Dir. Enrique Chimoy | 95 min. | Perú
Intérpretes: Elmer Yaipén, Andy Yaipén, Lucho Cuéllar, Cati Caballero, Carlos Cano, Carlos Gassols, Claudia Portocarrero, Hertha Cárdenas, Fernando Armas, Leslie Moscoso.
Estreno en el Perú: 11 de junio de 2009
Motor y motivo tiene la gracia de un concierto nocturno, al aire libre, con grandes altoparlantes y harta cerveza. Se trata del esquema clásico del cantante o grupo musical que usa la pantalla grande como una prolongación de su celebridad, y que hace del filme una síntesis idealizada y perenne de sí mismo, con algún grado de cercanía a su realidad. Lo mejor es la selección musical. Las canciones están bien elegidas y las escenas de conciertos, editadas con criterio, presentan un marco multitudinario que anima al espectador. El producto es una desfachatada mirada al ombligo que celebra y reivindica el status que ostentan sus artífices en el espectro artístico y el imaginario popular.
Motor y motivo tiene la gracia de un concierto nocturno, al aire libre, con grandes altoparlantes y harta cerveza. La cinta no sólo recrea varias veces las concurridas presentaciones del Grupo 5, sino que toda la estructura narrativa gira en torno de cuánto se exponen las cualidades artísticas de la agrupación chiclayana, insertando performances del aspirante a vocalista como videoclips, donde adelanta en la calle lo que sueña hacer frente al público. Se trata del esquema clásico del cantante o grupo musical que usa la pantalla grande como una prolongación de su celebridad, y que hace del filme una síntesis idealizada y perenne de sí mismo, con algún grado de cercanía a su realidad.
Así ha ocurrido en industrias más desarrolladas con muchos artistas de todo calibre -muchos hispanoamericanos, por ejemplo, en España, Argentina y México-, desde Carlos Gardel hasta Daddy Yankee, y de The Beatles a Los Shapis, el antecedente peruano. La calidad se da cita escasas veces en este tipo de película, porque el objetivo es que los fans se regodeen con la imagen de sus artistas favoritos en el simulacro de ficción que muestran, y casi siempre lo único importante son ellos, simplemente. El Grupo 5 y el director Enrique Chimoy han cumplido básicamente estas reglas, porque el producto oscila entre el énfasis de la valía del clan, la pujanza provinciana, el homenaje al desaparecido patriarca Yaipén, los altibajos vivenciales de sus miembros y la amenaza que representa un caricaturesco mafioso que quiere comprarlos. Todo es elemental, con malvados que dan risa y algunas actuaciones -incluidas promocionadas presencias femeninas- que están cerca de hacer perder el encanto del divertimento.
Pero fuera de ese marco previsible, Motor y motivo tiene aciertos y horrores muy nítidos. Por un lado, el concepto product placement, es decir, la colocación de publicidad indirecta en el filme, ya alcanza el bochorno. Los auspiciadores -sobre todo marcas cerveceras, bancarias, de electrodomésticos y gaseosas- muestran sus productos con fruición y refuerzan el carácter publicitario del proyecto. Esta modalidad es rentable, porque contribuye al financiamiento de las películas, pero aquí se desvirtúa con excesos como el paneo innecesario del logo de un banco que recientemente ha llegado al Perú (recuerden también, como ejemplo de mala aplicación, la secuencia bancaria de El premio). Otro defecto es el cherry a las autoridades, con dos apariciones del alcalde de Monsefú, al principio y al final, y una mención a quien fue el burgomaestre de Magdalena del Mar hasta hace unos días. Y el rosario se completa con el personaje de Fernando Armas, Fulvio Carmelo, que cada cierto rato suelta sus habituales disfuerzos. Es decir, se hacen insertos forzadísimos que desmerecen el nivel global del trabajo.
Lo mejor es la selección musical. Las canciones están bien elegidas y las escenas de conciertos, editadas con criterio, presentan un marco multitudinario que anima al espectador (por lo demás, para mi gusto la música del Grupo 5 es sencilla, pero agradable y fiestera, correcta sin buscar virtuosismo). Además, si el guión y la actuación no se sostienen por sí solos, en el montaje de Joaquín Hume y Roberto Barba hay algunos toques que ayudan a narrar mejor y a mantener un tono fresco y juguetón. Y la decisión artística más feliz, sin duda, es haber convocado a Carlos Gassols, un gran actor que derrocha naturalidad y viabiliza las escenas donde aparece, y hasta se luce cantando una canción a dúo.
En resumen, Motor y motivo no es satisfactoria por supuesto, pero acerca a nuestra cinematografía al público. Y no es fallida: su resultado es exactamente el que han pretendido, una desfachatada mirada al ombligo que celebra y reivindica el status que ostentan sus artífices en el espectro musical y el imaginario popular, y que se enorgullecen de darle un éxito de taquilla al cine peruano con el banner cervecero por delante, compitiendo con las cifras de La teta asustada.
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