La nana, como su nombre lo indica, es una película hogareña, protagonizada por una empleada doméstica que ya lleva veinte años trabajando para una familia de clase alta, en Santiago de Chile. Ella ha desarrollado preferencias por los hijos menores de la familia y animadversión por la mayor, pero el problema es más complejo. Se trata de la transformación de esta mujer, un poco amargada, con una vida rutinaria y necesitada de afecto. No el «gran» cambio, pero sí uno fuerte en su vida.
En torno a este punto, el filme se divide en tres grandes partes. El primero muestra a la nana Raquel y sus actividades cotidianas como empleada doméstica; así como la rutina diaria y las relaciones con los distintos miembros de la familia. Pero también, el hecho de que ya ha cumplido cuarenta años y exhibe signos de agotamiento físico, lo que coincide con su cumpleaños. A raíz de ello, la esposa decide contratar a una segunda nana para que la apoye, lo cual desata temores e inseguridades en Raquel. La segunda parte de la película muestra las maldades de la nana para con sucesivas asistentas, a las cuales ahuyenta. Finalmente, en una tercera parte, una de ellas le hará cambiar.
Este esquema narrativo simple, pero eficaz, constituye el nervio de la película. Desde el punto de vista audiovisual, destaca la tendencia casi permanente a los planos cerrados, ya sea de actividades domésticas, tomas grupales de la familia y primeros planos, sobre todo de Raquel. Esta planificación es emocionalmente funcional, tanto para las situaciones de tensión, como las posteriores, de liberación. Un segundo gran logro es la espontaneidad conseguida por los actores para ilustrar la vida de esta familia y hacer convincente sus relaciones con la nana. Otro aspecto resaltante es la gran actuación de Catalina Saavedra en el rol protagónico.
Pero el gran «gancho» de esta película es, sin embargo, la existencia de personas que nos descubren aspectos ocultos de nosotros mismos. ¿Quién no ha conocido a un amigo o amiga que nos ha hecho cambiar, al menos de actitud? ¿O que nos ha mostrado el camino u obras que han influido para bien en nuestras vidas? En el caso de Raquel, la forma de ser de su tercera asistenta le mostró, de pronto, que otra vida era posible para ella. No sólo fue su desinhibida reacción que provocó la reacción y reflexión, sino también el posterior viaje de ambas al interior del país, lo que le abrió nuevas perspectivas a Raquel.
Sin embargo, hay que decir que este «clic» no depende solamente de un personaje externo, sino que deben darse al menos una condición adicional: una acumulación de circunstancias objetivas que hagan difícil o imposible continuar por una senda errónea. Tal era la situación de Raquel, que ya había acumulado tensiones internas (y de salud) y externas (con la familia y las sucesivas asistentas) que eventualmente hacían peligrar su estabilidad laboral. Por tanto, ella enfrentaba el desquiciamiento de su salud o el cambio de giro, lo que ocurrió al coincidir ese momento con la aparición de la persona indicada para evidenciar la necesidad del cambio de rumbo. Cuando esto sucede, normalmente ello viene acompañado –como lo indicamos en el párrafo anterior– con más cambios que el afectado puede procesar. En suma, buena película.
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