In Bruges
Dir. Martin McDonagh | 107 min. | Reino Unido – Bélgica
Intérpretes: Colin Farrell (Ray), Ralph Fiennes (Harry Waters), Brendan Gleeson (Ken), Eric Godon (Yuri), Elizabeth Berrington (Natalie), Clémence Poésy (Chloë)
Estreno en España: 18 de julio de 2008
Estreno en Perú: 16 de abril de 2009
Esta película es una excelente demostración del uso significativo de las locaciones, lo que no ocurre, por ejemplo, con Vicky Cristina Barcelona y otras cintas de Woody Allen; asunto que discutimos anteriormente en este blog. En efecto, aquí no se oculta que los dos protagonistas principales, Ray y Ken, son turistas y la opinión de cada cual sobre la bella ciudad belga sirve para definir y contraponer sus personalidades. Y la razón por la que Harry –jefe de la banda– haya escogido Brujas como lugar de despedida terminará por conectarlos emocionalmente a los tres.
Esta película es una excelente demostración del uso significativo de las locaciones, lo que no ocurre, por ejemplo, con Vicky Cristina Barcelona y otras cintas de Woody Allen; asunto que discutimos anteriormente en este blog. Mientras el famoso comediante neoyorquino utiliza a la bella ciudad catalana como un mero aunque muy bien fotografiado decorado, el guionista y ahora realizador Martin McDonagh convierte a Brujas en un escenario dramático donde el humor cínico se da la mano con la tragedia. En efecto, aquí no se oculta que los dos protagonistas principales, Ray y Ken, son turistas y la opinión de cada cual sobre la bella ciudad belga sirve para definir y contraponer sus personalidades. Y la razón por la que Harry –jefe de la banda– haya escogido Brujas como lugar de despedida terminará por conectarlos emocionalmente a los tres.
Algunas de las locaciones que se muestran en la primera mitad del filme son como un reconocimiento de los lugares donde ocurrirán los hechos decisivos en la segunda mitad. El extraordinario cuadro que describe el despellejamiento de un juez corrupto –La justicia del rey Cambises, por Gerard David– y el encuentro con la muerte preceden al único flashback de la cinta y constituyen un crudo comentario a la tragedia que ocurrió que obligó a esta pareja de maleantes a refugiarse en esta ciudad. Mientras que la subsiguiente mirada sobre el famoso Juicio Final de El Bosco, sirve para atizar el sentimiento de culpa de Ray, con sus referencias al infierno y el purgatorio; imágenes que volverán en el desenlace, durante el rodaje en que participa Jimmy. En esa misma línea van, involuntariamente, los comentarios de Ken sobre la presunta sangre de Cristo depositada en la Basílica de la Santa Sangre.
Asimismo, las representaciones de la muerte que muestran algunos relieves en piedra nos trasladan a la época de declive de la ciudad, asolada por la peste y las guerras antes que a su pasado de esplendor; y, por tanto, escenario apropiado para las persecuciones, tiroteos y violencia que veremos. De otro lado, algunos interiores también reflejan la naturaleza turística e histórica de la ciudad. Por ejemplo, la casa de Yuri –el proveedor de armas local–, llena de chucherías, antigüedades y pinturas; o el acogedor departamento de Chloë, hermosamente decorado. En suma, todo este despliegue visual justifica no sólo la mirada turística, sino también su importancia como entorno dramático del filme.
La música igualmente constituye un importante soporte debido a su bello tono melancólico, con toques de Satie que, por momentos, se vuelve dramática y ominosa; destacando la inclusión de una canción de Schubert –El organillero–, cierre del ciclo Viaje de Invierno, música expresionista y hasta lóbrega, cuya melodía influencia la notable banda sonora, compuesta por Carter Burwell. Y si bien la fotografía aprovecha inicialmente la luminosidad diurna para mostrar los atractivos de Brujas, más adelante sobresale el trabajo en interiores y en las escenas nocturnas, dominadas por la penumbra y los tonos sombríos, aunque no apagados.
En exacta contraposición con estas señales de tragedia, el impecable guión de esta cinta apela casi permanentemente a la sorpresa y el asombro del espectador, recurriendo al humor. En primer lugar, por el contraste entre la belleza del lugar y la naturaleza criminal (o delincuencial) de los protagonistas; condición que se acentúa conforme van apareciendo los personajes secundarios. Uno espera ver en este lujoso centro turístico a visitantes ricos o refinados, mas no a una sucesión de asesinos, proveedores de droga al menudeo, prostitutas y un insólito (aunque razonablemente civilizado) enano actor. Y cada aparición marca un giro sorprendente de la acción, generados principalmente por los incidentes divertidos y desquiciados de Ray, quien oscila entre el amor (a Chloë) y la muerte (una Brujas que se lo grita a cada esquina y de la cuál él preferiría salir cuanto antes).
Una segunda característica es el carácter simétrico de la estructura dramática. Es decir, que ninguna alusión verbal ha sido dicha ni ningún personaje secundario ha sido puesto en vano. McDonagh no deja cabo suelto y cada detalle prepara, justifica o apoya los diversos giros de la acción. Desde la involuntaria autorreferencia de Ken a los dos reyes ingleses que se exiliaron en la ciudad (Eduardo IV y Ricardo III) «debido al riesgo de ser asesinados», los obesos turistas estadounidenses, el petulante cobrador de la gran torre, la pareja canadiense o la propia administradora y dueña del hostal; para no hablar de las antipatías nacionales que manifiestan o sugieren la mayoría de personajes. Todos ellos cumplen una función, ya sea irónica o dramática, y apoyan o anticipan momentos decisivos de la acción. Magistrales las conversaciones entre Ken y Ray sobre el purgatorio, la obsesión de éste último con la supuesta tendencia suicida de los enanos, el diálogo entre Ray y Chloë en su primera cita o el de Ken y Harry en sus encuentros en el café y en la torre; ya que en ellos se mezclan con ironía las acciones y los asuntos centrales de la película. Si sumamos a ello el carácter preparatorio y anticipatorio de varios parlamentos y locaciones, tanto al comienzo como enhebrados en secuencias precedentes, tendremos una eficaz progresión dramática y la imagen de un guión «redondo».
Lo anterior refuerza la sensación de verosimilitud, de universo perfecto, creado a partir de la personalidad y acciones de los personajes. Ese soporte estructural es lo que facilita, a través de la ironía, el salto de la simple acción externa bien armada (en todos sentido), a la enunciación de una especie de ética del hampa. Tantos hechos sorprendentes hacen que ya no nos asombre que los criminales tomen decisiones absurdas en función de sus propios códigos de conducta, lealtad y honor, finalmente autodestructivos. De esta forma, mientras –como tantas veces en la vida– “la historia se repite”, al mismo tiempo, se hace justicia, sino por la vía legal, por la “ética” del mundo criminal. Bajo este paraguas ideológico y con el concurso del azar, la tragedia vendrá a sellar el desenlace de esta entretenida obra.
Otro aspecto relevante es que estamos, además, ante una película de actores. Y las actuaciones son soberbias. Colin Farrell hace un papel simpático y que le da la oportunidad de mantener un difícil equilibrio entre los aspectos cómicos y los dramáticos del guión. Mientras que Brendan Gleeson construye un personaje maduro y sabio, a su manera; y que arrastra desde el pasado un dolor aún más fuerte que el de Ray. Creo que es la mejor actuación que he disfrutado desde hace mucho tiempo. Finalmente, Ralph Fiennes, compone a un gangster malvado, pero –como los otros protagonistas– también humano. Alejado de sus roles habituales de galán o jardinero aficionado, crea en su rostro, expresión y pronunciación una caracterización brutal y convincente en medio de la eclosión de situación insólitas que ocupan el último cuarto de hora del filme. Los tres ejemplifican esa búsqueda de redención que, por diversas razones, los empujan a tomar decisiones definitivas. Los roles secundarios, también son de primer nivel.
Tanto por los personajes como por las características del guión, Unas vacaciones diferentes (título equívoco para lo que en España se presenta como Escondidos en Brujas) nos recuerdan a las cintas de los hermanos Coen; en particular a Muerte entre las flores (Miller’s Crossing), donde también hay gangsters irlandeses y hasta una canción irlandesa; que en Unas vacaciones diferentes se escucha durante la escena final en las escaleras de la torre. Pero tal influencia, en este filme, no incluye las aristas más agudas ni el humor tan negro (ni surrealista) que caracterizan a los directores de Buscando a Arizona; aunque McDonagh quizás sí haya logrado un mayor equilibrio formal con respecto a varios de los filmes de los Coen.
En suma, se trata de una película muy agradable de ver y disfrutar, realizada con imaginación y una gran solvencia cinematográfica. Sin embargo, a veces me pregunto qué tan importantes pueden ser estos ejercicios que –aunque dotados de cualidades estéticas y referencias humanas– giran en torno al mero entretenimiento y emoción en sí mismos; sin lazos con realidades sociales o incluso políticas más específicas. En otras palabras, películas que nos digan cosas sobre el mundo actual o incluso sobre el pasado, apelando a estos mismos esquemas dramatúrgicos. Un ejemplo de ello quizás lo podría representar Los Falsificadores, tema de nuestro próximo post.
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