esquemas habituales. Así, Salinger tiene las características del superhéroe: no recuerda cuándo fue la última vez que durmió, comió o tuvo sexo; es inagotable y avanza sin desmayo.
Interesante policial con esquema de película de espionaje que pudo ser mucho mejor sino fuera por su intento final de explicar un MacGuffin demasiado complejo y, por lo mismo, no del todo desarrollado. Desde el punto de vista de género se trata de una obra impecable y homogénea, y con buen manejo del suspenso en poco más de dos tercios de su acción. Desafortunadamente, el tramo final, cuando el héroe pretende convertirse en un anti héroe y trabajar por la libre, el episodio de corrupción bancaria del BCCI –tomado de un hecho real ocurrido entre 1980 y comienzos de los 90–, resulta demasiado específico y limitado, para terminar enrevesando el desenlace del filme; que, sin embargo, llega a funcionar como una buena cinta de acción.
Vayamos por partes. El suspenso se crea en base al contraste casi permanente entre planos muy cerrados –sobre todo de rostros y detalles– y grandes panorámicas, que incluyen espectaculares tomas aéreas y cenitales, sobre todo en ciudades, pero también en carreteras. En otros casos, el contraste funciona entre una amplia panorámica de un ultramoderno banco luxemburgués y el héroe que, diminuto y solitario, ingresa a tal local. Estos cambios dinámicos refuerzan poderosamente la tensión en el espectador; sobre todo cuando la acción está estructurada sobre la base de esfuerzos heroicos –salpicados de persecuciones– de una pareja de detectives contra un poder político y financiero que los rebasa y que los deja siempre con los crespos hechos. Además, la ansiedad se incrementa ya que cada crimen resulta más espectacular que el anterior (incluyendo el curioso recurso del doble asesino en la mayoría de crímenes); involucrando no sólo a personal policial, sino también un magnicidio y un sensacional tiroteo en la famosa Galería Guggenheim de Nueva York.
Es después de esta notable escena, con mucha acción externa y un apropiado detalle humorístico (único en todo el filme), que viene un diálogo extenso y revelador entre el héroe y el “consultor”; donde no sólo se profundiza un poco en este último personaje, sino que también se plantea el dilema ideológico de la cinta. Este episodio es quizás tan largo como el anterior y constituye el perfecto contrapeso de calma y reflexión requeridos luego de tanta excitación; el cual también pretende ser preparatorio para el tramo final de la película.
De esta forma, se sostiene un aspecto clave para mantener el interés del espectador, el cual es el desafío que supone para el agente de la INTERPOL Louis Salinger y la Fiscal de distrito Eleanor Whitman, el enfrentarse con poderes que limitan crecientemente el avance de su investigación, y que presionan incluso sobre sus propios jefes. Esto hace soportable también la exposición de los manejos de los banqueros involucrados en un asunto de tráfico de armas y control de la deuda de países. De esta manera, lo que parece ser un policial se convierte –y ese es otro aspecto interesante en este guión– en una pesquisa de alcance global; de allí su apariencia de filme de espionaje. En efecto, al ser determinadas instituciones financieras, entidades globales, la acción policial forzosamente obliga a trascender las fronteras nacionales; las que, sin embargo, sí funcionan para frenarla en beneficio de esos intereses trasnacionales.
Este crescendo dramático e ideológico se magnifica por las locaciones en que se desarrolla la acción. Edificios ultramodernos se combinan con plazas y locaciones típicamente europeas, en ambos casos imponentes y muchas veces concurridos. Los interiores también exhiben una escenografía y decoración sumamente atractivas, apenas contrastadas con unas típicas callejuelas y sótano de los bajos fondos neoyorquinos. No en vano el título original de esta película es Internacional, ya que la acción sucede en Berlín, París, Milán, Luxemburgo, Nueva York y Estambul. Este uso espectacular de las locaciones no es óbice para que haya un notable trabajo de ambientación y dirección artística, que unifica todos estos espacios bajo una tonalidad gris, azulada y fría (salvo en el citado tramo final, más luminoso, desarrollado en la ciudad turca).
Hasta aquí todo iba muy bien. Pero cuando Salinger decide seguir por cuenta propia y separarse de White, el filme se desequilibra un poco. El principal problema es que el desenlace de los manejos de los banqueros con un líder golpista africano, con proveedores de armas chinos e intermediarios italianos y turcos se superponen con el nuevo plan de Salinger y el ex espía comunista Wexler. En consecuencia, hay demasiada información cruzada como para que pueda ser claramente entendida en las acciones que ocurren en Estambul y la ribera italiana; tanto así, que el desenlace final aparece en los titulares de recortes periodísticos intercalados con los créditos finales de la película.
Es cierto que, desde el punto de vista de la realización, este tramo final mantiene las virtudes cinematográficas reseñadas. Hay una notable toma aérea sobre un acantilado donde se produce uno de los “efectos colaterales” de la trama, mientras que la persecución final en el bazar y sobre los tejados de Estambul, con el fondo de un par de mezquitas, es visualmente sensacional. Pero ello no basta para hacer comprensible el resultado final de todo este complejo argumento.
Aquí aparecen, entonces, las debilidades del filme. El primero, da la impresión de que le faltó tiempo al director para clarificar (separar niveles y desarrollar) su desenlace; lo que supondría una alargue de la cinta, posiblemente imposible por razones de presupuesto o producción. El mismo tipo de negociaciones y asuntos políticos y financieros que deben resolverse en este tramo final, constituye buena parte del guión (obviamente distinto en cuanto al contenido, pero igual de complicado) que se desarrolla eficazmente en una cinta como Juegos de poder de Mike Nichols. O sea, que aquí debió haber más tiempo, pero también con el gran riesgo de aminorar el ritmo y caer en el aburrimiento.
Segundo, pareciera que Tom Tykwer ha intentado lograr el éxito en Hollywood, pero sin apelar del todo a sus esquemas habituales. Así, Salinger tiene las características del superhéroe: no recuerda cuándo fue la última vez que durmió, comió o tuvo sexo; es inagotable y avanza sin desmayo. Sin embargo, en los momentos álgidos del tiroteo simplemente se zurra de miedo; mientras que en Estambul, yerra torpemente en un simple pero decisivo reglaje en el hermoso sótano de una mezquita. Estos componentes que buscan “humanizar” al héroe no llegan a encajar del todo con sus cualidades sobrehumanas. Este toque realista tampoco alcanza a su compañera Eleanor Whitman y, en general, el ritmo trepidante de la acción no deja mucho espacio para construir a los protagonistas de ambos bandos; lo que, por otra parte, tampoco constituye una ayuda para desarrollar grandes actuaciones, las que aquí sólo son correctas.
Pero el principal problema quizás lo constituya la crítica al sistema financiero que ensaya la película. Es muy loable hacer filmes que muestren que las perturbaciones mundiales no son solo producto del terrorismo, sino también de bancos trasnacionales; ese es un punto a favor de Agente internacional. No obstante, el problema planteado por la película se ha quedado corto en relación con la coyuntura actual. Ello porque la película está inspirada en el escándalo del BCCI (Bank of Credit and Commerce International), ocurrido mucho antes de la actual crisis global y sus prolegómenos.
Es posible que la entrada de un banco al tráfico de armas chinas baratas y de corto alcance, con intenciones monopólicas, y para controlar la deuda de los países que adquieren esas armas haya sido una actividad perversa en el pasado o una intención latente en la actualidad; pero, de hecho, no tiene nada que ver con la crisis actual provocada por el propio Wall Street. Aquí hablamos de una implosión, porque la crisis no ha sido generada por Al Qaeda o algún anti globalizador (léase en Perú, un antisistema), sino por los mismos líderes del sistema financiero internacional. El actual crac no ha ocurrido en la periferia del sistema (como las crisis rusa, asiática o el efecto tequila) ni en un sector limitado (la crisis de Sillicon Valley, en California), sino en el corazón mismo del capitalismo mundial.
Y cuando esta cinta muestra la omnipotencia y poder de ese banco, ello no se relaciona con la realidad actual de la banca nacional y trasnacional en buena parte del orbe: varios miles de bancos pequeños quebrados y buena parte de los mayores crecientemente estatizados; o, mejor dicho, “salvados” temporalmente a costa de miles de millones de dólares de los contribuyentes, pese a lo cual enfrentan un futuro cada vez más incierto. Ello porque lo que se ha quebrado es la columna vertebral que sostiene el funcionamiento de la economía: la confianza. Recuperarla va a ser sumamente difícil dado el volumen sin precedentes de dinero y riqueza involucrado, el desconocimiento de la real magnitud de lo perdido, el tremendo poder e influencia que aún mantienen los agonizantes bancos y –su consecuencia– la mantención en sus mismos puestos de la mayoría de los financistas que han conducido al mundo a este descalabro.
En consecuencia, y contrariamente a lo sostenido por el guionista Eric Singer, el espectador difícilmente va a recordar el relativamente remoto episodio del BCCI y menos lo va a relacionar con la crisis actual. De hecho, el episodio añade un poco más de confusión a su desenlace. Más bien, este es un momento para una nueva versión, actualizada (léase, globalizada), de Wall Street, la película de Oliver Stone. Vivimos en un sistema económico en el cual no sabemos cuándo ocurrirá una crisis y cuando esta ocurre en el nivel central, los más grandes cerebros de la economía mundiales (incluyendo a los premios Nobel) dicen francamente que no saben cuánto durará salir de ella. ¿No es un tema fascinante para una película? Lamentablemente, por ahora, sólo es un asunto de los noticieros.
Por tanto, pese a sus buenas intenciones, esta cinta resulta un poco confusa en su desenlace. No obstante ello, puede disfrutarse como película de acción, realizada con una más que eficaz artesanía cinematográfica por el director Tom Tykwer. Lo ideal hubiera sido lograr que el formato de una película de género deje espacio al desarrollo de temas trascendentes o relevantes. Martin Scorsese lo consiguió hasta cierto punto, por ejemplo, en Los Infiltrados; pero a costa de mostrar la corrupción policial en términos muy genéricos aunque ominosos (y, en mi opinión, con problemas de verosimilitud, nuevamente en el desenlace). Agente Internacional se aproxima a lo alcanzado en esa cinta, pero falla al tratar de desarrollar un asunto demasiado específico, complejo y descontextualizado para el marco de este género audiovisual. Sin embargo, vale el intento.
Como remembranza curiosa debe señalarse que el escándalo del BCCI salpicó al primer gobierno del actual presidente peruano Alan García. Entre los casos de notoria corrupción durante ese periodo figura el millonario soborno recibido por el presidente del Banco Central de Reserva, Leonel Figueroa y su gerente general de entonces, Héctor Neyra, por parte del BCCI, para que depositen parte de las reservas internacionales del país en la sucursal de ese banco en Panamá.
Deja una respuesta