Dir: Joel Hopkins | 93 min. | Estados Unidos
Intérpretes: Dustin Hoffman (Harvey Shine), Emma Thompson (Kate Walker), Eileen Atkins (Maggie Walker), Kathy Baker (Jean), Liane Balaban (Susan), James Brolin (Brian), Richard Schiff (Marvin).
Estreno en el Perú: 11 de agosto de 2009
Harvey Shine viaja a Londres para asistir a la boda de su hija que no ha tenido cerca y que prefiere llegar al altar tomada de otro brazo. En el aeropuerto donde aterriza se cruza con Kate Walker, una trabajadora que recibe a los pasajeros y les pregunta datos básicos. Como él está en una seria crisis personal elude el contacto, pero luego el encuentro se dará de todos modos, porque es el terreno de «chico conoce a chica», aunque estos chicos ya están bien maduros. Dirige y escribe Joel Hopkins, en su segundo largometraje.
Siempre es grato ver a dos grandes intérpretes como Dustin Hoffman y Emma Thompson, y más aún si actúan juntos (ya lo habían hecho en 2006 en la comedia romántica Más extraño que la ficción, de Marc Forster), en una historia sencilla y una producción pequeña en la que pueden construir sus personajes relajadamente y sin tanta parafernalia. La pareja protagoniza Last Chance Harvey, segundo largo de Joel Hopkins, relato otoñal de un veterano creador de jingles y padre ausente que emprende un reencuentro filial, amoroso y vital en general, lejos de su rutina neoyorquina, en Londres.
En primer lugar, Hopkins, que también firma el guión, define en un breve prólogo el carácter de Harvey Shine, un divorciado envuelto en la inestabilidad laboral e inquieto por la boda de su hija, acontecimiento a realizarse en la capital británica y al que asistirá como un absoluto extranjero, más allá de la nacionalidad. La trama le va presentando situaciones adversas, como la soledad en el aeropuerto y el hotel, la preferencia de la novia por ir del brazo de su padrastro (James Brolin), y la sensación de completa desubicación al momento de brindar por los recién casados, rodeado de una familia a la que no pertenece y con la que los lazos prácticamente no existen, más allá de su ex esposa (Kathy Baker, a quien recordamos en Jacknife con Robert DeNiro). Además, parece tener un complejo de inferioridad frente a los británicos, pues hace comentarios que menoscaban su condición de estadounidense. Es la versión añeja del perfil inseguro y nervioso que conocemos de Hoffman, que esta vez se mide en sus tics y compone un retrato melancólico, principalmente a partir del gesto adusto, el titubeo moderado y la mirada perdida.
Al costado de ese choque emocional, y plenamente influido por él, se desarrolla el esquema «chico conoce a chica». El cruce se da justamente al ingresar Harvey al territorio inglés, pues en el aeropuerto trabaja Kate Walker (Thompson), una británica madura, empleada de la oficina de estadísticas nacionales, que da la bienvenida a los pasajeros y les pregunta datos básicos. Ella es una mujer solitaria que por momentos recuerda a su padre fallecido -lo que empalma con la búsqueda de Harvey-, y está habituada a frustrantes citas a ciegas, motivo de tenaz seguimiento de su madre Maggie (Eileen Atkins), una señora que espía con curiosidad y temor a su corpulento vecino de origen polaco. Las oscilaciones de Harvey provocan que su estadía londinense se alargue y surja la cercanía pese a la poca confianza de Kate en entablar contacto. Sin embargo, ya no están en edad para hacerla larga, así que el flirteo y la apertura se aceleran, pero tal vez demasiado. Se repite el clásico defecto de muchos filmes que abordan el intimismo y hablan de encrucijadas personales: los hechos que encaminan a un cambio significativo ocurren en un tiempo muy reducido, en un ejercicio de guión que, aunque se sostiene, luce apurado, más aún si el momento en que la dupla empieza a conversar, que es clave para que funcione este tipo de película, no llega muy pronto ni es precisamente muy espontáneo. El resultado es que Harvey vive en aproximadamente cuarenta y ocho horas una serie de incidencias definitorias y da un vuelco considerable a sus planes y objetivos. Con todo, Last Chance Harvey es una simpática realización que se deja ver. Se apoya en la sencillez argumental, la linealidad narrativa y la frescura de sus intérpretes, en un Londres que atrapa con su tráfico y grandes espacios, que Hopkins filma en planos abiertos y luminosos que sirven para liberar las tensiones de sus protagonistas.
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