Hay muchos aficionados que extrañan los rastros transgresores en el cine de Peter Jackson, aquellos que pueden verse en sus películas iniciales, desde las cuales el neozelandés dio a conocer su gusto por la desmesura y la irreverencia. Recuerdo las primeras veces que vi las disparatadas Bad Taste y Braindead, homenajes al cine de bajo presupuesto, y que también tenían no pocas referencias al sardónico despliegue de mutilaciones en las ocurrencias -en largo o corto- de los Monty Python.
Dentro de una producción muy limitada en ese entonces, al joven Jackson no le quedó otra que asumir las técnicas de aquellos cineastas con talento para la acción, que se iniciaron dentro de la serie B estadounidense: De Palma, Carpenter y, más cercano a su tiempo, Sam Raimi. No había mucha sofisticación en sus chacoteras ficciones, pero a cambio sí había un sentido del ritmo y una libertad para jugar con lo explícito y grotesco hasta ponerlo al nivel de un juego imposible de disociar del entretenimiento más ligero. Así podíamos ver al propio director jugando con su cráneo destapado a lo largo de casi todo el metraje de Bad Taste. Intento que se quedaba en la modestia si lo comparamos con el olímpico ejercicio gore de Braindead, la mayor parodia de la vertiente inaugurada por George A. Romero en La noche de los muertos vivientes.
Todo esto viene al caso a propósito de una noticia que por momentos aparenta ser una broma de Jackson. Resulta que el cineasta, ya convertido en esta década en un todopoderoso de la gran industria,
ha revelado que se dispone a realizar algunas modificaciones a su esperada The Lovely Bones. Pero contrario a lo que se pudiera pensar, dado su característico vuelo visual, no se trata a alguna exigencia de sus siempre preocupados productores, atentos por brindar más del «entretenimiento familiar», sino más bien del público. Las primeras funciones de prueba terminaron en la queja de los espectadores de que este nuevo intento «serio» en su carrera no tenía la suficiente cuota de violencia. Algo que muchos seguramente esperaban, dado que el plot, sacado del best seller de Alice Sebold, parte de las típicas historias de asesinos en serie.
Jackson dijo que ha regresado a la sala de edición para «básicamente agregar más violencia y sufrimiento», ya que la audiencia «quería mucha más violencia, ellos no estaban satisfechos». La específica secuencia que se ganó estas críticas es una en la que un hombre cae por un precipicio. «Tenemos un montón de gente diciendo que estaban decepcionados con esta escena de la muerte, ya que quería ver al personaje en agonía y sufriendo mucho más. Hemos tenido que crear toda una escena de la muerte y el sufrimiento sólo para dar a la gente la satisfacción que necesitaban», fueron las palabras de Peter.
Resulta curioso que, tras haberse adecuado bien al estilo y los acabados que le gustan a Hollywood (El señor de los anillos es un espectáculo sano al lado de cualquier otra de sus cintas anteriores), este cineasta se vea ahora obligado a convertir su sensible historia de tintes fantásticos, en algo más morboso. ¿Acaso ya no podemos identificarlo con otra cosa? Su declaración, entre bromas probablemente, sólo nos deja pensando que aunque solemos tildar a los realizadores de «extraños» muchas veces, esto no deja de ser aplicable al grueso de nosotros como espectadores. Como alguna vez dijo el veterano, y por ello sabio, Robert Evans: «nunca se sabe». Personalmente creo que Jackson ha dado demasiados pasos como para volver al espectáculo de mero entretenimiento con el espíritu lúdico de sus cintas iniciales. En fin, con cambios y todo, The Lovely Bones todavía conserva la calificación PG13 para su estreno en Estados Unidos el 11 de diciembre.
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