El cuerno de la abundancia es la nueva comedia del cubano Juan Carlos Tabío, el director de una de las cintas más populares de ese país, Lista de espera, así como de Fresa y chocolate y Guantanamera, al alimón con el maestro Tomás Gutiérrez Alea. Esta entrega también ha tenido buena acogida del público, gracias a una anécdota sencilla y un guión chispeante que enganchan rápidamente. La noticia de una supuesta herencia millonaria para quienes se apelliden Castiñeiras, a partir del depósito de unas hermanas monjas en un banco inglés en el siglo XVIII, pone de vuelta y media a un pequeño pueblo de la isla, que empieza a urdir una serie de complicadas maniobras legales para cobrar el dinero y repartirlo. Pero sobre todo, la gente se dedica a despilfarrar el poco dinero que tiene, renovar infraestructura, adelantar inversiones y gastos, lo que se manifiesta en el aprovechamiento de vetustas locaciones y el empleo de suficiente logística para graficar la locura derrochadora. Así como en El tesoro de la Sierra Madre y El hombre que quería reinar, del norteamericano John Huston; Como el gato y el ratón y Soñar no cuesta nada, del colombiano Rodrigo Triana; y El premio, del peruano Alberto Durant, otros casos de repentina llegada de fortuna o bienes materiales a un grupo de personas o una comunidad de escasos recursos, Tabío plantea desde el principio un escenario problemático y pesimista sobre las consecuencias de semejante novedad.
La película es muy ágil y divertida, posee un vertiginoso timing actoral, en un reparto de protagonismo colectivo donde destacan Jorge Perugorría, Enrique Molina, Annia Bú, y en un pequeño rol la histórica Mirta Ibarra. Más allá de los detalles técnicos que rodean y complican el cobro de la herencia, El cuerno de la abundancia muestra con habilidad la idiosincracia cubana, en su adrenalina, su efusividad, y sus roces internos y externos. Por ejemplo, existen distinciones ortográficas en el dichoso apellido, que algunos llevan con «i» y otros con «y», lo que remite a ciertas escalas sociales. De igual modo, Miami asoma en una discusión sobre el tema, y despierta el viejo conflicto alrededor de la política y la polarización de abandonar el país o quedarse en él. Precisamente, las referencias principales de la posible herencia provienen esencialmente del extranjero (España, Inglaterra, Estados Unidos), lo que se puede interpretar como una amenaza exterior en contra del bienestar de la vida cubana, básicamente local y autosuficiente. En ese sentido, el desastre que ocurre en la pequeña localidad del relato, y por extensión a toda la parentela Castiñeiras, viene a ser una reafirmación de que a esa cultura, a esa sensibilidad, luego de un proceso histórico tan largo y complejo, le va mejor estando concentrada en sí misma y sin prestar atención a los anzuelos foráneos, confusos y falaces (y si llegan por Internet, menos, ja). Ni siquiera en la flamante era Obama.
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