Dir. Selton Mello | 104 min. | Brasil
Intérpretes: Leonardo Medeiros (Caio), Darlene Glória (Mércia), Paulo Guarnieri (Theo), Graziela Moretto (Fabi), Lúcio Mauro (Miguel), Fabricio Reis (Bruno), Thelmo Fernandes (Neto), Cláudio Mendes (Thales), Daniel Torres (Vitor), Rose Abdallah (Célia), Lucas Guarnieri (Thiago), Liz Maggini Seraphin (Bia), Hossein Minussi (Alex), Emiliano Queiroz (Zé do Caixão), Nathalia Dill (Marília)
Estreno en el Festival: 10 de agosto de 2009
Esta película transcurre el día de Navidad en una ciudad brasileña y muestra la desintegración de una familia disfuncional. El director consigue, así, una combinación de encierro y tensión entre los miembros de la familia, mientras que la movilidad de la cámara inicia lo que será una sensación de vorágine que caracteriza este filme. La realización es correcta y también está lograda esa sensación de remolino emocional que se traga a todos; lo que justificaría en algo que algunos procedimientos audiovisuales no mantengan el equilibrio deseable. No obstante, ese mismo remolino afecta también a la estructura dramática.
Esta película transcurre el día de Navidad en una ciudad brasileña y muestra la desintegración de una familia disfuncional. Desde el punto de vista audiovisual, la película sigue un patrón parecido al de La Fiesta de la Niña Muerta; es decir, hay una tendencia a los planos secuencias (menor que en la cinta de Nachtergaele), con cámara en mano, pero interrumpido ocasionalmente por breves insertos que sugieren el martilleo del pasado en el protagonista, Ciao. Sin embargo, este último procedimiento no aparece suficientemente integrado con el resto del filme ni con la secuencia del accidente (de donde parecen provenir).
La cinta empieza en un depósito de chatarreo de carros, cuyo administrador es Ciao; quien luego viaja a la casa familiar para pasar la navidad. Allí se celebra una fiesta, pero el director combina algunos planos de conjunto, que muestran la fiesta, con un contínuo paseo de la cámara a través de los diálogos de los diversos personajes, que son muy agrios, en planos cerrados. El director consigue, así, una combinación de encierro y tensión entre los miembros de la familia, mientras que la movilidad de la cámara inicia lo que será una sensación de vorágine que caracteriza este filme.
Lo cual garantiza que la película tenga una fuerte intensidad emocional, ya que además vemos varios de los problemas que aquejan a los niños de la calle en Última Parada 174 de Bruno Barreto: alcoholismo, adicción a drogas (y calmantes), niños dejados a su suerte; pero, en este caso, padecidos por una familia de clase alta. A ello se suman conflictos de pareja (todos los adultos del entorno de Ciao están divorciados o en camino a separarse); muchos conflictos a flor de piel, así como desarraigo, cuando Ciao finalmente se marcha de la casa paterna a continuar la “juerga” en casa de unos amigos y luego con su hermano. Su peripecia acaba en su mismo negocio de chatarra, donde convive con una joven.
Pero los problemas existenciales de la familia parecen ser nada comparados con los de nuestro protagonista, quien lucha contra sus adicciones, fracasa en su intento de hablar con su padre, no logra ayudar a su madre ni a sus amigos drogadictos. Pero, sobre todo, sufre a causa de un hecho trágico del pasado, origen de todas sus culpas; lo que justifica una visita al cementerio y a las cantinas a beber.
A pesar de haber mostrado suficientemente la desintegración de los personajes, el director pareciera no haberse quedado satisfecho. Entonces, abandona los diálogos y el filme se vuelve una deriva de imágenes, audio y música sobre el hecho del pasado y las resacas correspondientes a la navidad presente, en tonos trágicos. Esta parte final se vuelve un poco reiterativa y hay algunas situaciones (el niño) que ni siquiera intentan basarse en una justificación dramática; y que parecen colocadas con el único fin de incrementar la sensación deprimente que deja la destrucción emocional de los personajes.
La realización es correcta y también está lograda esa sensación de remolino emocional que se traga a todos; lo que justificaría en algo que algunos procedimientos audiovisuales no mantengan el equilibrio deseable. No obstante, ese mismo remolino afecta también a la estructura dramática.
Así, por ejemplo, la amarga mordacidad del título y de la ocasión (la navidad) devienen muy obvias, al punto de perder todo sentido, ante el miserabilismo y autoindugencia de los personajes. Mientras que el trágico hecho del pasado no está suficientemente enfatizado y se pierde en el mar de paltas y conflictos de la fiesta familiar; de tal forma que no resulta suficientemente preparada la mostración final de la tragedia subyacente en la vida de Ciao.
Esto afecta también la acción del personaje principal, cuyo punto de vista ocasionalmente es reemplazado por el de otros personajes, perdiéndose en varios momentos la homogeneidad del relato. Finalmente, el rush final puede resultar innecesariamente agotador para el espectador.
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