Okuribito – Departures
Dir. Yôjirô Takita | 130 min | Japón
Intérpretes: Masahiro Motoki (Daigo Kobayashi), Tsutomu Yamazaki (Ikuei Sasaki), Ryoko Hirosue (Mika Kobayashi), Kazuko Yoshiyuki (Tsuyako Yamashita), Kimiko Yo (Yuriko Kamimura), Takashi Sasano (Shokichi Hirata)
En Japón existe un ceremonial específico para esta labor, que no se realiza en privado (como en ocurre en otros países) ni antes del velatorio, sino públicamente, ante los deudos y prácticamente antes de la salida del cuerpo al crematorio o al cementerio. El ritual se denomina No ku y quienes lo realizan son los Nokanshi. Así, el filme va mostrando las distintas reacciones que tienen los deudos en diversos funerales, ante la muerte de un ser querido. Situaciones dramáticas, conflictivas, divertidas y hasta crudas. Intercaladas con estas situaciones hay todo el proceso mediante el cual el protagonista de la película asimila la idea de que tiene que entrar a trabajar en este servicio y convence a los que lo rodean de que se trata de un oficio digno.
Última Sinfonía es el desafortunado título en castellano de esta notable película japonesa, cuyo verdadero nombre es Departures. Trata del trabajo de las personas que se encargan de preparar los cadáveres antes de colocarlos en el féretro, durante la etapa previa al velatorio.
En Japón existe un ceremonial específico para esta labor, que no se realiza en privado (como en ocurre en otros países) ni antes del velatorio, sino públicamente, ante los deudos y prácticamente antes de la salida del cuerpo al crematorio o al cementerio. El ritual se denomina No ku y quienes lo realizan son los Nokanshi.
El atractivo del filme es presentar un trabajo chocante, en ocasiones repulsivo, como una ceremonia –antes que solemne– delicada, minuciosa y conmovedora. En torno a esta actividad es que se organizan el resto de componentes de la cinta. Tanto así que en la primera secuencia el director nos ofrece el ritual, en una vivienda rodeada de nieve, con parsimonia y sobriedad; deteniéndose en detalles encantadores e incluyendo un momento de ironía.
Así, el filme va mostrando las distintas reacciones que tienen los deudos en diversos funerales, ante la muerte de un ser querido. Situaciones dramáticas, conflictivas, divertidas y hasta crudas. Intercaladas con estas situaciones hay todo el proceso mediante el cual el protagonista de la película asimila la idea de que tiene que entrar a trabajar en este servicio y convence a los que lo rodean de que se trata de un oficio digno.
Por otro lado, tenemos una segunda línea narrativa, que tiene que ver con la relación padre/hijo. Esta historia se desenvuelve de manera muy sutil, porque nunca vemos el episodio de la temprana separación (sino sus consecuencias en Daigo) ni tampoco conoceremos nada de la vida del padre en lo sucesivo. De esta forma, ambas líneas corren paralela e intercaladamente y conducen simultáneamente a un doble descubrimiento: el de una nueva profesión u oficio y el de la recuperación y reconciliación del protagonista con este hecho de su pasado.
Una de las más importantes características de esta película es el tempo un poco lento (no demasiado) en el cual transcurre; mientras que, la tensión interna que se acumula en Daigo va rompiendo pausadamente la calma reinante y lo vemos avanzar en medio de obstáculos de diversos tipo (en ambas líneas narrativas), hasta el logro de su objetivo, que es el del encuentro consigo mismo.
De otro lado, el trabajo de la ambientación –en interiores y exteriores– soporta apropiadamente lo anterior. El uso del paisaje no peca de preciosista, sino que recurre a la pureza sugerida por la nieve invernal o a la panorámica de un gran nevado como trasfondo del verde paisaje en los suburbios de la ciudad; lo que sugiere tanto la amplitud de una vida como la eternidad tras ella. Otras sugerentes imágenes utilizadas como metáforas visuales de la partida son la del vuelo de aves y los esfuerzos de salmones en el río, algunos de los cuales perecen; mientras que las piedras en la orilla conectarán finalmente a hijo con padre. En interiores, la escenografía oscila entre una representación realista (el baño público, la casa de la pareja) y otras más estilizadas (el ritual funerario) o decoradas floralmente (la oficina del jefe); sin caer nunca en el recargamiento formal. En todo esto hallamos una belleza conseguida con sobriedad y sencillez.
Otro elemento importante es la música, ya que el protagonista es un violoncelista que descubre no tener talento para este instrumento y, al disolverse la orquesta donde había logrado conseguir un puesto, busca reorganizar su vida. Esto lo conduce a toparse, casualmente, con este singular oficio. La banda musical es una eficaz partitura compuesta por el famoso compositor Joe Hisaishi; e incluye breves y conocidos fragmentos de Beethoven y Gounod. Mientras que las actuaciones son notables, en particular la del protagonista, interpretado por Masahiro Motoki.
Cabe aclarar que esta película no es una obra experimental ni contemplativa, a pesar de un oportuno manejo del silencio y de puntuales momentos de soledad y relax. Por otra parte, elude todos los aspectos chocantes o crudos que rodean al No ku y, en cambio, se centra en el aspecto emocional, al que contribuyen decisivamente los componentes anotados más arriba. Mientras que la acción contiene elementos de ambigüedad, sobre todo respecto al pasado de Daigo, que resultan muy eficaces para lograr ese tono reticente que caracteriza la película. Aparte de lo anterior, Departures es un filme comercial, es decir, busca y consigue el éxito de público.
No obstante lo anterior, hay algunos defectos menores que podemos anotar. Primero, un cierto exceso en la presentación del protagonista como violoncelista, lo que incluye una secuencia que más parece la promoción de un virtuoso tocando en medio de la naturaleza con unas tomas aéreas; que recuerda un DVD del pianista escandinavo Leif Ove Andsnes, que lo muestra interpretando piezas Grieg, también con tomas aéreas, en lo más alto de los acantilados que rodean un fiordo noruego. Esto desnaturaliza un poco el carácter de la película, porque este componente es secundario, en relación con el No ku y la relación padre/hijo.
Un segundo punto es el hecho de que Miko, la esposa del protagonista, resulta excesivamente sumisa frente a las decisiones de su esposo; mientras que éste aparece también como muy comprensivo frente a una ocasional separación. Lo que puede ser una mirada demasiado complaciente de las relaciones de pareja, incluso en el conservador Japón. Lo cual anticipa una tercera debilidad de la película. Y es que pese a mantener en general un tono sobrio a lo largo de las peripecias del relato, la cinta –para mi gusto– desbarra un poco hacia lo almibarado, sobre todo en el desenlace. Ese tipo de manipulación facilista es a la que apuntan los típicos productos hollywoodenses; no en vano esta obra ganó el Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa el año pasado.
Pese a lo anterior, Departures es un filme bello, conmovedor y relajante. Altamente recomendable.
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