Dir. Martin McDonagh | 107 min. | Reino Unido – Bélgica
Intérpretes: Colin Farrell (Ray), Brendan Gleeson (Ken), Ralph Fiennes (Harry Waters), Clémence Poésy (Chloë), Eric Godon (Yuri), Elizabeth Berrington (Natalie), Jérémie Renier (Eirik), Thekla Reuten (Marie), Jordan Prentice (Jimmy), Zeljko Ivanek (canadiense).
Estreno en España: 18 de julio de 2008
Estreno en el Perú: 16 de abril de 2009
El británico Martin McDonagh, dramaturgo reconocido por su tendencia a la violencia extrema, ha realizado In Bruges, prometedora opera prima que funciona como filme de acción y es un relato criminal provisto de personalidad, ambientado en la ciudad belga de Brujas, cercana a la capital Bruselas. Una dupla dispareja de sicarios, Ray y Ken, esperan una orden en el exilio, luego de una operación fallida en Londres, en medio de un contexto de sordidez y necrofilia, y a lo largo de un relato imbricado que no deja cabo suelto, ni siquiera respecto de los personajes más secundarios.
El británico Martin McDonagh, dramaturgo de éxito reconocido por su tendencia a la violencia extrema en el teatro, ha realizado In Bruges, prometedora opera prima que funciona como historia de acción, sosteniendo el interés a lo largo de una serie de insólitas incidencias. Pero, además, es un relato criminal provisto de personalidad, que se desenvuelve en un elaborado clima de sordidez y necrofilia, que incluye obras clásicas de la pintura, como las del holandés El Bosco, y escenarios medievales que sirven de misteriosos elementos de ambientación. Brujas (Bruges en francés), histórica ciudad ubicada a sólo noventa kilómetros de la capital belga Bruselas, es el lugar escogido para que un par de asesinos a sueldo se exilie luego de una operación mal hecha en Londres. Es una plaza muy turística, lo suficientemente alejada del movimiento de las metrópolis europeas para que, en teoría, gente al margen de la ley pueda momentáneamente esconderse y calcular el próximo paso a dar.
Sin embargo, Ray (Colin Farrell) y Ken (Brendan Gleeson) no componen un tándem afiatado, en realidad el director juega con el modelo de la dupla dispareja, que comparte actividades gracias a una extraña simpatía, pero que está condenada al fracaso y la disolución por irregular y caótica. El guión subraya las diferencias, de edad, temperamento, inteligencia, visión de la vida, y hasta la coyuntura emocional que sobre todo ataca a uno de ellos. Aunque ambos estén atraídos, cada uno a su modo, por las visiones del Infierno y el Purgatorio que aprecian en los museos y que les rodean en la realidad, Ray se muere de aburrimiento rodeado de tanta historia y tanto arte, mientras Ken lo disfruta afablemente. «Eres el peor turista del mundo», le dice éste al joven que parece sustraído de una película de los hermanos Coen, que han hecho de los sujetos obtusos y torpes una marca de fábrica. En esa línea, Farrell logra una caracterización precisa y está muy bien contrastada con la de Gleeson.
McDonagh, ganador de varios premios por su trabajo de guión, como el BAFTA y el BIFA, opta por hilvanar una trama hiperaccidentada y concentrada en pocos días y espacios más o menos delimitados, con gags que se completan sutilmente una hora después, y múltiples referencias, guiños y avisos de lo que ocurrirá de manera ineluctable a los personajes, que el autor inserta hábilmente entre diversos diálogos, incluso teléfonicos y con uno de los interlocutores, Harry Waters (Ralph Fiennes), completamente en off hasta esa parte de la narración. Se va creando una suerte de suspensión de la cotidianeidad -relativa porque la atadura a los hechos consumados y el peso de la culpa que provocan son imposibles de sortear-, en la que los sicarios dejan de serlo para portarse como estrambóticos visitantes mientras esperan una orden; Ray disminuye su aversión a la ciudad y comienza a explorarla, aunque nunca le abandone el ambiente marginal y peligroso; Ken desiste de cumplir un mandato y falta a su oficio; Chloë parece salir de un largo hastío y de cometer pequeños robos a turistas para enamorarse de Ray; y Waters pasa del cómodo rol de autor mediato a ser un enloquecido ejecutor. Punto importante en la estética de McDonagh es la composición física de los personajes, que en su mayoría están magullados, mutilados o tienen acentuadas particularidades físicas, que parecen imitar en cierta medida a las figuras contrahechas que Brujas cobija en sus salones: Ray presenta el aspecto de un fronterizo, Waters lleva siempre el rostro desencajado, el ex de Chloë termina tuerto, la pareja canadiense del restaurante es abollada; la familia norteamericana que acude a la torre es de peso superpesado; el cobrador es tan corpulento como marcadamente hostil, y Jimmy, el actor de bélicas alucinaciones que participa en el rodaje de una película también bizarra, es un enano de cabeza alargada que consume droga para caballos y encarna el desenlace más irónico de todos.
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