¿Los nuevos bárbaros?
Son simpáticos, cool, soft, rockeros y metaleros, quieren sentirse bien con su vida y con lo que hacen, concentrarse en el presente, rechazar el pasado y sobre todo pensar en su futuro. Los grandes problemas sociales, el incesto, la infancia delincuencial, la exposición del sexo, todos esos son temas hard. No hablemos ya de la política o la ideología, esas grandes maneras de aplastar al individuo y ahogar la subjetividad, la imaginación y el conocimiento de uno mismo.
Estos son los nuevos bárbaros que nos mostró hace algunos años una notable película del director quebecquense Denis Arcand: Las invasiones bárbaras. Pues bien, ahora hacen cine y podemos ver su influencia en los palmarés del reciente Festival de Cine de Lima 2009.
Bajo su sombra comentaremos las premiaciones a lo que denominamos, a falta de un mejor término, como «películas de festival». De estas ocho películas, la mitad tiene un componente de estilización formal, mayor o menor; mientras que cuatro de ellas son minimalistas (ver Cuadro Nº 4). Mientras que Los paranoicos, aunque tiene un tratamiento clásico, es fronteriza con el sub grupo de las minimalistas cuya temática es juvenil y rockera.
Cuadro Nº 4
Películas «de festival» por estilos estéticos
Estilizadas | Minimalistas |
Rabioso sol, rabioso cielo | Excursiones |
La teta asustada | Gigante |
Los viajes del viento | Huacho |
La fiesta de la niña muerta | Gasolina |
4 | 4 |
Sostenemos que una fuente importante de la tendencia conservadora apreciada en los palmarés proviene de una crítica soft y cool, centrada en filmes que rescatan la individualidad, el desarrollo personal y profesional, la solidaridad entre pares generacionales, el juego, la ironía, la cotidianeidad y cierta inocencia que ocasionalmente llega al puritanismo; en formatos innovativos pero light, tanto en lo formal como –sobre todo– en el contenido.
Esta tendencia light ya se insinúa cuando comparamos las películas premiadas por géneros. En el Cuadro Nº 5 observamos que de las cinco comedias en competencia, tres de ellas acaparan el 80% de los premios para este subgrupo. En cambio, en el caso de los dramas, de 13 filmes en competencias sólo siete de ellos lograron casi el 54% de los premios para ese subgrupo. Hay, pues, preferencia por los géneros más ligeros.
Es cierto que una de las comedias premiadas –El cuerno de la abundancia– obtuvo sólo el premio del público, no de ningún jurado. Pero, por otra parte, hay que considerar que la gran ganadora (La nana) no es un drama de elevada intensidad emocional, como podría serlo tanto La fiesta de la niña muerta, La teta asustada y, sobre todo, Feliz natal (dentro de las ganadoras de este subgrupo); mientras que Huacho es una cinta de muy baja intensidad, dada su objetividad y tendencia documental. Por tanto, hay una tendencia a lo ligero, los temas soft, mientras que las películas hard son una minoría. Pero incluso en ese grupo minoritario se han preferido aquellas menos «fuertes», tanto en forma como en contenido.
Cuadro Nº 5
Películas en competencia y premiadas, por géneros
Comedias en competencia | Comedias Premiadas | Dramas en competencia | Dramas premiados |
Excursiones | Los paranoicos (2 premios: Mejor Actor, Mejor Opera Prima) | La nana | La nana* (2 premios: Mejor Película, Premio de la Crítica Internacional) |
Los paranoicos | Gigante (Premio Especial del Jurado | El Niño Pez | La fiesta de la niña muerta (Mejor Fotografía) |
El cuerno de la abundancia | El cuerno de la abundancia (Premio del Público) | La fiesta de la niña muerta | Feliz natal (Mejor Fotografía) |
Cinco días sin Nora | – | Feliz natal | La teta asustada (Mejor Actriz) |
Gigante | – | Huacho | Huacho** (Premio de APRECI) |
– | – | La buena vida | Mal día para pescar (Mejor Guión) |
– | – | Los viajes del viento | – |
– | – | Gasolina | – |
– | – | Rabioso sol, rabioso cielo | – |
– | – | La teta asustada | – |
– | – | El premio | – |
– | – | Mal día para pescar | – |
– | – | Última parada 174 | – |
5 | 4 (80%) | 13 | 7 (53.8%) |
* Drama de media intensidad emocional.
** Drama de baja intensidad emocional.
Excursiones minimalistas
De las cuatro películas minimalistas –Excursiones, Huacho, Gasolina y Gigante– se ha otorgado un premio especial del jurado a Gigante y no a la quizás más completa de estas, Excursiones, de Ezequiel Acuña.
Ello no sólo por las características intrínsecas de la película, que sugieren un mayor trabajo creativo y de imaginación para sostener el interés en la historia y también el resultado final de la misma, en comparación con las anteriores. Aunque reconozco que es difícil la elección porque Gigante es también una película muy interesante.
Sin embargo, la cinta de Acuña tiene un aspecto adicional que tiende a colocarla por encima del resto de este subgrupo (y también, como una de las mejores del festival): propone una visión generacional; y no sólo en términos musicales, como me lo hizo notar Arnaldo Mera. También en términos culturales. Es la historia de amigos de una misma generación, que podrían estar en Argentina o en otros lugares del mundo; pero también de los criterios estéticos que utiliza esta generación para su trabajo audiovisual (que son a su vez los del director Acuña y de sus personajes). No olvidemos que la gran mayoría de ellos pertenecen al mundo del cine y las artes escénicas. Ellos ejemplifican y expresan a lo largo de esta película este enfoque conservador, soft y cool, al que me refiero más arriba.
Estos criterios son el predominio del feeling (los sentimientos) sobre la razón. Pero estos sentimientos son superficiales, fragmentarios y de baja intensidad emocional. Como se trata de una generación con un ritmo de vida más acelerado (por las tecnologías de la información y los videojuegos) y preocupada por su porvenir profesional, sus contactos emocionales están más espaciados, son más ocasionales y menos comprometidos. Por tanto, el tipo de sentimientos que se pueden acumular de contactos más fragmentarios y distanciados –que en esta película, además, se presentan con 10 años de diferencia–, es distinto que el que había en otras épocas.
Luego, es bien interesante cómo la amistad perdida se reconstruye. No lo hace mediante una exploración a fondo, profunda del pasado, sino que todo se soluciona más rápido, mediante conversaciones sobre lo cotidiano, las que –esencializadas por el director– sirven para resanar las (no explicitadas) heridas del pasado. De tal forma que cuando llega el momento del «aclare» o el «deschave» y hay que encarar las razones de la separación, todo se soluciona casi sin gran costo emocional. No hay, pues, una pretensión de examinar el pasado en términos de «historia», es decir, como un relato; sino casi como parte de un continuun siempre en el presente.
No obstante, al mismo tiempo, es una generación con un pie en la infancia: lúdica, irónica, inocente, puritana y lo suficientemente tolerante como para fumarse un troncho de vez en cuando. Poco interesada, por tanto, en asuntos complejos o fuertemente emocionales, políticos o sociales, que involucren a grandes colectividades. Por oposición a la modernidad, esta generación posmoderna rescata al individuo y defiende la individualidad contra las tendencias homogenizantes, del pasado y el presente. Estos son temas hard y ellos prefieren algo más soft, más cool; como jugar ping pong, patinar o la elevación de avioncitos a control remoto. Actividades a las que les dan una atención tan seria como a su trabajo profesional.
Y ese es el lugar donde ponen su otro pie. Más que un compromiso político absorbente, está la dedicación a su actividad profesional, donde se valora la creatividad, la imaginación y una ética de trabajo y de responsabilidad. Todo esto se ve claramente en Excursiones, donde casi no aparece el contexto ni social ni político de un país determinado; en cambio sí la idea de juegos, de inocencia, pureza y hasta de ingenuidad. A ello se añade la responsabilidad respecto al desarrollo y cumplimiento de sus distintos quehaceres, su planificación y la importancia de la comunicación asertiva para el logro de objetivos de vida. Esta ética profesional y artística la tenemos ejemplificada en el líder de la banda de rock, que manifiesta firmemente sus puntos de vista estéticos y no tiene temor de aparecer como un experimentador.
Por tanto, los personajes de esta película, hijos de la posmodernidad, representan el punto de vista desde el cual se podría juzgar estéticamente al resto de películas minimalistas arriba mencionadas y de varias más. Por ello me parece injusto que no la hayan premiado y, en cambio, sí lo hayan hecho con filmes que más bien son en gran medida tributarios de esta película de Acuña. Lo discutiremos a continuación.
Premio Especial del Jurado: Gigante
El protagonista de esta película, Jara, es el gigante bueno, inocente, metalero y enamorado de Julia y de la tele. Hay algo de infantil en él y en su pretensión de tener el control y el poder sobre su amada Julia a través de las cámaras de video; las cuales, además, se convierten en un juego de persecución, que luego se trasladará a las calles. Como los de Excursiones, ellos también son jóvenes y aunque no pertenezcan al mundo del cine y el audiovisual, resultan de alguna forma asimilados a este por sus gustos compartidos (películas de terror y música metalera).
Tampoco hay en esta historia emociones profundas. Si bien Jara llega a perder el control totalmente cuando despiden a Julia, ello puede deberse a que pierde tanto el juguete (las cámaras) como el poder para controlarla. Es como la pataleta de un niño revejido. Lo interesante de la película es cómo recién entonces, cuando ya ha perdido ese control, puede por fin dirigirle la palabra. Claro que antes ya se ha asegurado de tener gustos similares y podemos suponer un final feliz en este desenlace abierto; como, por otra parte, también ocurre en Excursiones.
Naturalmente, hay diferencias muy importantes entre ambas cintas; pero, pese a ello, la cinta de Acuña contiene más elementos significativos y esa visión generacional que explica estéticamente el estilo de Gigante.
La primera y fundamental diferencia es que mientras Excursiones es muy dialogada, Gigante casi no tiene diálogos. A diferencia de los locuaces personajes de Acuña, Jara es parco a más no poder. Sin embargo, pese a ello, ambas películas comparten una regla básica en los filmes de este estilo: es más importante lo que se deja de decir que lo que se dice. En Gigante el silencio es altamente significativo, mientras que en Excursiones lo es tanto (la mayor parte de) los diálogos como los episodios sostenidos únicamente por la música.
La segunda gran diferencia es que ambas son historias mínimas, pero mientras Excursiones tiene varias de ellas, Gigante tiene sólo una, aunque extendida. No obstante ello, siento que Gigante podría ser una de esas historias de Excursiones, aunque más desarrollada y en cámara lenta. Cierto que el seguimiento que hace Jara es fascinante y hay un elemento de ambigüedad también, que permite que afloren situaciones de tensión, emoción, curiosidad y encanto; todo ello, claro, muy light, sin mucho énfasis.
Reconozco que es muy difícil colocar una de estas obras por encima. No obstante, preferiría por muy pequeño margen Excursiones por mostrar la fuente generacional (léase cultural y social) de los patrones estéticos que ambas películas comparten. Excursiones va más allá de la anécdota cerrada en sí misma y plantea, quizás involuntariamente, un ámbito cultural más amplio, conectado con lo generacional y, por esa vía, con lo (perdón por la palabra:) social.
De otro lado, algo que –no por casualidad– no se menciona mucho es que Gigante sí tiene un elemento de contexto social: ¡hay una huelga! Increíble que aún se vean estas cosas en el cine; lo cual es un punto a favor de Gigante, pese a que el episodio es subsidiario y secundario, al punto que podría omitirse y la película no sufriría demasiado. No obstante, el director Adrián Biniez al menos se esfuerza por ubicar su historia dentro del mundo.
Sin embargo, desde el punto de vista de las valoraciones, quizás se haya preferido Gigante por lo reducido de esta mención a la realidad, en comparación con otra cinta del mismo estilo: Gasolina; la cual sí es más explícita, dentro de su minimalismo, en cuanto a plantear elementos de contexto político y social. Esto ratifica nuestra tesis, de que se prefiere cintas que restrinjan este tipo de contenidos, en relación con otras que los plantean más ampliamente. Aunque aquí cabe reconocer que Gasolina tiene handicaps técnicos que limitan su avance.
Premio de la Asociación Peruana de Prensa Cinematográfica (APRECI): Huacho
Huacho es también minimalista, pero hiperrealista y claramente experimental. La intención del director es intervenir lo menos posible, pese a que hay un guión y, por tanto, una direccionalidad (mínima) en lo que casi pareciera un documental. El objetivo es mostrar la cotidianeidad de una familia rural chilena de la manera más honesta posible; de manera objetiva, equilibrada y distanciada.
El aspecto experimental consiste en restringir todo énfasis emocional, lo cual está tan conseguido que pareciera que «no ocurre nada» en esta cinta; asimismo, los contenidos no descriptivos están también enormemente limitados, de tal forma que su impacto político es casi nulo. Estamos ante una especie de fotografía social en un día determinado y, como en Excursiones, se recrea la cotidianeidad y espontaneidad en la vida de esta familia.
Hay dos elementos valiosos en este esfuerzo. El primero es el gran trabajo de dirección de actores no profesionales. Sin duda es un reto tremendo haber logrado interpretaciones solventes con personas que deben representarse básicamente a sí mismas. Y lo segundo es el contraponer este trozo de realidad convertido en película ante un público que espera una visión «irreal», ficcionada y dramatizada; como corresponde a la percepción del público masivo. Esta es una forma radical de visibilizar a un determinado sector social específico y a la pobreza en Chile.
Aquí se obliga al público a ver la prosaica realidad de la miseria, fuera de los formatos dramáticos típicos, sin embellecimientos ni miserabilismos. Obviamente, el público masivo se aburrirá masivamente, al ver una cinta con códigos que no funcionan para sus expectativas. Sin embargo, aquí se introducirá un elemento de juego, puesto que –voluntariamente o no, conscientemente o no– habrá quienes querrán «interpretar» qué es lo que realmente quiso plantear la película.
El juego consiste en que el espectador es invitado a entender la intención y el objetivo de la obra por default. Y es muy gracioso comprobar que se hacen interpretaciones muy distintas a las modestas y concisas que plantea el director. Por supuesto que estas percepciones provienen de críticos y cinéfilos que aceptan la estética posmoderna.
Así, algunos se sintieron «conmovidos» por la historia, cuando en realidad no hay nada de conmovedor ni en el relato ni menos en el tratamiento del mismo. Me explico este juicio únicamente como ejemplo de ese feeling superficial, que acepta lo emocional cuando se muestra de la manera más sutil posible, lo más minimalista; lo que caracteriza a esta generación soft. Otros, increíblemente, sostienen que Huacho es una obra «compleja» y profunda.
Esto obedece a una especie de reflejo pavloviano por el cual ante determinados estímulos, el crítico responde con interpretaciones a veces extravagantes. Si vemos sistemáticamente elipsis, vacíos, misterios, distanciamiento emocional, tiempos muertos y prosaica cotidianeidad, inmediatamente reaccionamos con interpretaciones. Muchas veces, efectivamente, estos elementos tienen un alto poder significativo (por ejemplo, en el caso de La teta asustada). Pero también se puede dar el caso de que la película no pretenda decir absolutamente nada o muy poco, como ocurre con Huacho. Pero, dado que el citado reflejo pavloviano está en vías de convertirse en una norma de crítica, se terminan prefiriendo películas que digan lo menos posible, ya sea de forma explícita como sugerida.
Por tanto, Huacho, se beneficia de esta «demanda» de historias mínimas que dejen espacio a la sugerencia y la interpretación, así no haya casi nada que interpretar. Aún así, hay otras películas que hacen lo mismo y mejor. Basta compararla por ejemplo con la brasileña Mutum, presentada en el Festival de Lima del año pasado. Mutum tiene exactamente los mismos parámetros estéticos minimalistas de Huacho: el realismo, los actores no profesionales, la cámara no instrusiva sino casi documental y pizcas de sutil sugerencia. Pero allí sí se ve la verdadera pobreza: la mortalidad infantil, la violencia familiar y la desnutrición. Todo muy mezclado (y no enfatizado) con lo cotidiano.
Tampoco es que Mutum «muestre» mucho, pero al menos muestra más que Huacho. Ahora, todo hay que decirlo, la “pobreza” en Chile no es la misma que la “pobreza” en amplias regiones de Brasil; o la que se vive en Perú, por encima de los 3 o 4 mil metros de altura. Basta ver la implementación de la escuela a la que va el chico protagonista de esta cinta.
Otra que supera en este aspecto a Huacho, bajo los mismos parámetros estéticos, es la guatemalteca Gasolina. Aquí también la violencia y la brutal exclusión social de los indígenas están lo suficientemente sugeridos y puntualizados como para que no funcione el citado reflejo condicionado. Pero, además, el problema es que, a diferencia de Huacho, en Gasolina sí hay una sutil mostración de ese barril de pólvora social que es Guatemala. Razón de más para que el filme, pese a su sutileza y distanciamiento, no sea considerado con algún premio.
¿Los nuevos bárbaros?
En suma, la exclusión o minimización de elementos relacionados al mundo que rodea la película, en sus diversas facetas (políticas, sociales, culturales y hasta estéticas) obedece a esta eclosión de la individualidad, con las características propias de una sociedad personalizada que hemos detallado al comienzo y que aparecer descritas entrañablemente en Excursiones.
Siempre he detestado las películas políticas panfletarias e incluso las buenas películas comprometidas con causas sociales o políticas (por cierto ¿aún las hacen?); pero ahora me encuentro en la incómoda situación de defender buenas películas que son dejadas de lado sólo por cometer el pecado de hablar sobre el mundo que las rodea y en el cual están inmersas.
Como se puede constatar en mis críticas a estos filmes, he disfrutado con prácticamente todos, unos más, otros menos. Y, sobre todo, con las cintas minimalistas y juveniles, que ofrecen una mirada fresca al arte cinematográfico. Pero eso tampoco significa que hay que irse al otro extremo, e ignorar cintas que aportan novedades en los planos formales, dramáticos o ideológicos.
Dejamos para la tercera parte de este balance del Festival al Premio del Público.
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