Dir. Tom Tykwer | 118 min. | EE.UU. – Alemania – Reino Unido
Intérpretes: Clive Owen (Louis Salinger), Naomi Watts (Eleanor Whitman), Armin Mueller-Stahl (Wilhelm Wexler), Ulrich Thomsen (Jonas Skarssen), Brian F. O’Byrne (The Consultant), Michel Voletti (Viktor Haas), Patrick Baladi (Martin White), Jay Villiers (Francis Ehames), Fabrice Scott (Nicholai Yeshinski), Haluk Bilginer (Ahmet Sunay)
Estreno en Perú: 16 de abril de 2009
Estreno en España: 24 de abril de 2009
El virtuosismo de Tykwer reside en esa apropiación indebida (a la vez que muy agradecida por un público que ya no digiere tantas fórmulas comerciales de franquicia) para dar un clima especial y personal a sus trabajos. Por lo tanto podemos afirmar con contundencia que The International no va del grupo bancario IBBC, afincado en Luxemburgo, (sosias del Bank of Credit & Commerce International que desató un escándalo en los años 1980 y 1990) que amparado en su manto de financiación encubre múltiples ilegalidades como la venta de armas, blanqueo de dinero, financiación a terroristas y grupos armados de los que puede obtener beneficios a base de golpes de estado, y un sinfín de extorsiones y adeudamientos, cuando no desapariciones de testigos.
Paisaje con figuras
Una ve cineastas con ideas originales, cineastas que acomodan sus primeras ideas transversales a las veleidades del mercado comercial, cineastas que son icons de una estética innovadora, cineastas que se alejan de guiones convencionales o cineastas que quieren mostrar los géneros trillados con ciertas marcas personales. Una ve al alemán Tom Tykwer, el responsable de desdoblar a Cate Blanchet con la mirada de Kieslowski en Heaven 2003, que hizo correr y correr a su pareja de entonces, Franka Potente, hasta llegar a Bourne, que compuso un exquisito filme para que viésemos el olor, El perfume, 2006, y ve a todos esos cineastas en él. Una ve un sorprendente tipo que quiere romper con los estereotipos. Ahora llega a los cines con un thriller de acción, ¿y adivinan que? No hay sexo, no hay psicodélicas persecuciones de coches, ni peleas encima de un tren en marcha, ni explosiones a llamaradas… Tykwer, un enamorado del género a través de Los tres días del cóndor de Pollack, The French Connection de Friedkin, Con la muerte en los talones de Hitchcok, o La conversación de Coppola, encuentra un equilibrio entre lo tradicional y lo moderno, y cae en la tentación de la reinvención estructural del género con The International: dinero en la sombra.
El virtuosismo de Tykwer reside en esa apropiación indebida (a la vez que muy agradecida por un público que ya no digiere tantas fórmulas comerciales de franquicia) para dar un clima especial y personal a sus trabajos. Por encima de una temática de lo más actual, la economía global convertida en una especie de gobierno no electo que maneja nuestra vida diaria (sic), The International exhibe en sus planos y secuencias mucho más allá que una trama de denuncia, de la que por otra parte no hay nada nuevo que el espectador no sepa ya: La fina frontera que convierte a la banca en pura mafia calabresa. Temas a lo grande que en cierta forma, como afirma el propio cineasta, el público siempre tiene la sensación de encontrar muy abstractos. Bien. Somos por tanto conscientes que Tykwer sabe perfectamente que no basta adentrarse y denunciar las complejidades del derecho internacional al amparo de un departamento tan ineficaz para el delito como eficaz en diplomacias, la Interpol.
Por lo tanto podemos afirmar con contundencia que The International no va del grupo bancario IBBC, afincado en Luxemburgo, (sosias del Bank of Credit & Commerce International que desató un escándalo en los años 1980 y 1990) que amparado en su manto de financiación encubre múltiples ilegalidades como la venta de armas, blanqueo de dinero, financiación a terroristas y grupos armados de los que puede obtener beneficios a base de golpes de estado, y un sinfín de extorsiones y adeudamientos, cuando no desapariciones de testigos. Casi olvidamos a los pocos minutos del metraje que hay un banco envuelto con todo lo que nuestra vista se deleita. ¿Un banco? ¿dónde? Yo no he visto ningún banco. Porque la historia (malas prácticas bancarias) se instala en un segundo plano desde el mismo momento en que el agente de la Interpol Louis Salinger (un Clive Owen humano, real, escéptico, triste, solitario) aparece en pantalla en una misión de la que ya venía, con la sombría impresión de que no sabe donde le conduce, tal parece no haber salida legal. Estamos ante una historia de no resolución, lo contrario sería una fantasmada a lo Merlín magician.
Quiere esto decir que según se apagan las luces del cine entramos en una historia ya comenzada en los confines del otro lado de la pantalla. Detectamos desde el mismo comienzo la diferencia de este cineasta. Nos posicionamos, pues, ante un sorprendente uso del contexto, de cambios sutiles de ritmo y de tempo, de la utilización de un climax ubicado en el segundo tercio de la cinta, del uso de giros inesperados, pero no abruptos. Todo ello insertado en una refinada y trabajada imagen. En esto reposa el valor de este estreno. Créanme si les digo que Tykwer mira al paisaje de su guionista, Eric Singer, con los ojos de Kieslowski, creando un film de ambientes sublime. Berlín, Lyon, Milán, Luxemburgo, Nueva York, y cerrando el círculo de paso entre Oriente y Occidente, Estambul, son urbes vivas, a las que casi tocamos, con las que el alemán funde sus experimentos visuales.
La relación de cooperación entre la ayudante del fiscal de Nueva York (una Naomi Watts sobria y pensante) y este policía de expediente ensombrecido sigue la lógica de la realidad, no se pierden en atracciones románticas de increible ficción. Tocan tierra y cuando Eleonor debe escabullirse porque sabe que hasta aquí ha llegado y no se puede avanzar más sin hacer peligrar su propia integridad y la de su familia, deja la resolución de la crisis a la manera de Salinger, sabiendo que empleará las mismas armas que los conspicuos malhechores. En cierta forma The International recuerda, en su look y concepción modernas, las pautas de La intérprete de Pollack, 2005, conspiraciones economico-políticas en un paisaje global, con dos protagonistas cansados y fríos, secretivos, y un engranaje espectacular en su parte central, la de la bomba en el autobús en aquel, la del tiroteo en el Guggenheim de Nueva York en el trabajo de Tykwer.
Sí, solo la impresionante escena secuencia en el circular museo merece ser considerada una pieza de arte independiente que podría exhibirse como videoarte en, pongamos por caso, nuestro Guggenheim de Bilbao. Podríamos calificarlo de un corto dentro del largo, tan aficionado como es Tykwer a este formato en medio de sus proyectos en marcha. Una escena en la que intuyo de nuevo la mirada de Kieslowski infiltrada en la mirada de Tom Tykwer, que demuestra su exploración del espacio, sin olvidar que nos habla de la destrucción del arte como efecto colateral. Mensaje sutil.
Otro estilo, otro enfoque de acercarse a cierta verdad del cine. Hablando de verdades, ¿y el mensaje, dirán, entre este océano de estética?. Yo saco el mío, ustedes verán. Estamos prisioneros de un Sistema tan enamorado de sí mismo que no deja alternativa, incapaces de ver un solo resquicio de luminosidad, pues todos estamos contribuyendo a que lo dejen todo atado y bien atado. Buenas noches y buena suerte.
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