«Delante de ustedes sólo hay un actor británico con una gran ignorancia cultural (…) Me gustaría hacer algún papel de mujer. Alguna vez ya lo he hecho, pero siempre como algo cómico. Llego tarde para interpretar a Cleopatra; por edad encarnaría a su abuela (…) o podría rodar alguna película en la que me casara con Meryl Streep y ella fuera mi marido». Con estas palabras es que el actor británico dio por iniciada su presentación en la ciudad junto al Cantábrico, para recibir el Premio Donostia que destaca toda su trayectoria. Ian McKellen recibió el galardón de manos del intérprete catalán Josep Maria Pou.
Durante la charla con la prensa, el gran Ian habló de todo, de su vida, y especialmente su amor por la carrera que ostenta, dejando en claro que le resulta mucho más gratificante su labor en el teatro que las que ha tenido en el cine, mayormente papeles más comerciales con los que la gran mayoría recién lo ha conocido:
Me gusta que sea un reconocimiento no a un trabajo puntual, sino a una labor, aunque aún me quedan cosas por aportar. Lo único que he hecho bien en mi vida ha sido interpretar lo mejor posible (…) Los actores están muy abajo en la escala de contribución a una película. Y en el teatro es más importante el dramaturgo.
¿Yo, una estrella? Me es una idea muy ajena. Me siento feliz si el director está contento con mi labor, muy feliz si les gusto a los críticos y extremadamente feliz si el público aprecia mi esfuerzo.
Simplificando, hay dos tipos de intérpretes. Uno, muy confiado en sí mismo, que sólo quieren ser ellos mismos. Claro, que quién querría que mutaran Humphrey Bogart o Cary Grant. Otros somos no más modestos pero sí más tímidos, que actuamos para escondernos. No es una contradicción: me gusta vestirme de otros, y así empecé. Me apasioné. Coleccionaba libros de teoría de la interpretación, de cómo se hacían las películas. Lo que ocurre es que la única cámara era la de mi tío, que no grababa mas que tres minutos, y el teatro era el paso natural.
La interpretación está en el alma del ser humano (…) Shakespeare dijo aquello de que el mundo es un gran escenario y todos actuamos en él, y era cierto. Nos vestimos de diferente manera según lo que vayamos a hacer. Un perro es siempre un perro en cualquier situación, y por eso son tan divertidos. Entre los animales, sólo los seres humanos nos disfrazamos. Aunque hay actores más famosos por su belleza y por la atracción sexual que emanan -por cierto, sospecho que en mi caso no es así-. Pero lo importante, lo necesario, sigue ahí, y es contar historias. Nadie escribió los versos de Homero, sino que los transmitieron los actores.
Crecí pensando que era el único que se sentía atraído por el mismo género. El cine me descubrió imágenes negativas de la homosexualidad, que en realidad reflejaban lo que pensaba la sociedad. Hollywood no está para ser un motor de cambio social, pero al menos sí ha variado su concepción. Yo he trabajado en algunos valiosos intentos, como Dioses y monstruos y me pareció muy importante el triunfo en los oscars de Mi nombre es Harvey Milk. Aún hay países, y no muy lejos de aquí, donde matan a la gente por ser homosexual. Yo quiero vivir en un mundo donde la gente sea honesta, y eso incluye poder hablar y disfrutar de tu sexualidad (…) Probablemente me acosaban porque a los seres humanos nos ponen nerviosos la gente rara. Y yo allí lo era. Yo sabía que en el teatro británico había gente desviada, rara, ¡y gracias a Dios era cierto!.
Ayer vi Máscaras, el documental sobre Josep María Pou. Y lo vi en una sala llena, con gente en silencio, riendo o disfrutando. En casa la concentración no es parecida. El cine y el teatro demuestra que somos sociales, allí formamos un órgano entero, un conjunto. ¿Mi método de actuación? La respuesta está en mi libro… que nunca escribiré. Cada uno tiene su manera que te funciona sólo a ti, y viendo Máscaras, a Josep María contando lo mismo, no puedo estar más de acuerdo. La responsabilidad de un actor estriba en mantener la fuerza de su personaje. Y no enjuiciarlo. ¿Tú te crees que Magneto piensa de sí mismo que es malo? No, nadie se cree horrible, sino que es el resto de la gente -el público en el caso de mi arte- quien lo valorará.
Guardo cariño a todos mis papeles. Pero he de confesar que mi personaje favorito es siempre el último que hago. Y como ahora no estoy trabajando, mi papel favorito hoy soy yo.
Vía El País
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