La cinematografía de Bolivia, nación con la que tenemos los lazos bilaterales en un momento delicado, organizó en La Paz, del 1 al 13 de junio, un evento iberoamericano que en nuestro medio pasó casi desapercibido. De hecho, Conacine no presentó un proyecto propio, perdiendo la posibilidad de que una película nacional que esté empezando su largo camino consiguiera algún tipo de ayuda. Se trata de la primera edición del Laboratorio Cinematográfico Bolivia Lab, un nuevo espacio de capacitación, difusión y competencia que ofreció un conjunto de talleres, charlas magistrales, sesiones de pitching, encuentros de coproducción y asesorías de guión, y que entregó premios de coproducción. El Perú participó, a través de dos empresas, como socio en un par de proyectos premiados de Venezuela y, justamente, el anfitrión.
Inicialmente, se realizó una capacitación para los responsables de diez proyectos bolivianos, a quienes se instruyó en todos los detalles de su preparación, desde la elaboración del presupuesto hasta la escritura de sinopsis. De ese grupo se escogió los cuatro mejores, que pasaron junto con otros nueve proyectos iberoamericanos a una fase de talleres y conferencias sobre aspectos de producción y realización, a cargo de especialistas internacionales como el argentino Hugo Castro Fau, quien dictó un seminario de producción y tutorías individuales. Luego, se definieron los premios de coproducción. De acuerdo al fallo del jurado, compuesto por el productor y sonidista chileno Marcos de Aguirre, el director venezolano Carlos Azpúrua y la boliviana Teresa Flores, el primer puesto lo obtuvo La casa (Bolivia-Colombia), proyecto de Karina Oroza, que ganó 15 mil dólares en servicios de post producción en el Laboratorio Filmosonido de Chile.
Le siguieron, con mil dólares cada uno, Nikkei (Venezuela-Perú), de Kaori Flores-Yonekura y nuestro compatriota Hugo Shinki -que erróneamente figura como venezolano en algunas páginas webs que informaron sobre Bolivia Lab-; y Lo peor de los deseos (Bolivia-Perú), de Claudio Araya, proyecto en el que participa Carlos Solano, productor del largo Cielo oscuro y también ponente durante la capacitación. Asimismo, recibieron asesorías de guión o discos duros de amplia capacidad, los proyectos Isabela, terror y lágrimas (Ecuador), de Paola Rodas; Boquerón (Bolivia), de Tonchy Antezana; La tentación de Ishawa (Bolivia) de Gumercindo Yumani y Franklin Gutiérrez; Hay una isla en el mundo (República Dominicana), de Johanne Gómez; Tren Paraguay (Paraguay) de Mauricio Rial y Natalia Benítez, entre otros.
Bolivia Lab, dirigido por Viviana Saavedra y producido por Fernando Martínez, fue organizado por PRODUCEN Bolivia, el Movimiento del Nuevo Cine y Video Boliviano (MNCVB), el CONACINE de Bolivia, la Fundación de la Investigación del Audiovisual de España (FIA), la Fundación Cinemateca Boliviana, TFM Studio, Escorzo Producciones, Pequeño Teatro, la Fundación First Team (España), el AECID Bolivia, la Embajada de España y la Oficialía Mayor de Culturas. Finalmente, sirvió de escenario para el estreno del documental América tiene alma, de Carlos Azpurúa, quien aborda la festividad y ritualidad de los carnavales bolivianos de Oruro, en un contexto de diversidad y convulsión política del país altiplánico.
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