Dir. Ciro Guerra | 117 min. | Colombia
Intérpretes: Marciano Martínez (Ignacio), Yull Nuñez (Fermín). Rosendo Romero, Beto Rada, Guillermo Arzuaga, José Luis Torres. Principales: Agustín Nieves, Erminia Martínez, Justo Valdéz, Carmen Molina, Juan Bautista Martínez.
Estreno en el Festival : 09 de agosto de 2009
La película trascurre en distintos espacios geográficos del norte colombiano, con una variedad visual que va de las verdes cordilleras, subiendo a los glaciares, y bajando al desierto y la costa caribeña. Paisajes que, pese a las apariencias, no tienen el «colorido» turístico ni la mirada exotista; en contraste, no se nos oculta la aridez y dureza de estos lugares, pero tampoco su belleza. La cinta se extiende en varias escenas que muestran interpretaciones musicales relacionadas con el protagonista, un juglar legendario –Ignacio Carrillo– que, deprimido por la muerte de su esposa, inicia un largo periplo para devolver el acordeón que le entregara su maestro; viaje al que se une Fermín, un joven aprendiz que intenta seguir sus pasos.
Esta película tiene un conjunto importante de valores cinematográficos. En primer lugar, el aprovechamiento del paisaje merced a un extraordinario trabajo de fotografía. La película trascurre en distintos espacios geográficos del norte colombiano, con una variedad visual que va de las verdes cordilleras, subiendo a los glaciares, y bajando al desierto y la costa caribeña. Paisajes que, pese a las apariencias, no tienen el «colorido» turístico ni la mirada exotista; en contraste, no se nos oculta la aridez y dureza de estos lugares, pero tampoco su belleza. En esa línea, el paisaje a veces es muy simple, pero está captado de manera extraordinaria por la fotografía.
El segundo aspecto, y pese a la preeminencia de tan variada geografía, también aparece una gran riqueza étnica, representada por los distintos pueblos que habitan en estas regiones (y sus respectivos y distintos idiomas). En tal sentido, es clave y muy logrado el trabajo con actores no profesionales, así como el concurso de ilustres representantes de la música local, elemento central de la película. Súmese a ello un uso realista de las locaciones, aunque no siempre del vestuario, lo que de todas maneras añade un elemento visual y cultural adicional a la película.
El valor de la música, asimismo, es simplemente extraordinario. La cinta se extiende en varias escenas que muestran interpretaciones musicales relacionadas con el protagonista, un juglar legendario –Ignacio Carrillo– que, deprimido por la muerte de su esposa, inicia un largo periplo para devolver el acordeón que le entregara su maestro; viaje al que se une Fermín, un joven aprendiz que intenta seguir sus pasos. El filme está ambientado en 1968, momento en el cual –según el director Ciro Guerra– el vallenato recién se convertiría en un género comercial masivo. Por tanto, la película nos muestra tradiciones culturales vivas en sus propios contextos geográficos y hasta sociales; lo cual es otro gran logro de esta cinta.
En cuarto lugar, y consistente con su enfoque sociocultural, el filme tiene un tempo lento; que se corresponde con la parsimonia y hasta el pasmo que caracterizan la vida en las zonas rurales en las que se desarrolla esta obra. Ello nos conduce a una planificación con predominio de los planos abiertos; es decir, panorámicas a veces espectaculares y planos medios y americanos, y relativamente menos tomas cercanas. Esto justifica y exige la buena fotografía y termina de redondear la imagen de una película que reivindica estas tradiciones culturales y su relación con distintos grupos sociales, las lenguas vernáculas y el paisaje.
Estamos, pues, ante una película étnica de excelente fotografía, música extraordinaria y componentes de gran valor cultural. Es por ello lamentable que estos buenos puntos a favor sufran a causa de algunas igualmente importantes debilidades narrativas.
La principal tiene que ver con el objetivo del protagonista, el cual no es coherente con algunos de los episodios de la cinta. Esta es una película de viaje, que normalmente significa un viaje vital o el de un tramo de la vida. Y es, al mismo tiempo, una película de aprendizaje, puesto que el héroe tiene un ayudante que se considera su aprendiz.
Y es aquí donde empiezan los problemas. Se supone que Ignacio ya no quiere saber nada de la vida y se niega a volver a tocar; no obstante, contradictoriamente, se mete a duelos y concursos musicales por razones poco claras. De igual forma, rechaza oficiar de maestro de Fermín, no obstante lo cual permite que lo siga y le pide que cace para él. Además, nunca llega a enseñarle nada y, peor aún, ni le reconoce sus talentos como percusionista; provocando su justificado resentimiento. Nunca llegan a aclararse estas contradicciones del personaje; y su casi permanente mal humor tampoco es suficiente para justificar la fidelidad de Fermín.
Es normal que en una película de viaje aparezcan episodios diversos; pero mediante ellos es que se va construyendo un personaje y, en principio, deberían tender a reforzar el objetivo del viajero. Esto no ocurre en Los viajes del viento, donde su protagonista no exhibe una constancia en su objetivo, ya sea por acciones contradictorias o por simple falta de voluntad; como cuando pierde su instrumento a manos de un curioso trío de cuatreros.
Asimismo, se presentan elementos que luego se quedan sueltos respecto al objetivo básico del héroe. Uno de ellos es, por ejemplo, la leyenda según la cual su acordeón tendría una maldición que obligaría a quien lo tocara a estar atado a él permanentemente; y condenado a tocarlo de por vida. Idea atractiva, que se reforzaría durante un duelo con otro acordeonista, el cual obraría mediante brujería. Sin embargo, luego nos enteramos, por boca del hermano de Ignacio, que tal leyenda es falsa. Entonces, desde un punto de vista meramente dramático, ¿a santo de qué todo este episodio?
En consecuencia, la lucha por superar obstáculos para lograr el objetivo se ve lastrada por estas incongruencias, insuficientemente enunciadas o simplemente ignoradas, del guión. Por tanto, y pese a la espectacularidad visual y los aportes culturales de la cinta, ésta se va haciendo larga y empieza a perder unidad y cohesión.
Más aún, el final también se alarga innecesariamente y, sobre todo, tampoco deja en claro si el protagonista ha cumplido con su meta; ya que en ese momento recibe un misterioso mensaje de su maestro, el cual nunca conoceremos. Tal final ambiguo o abierto, no ayuda tampoco a dar un sentido general a la acción dramática de la película. Es una pena que una obra llena de tantos valores artísticos y culturales, aparte de una alta factura técnica, no haya logrado articularse adecuadamente para conseguir un mejor resultado.
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