Uno de los directores de mayor actividad en el cine peruano, en medio del tránsito de la etapa muda a la sonora, Alberto Santana (1897-1966), es recordado estos días en el XIII Festival de Valparaíso, que empezó ayer, martes 25, y va hasta el lunes 31 de agosto. Se trata de un prolífico pionero del cine latinoamericano, pues además de su tierra natal, Chile, y nuestro país, trabajó en Ecuador, Colombia, Costa Rica y Puerto Rico, en un denodado y fracasado esfuerzo de crear industria cinematográfica.
Como recordarán los memoriosos, su película Yo perdí mi corazón en Lima (1933), el último de seis largometrajes realizados en el Perú, en las postrimerías del periodo silente, fue la principal restauración que efectuara la extinta Filmoteca de Lima -hoy Filmoteca PUCP-, que la reestrenó en 1995 en su viejo local del Paseo Colón. Era un melodrama de diálogos hilarantes por su solemnidad, en el que jóvenes parejas de enamorados se separaban traumáticamente por la guerra que enfrentó al Perú con Colombia, en una Lima irreconocible para las nuevas generaciones, generosa en locaciones elegantes, y dotada de un tono inevitablemente ingenuo y semi amateur. Precisamente, la coordinadora ejecutiva de dicha institución, Norma Rivera, ha ofrecido hoy en la mañana una conferencia sobre el paso de Santana por el Perú, tras lo cual estaba programado un conversatorio y la proyección del filme.
Dicho sea de paso, la nota del diario La Tercera, indica que ayer, en la primera fecha del ciclo dedicado a Santana -según el programa, con la exposición de Eliana Jara, autora del libro «Cine Mudo Chileno»-, un concurrente de noventa años sorprendió al contar que había participado en una película suya filmada en Viña del Mar, localidad que pertenece a la ciudad y región de Valparaíso.
Ayer, en la primera de las conferencias del Festival de Cine de Valparaíso dedicadas a Alberto Santana (1897-1966), desconocido impulsor del cine chileno en los años 20, un espectador de 90 años afirmó haber participado en un filme suyo en Viña del Mar. Los expositores, que han investigado su trayectoria por varios países, quedaron impresionados: nadie sabía que el autor había hecho un filme en esta ciudad.
Al respecto, Ricardo Bedoya, en el texto que dedica al emprendedor cineasta, en su libro El cine silente en el Perú (página 192), menciona brevemente las zonas de Chile donde filmó.
La leyenda de Santana empezó en Chile. Se le describía como un personaje inquieto, aventurero, excesivo, persuasivo, lleno de impulsos que le llevaban a realizar cambios de último minuto en el rodaje, deseoso de aclimatar la retórica sentimental del cine europeo a los ambientes «criollos». Conocido como cineasta viajero, filmó en Santiago, Antofagasta y Valparaíso, los tres centros de producción importantes del cine chileno de la época, pero también en Concepción y La Serena.
Esperemos que la Filmoteca PUCP pueda presentar luego el único otro largometraje, de la treintena de trabajos producidos desde 1923, que ha podido sobrevivir de este trotamundos y que se exhibió ayer: Bajo la Cruz del Sur (Chile, 1947), codirigida con Adolfo Berschenko (según IMDB, Santana sólo fue guionista).
(Foto de la cinta «Bajo dos banderas», Chile, 1926)
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