Empaná de pino (2008)


Empaná de Pino (2009)Dirección y guión: Wincy (Edward Oyarce) | 90 min. | Chile

Intérpretes: Hija de Perra, Perdida, Barbara Vera, Adriana Díaz Rodríguez, Peña Lang, Melisa Mardones, Reginella, Javier Riveros, Cristián Aravena, Irina Gallardo, Paula Bravo.

Estreno en Lima: 28 de noviembre de 2009

No sé si Empaná de pino sea una buena manera de acercarse al cine independiente chileno, pero por lo menos devela intenciones por salirse de la raya. Como todo cine que quiere regodearse en lo trash y Z, no existen los límites al discernir si lo que vemos es voluntario o no, pero queda claro que el director adora los planos angulares, los contrapicados, el uso del ojo de pez, no sólo para deformar la realidad tal y como la perciben sus excesivos personajes sino para seguir la onda de una estética que a estas alturas resulta conocida y repetida, sin mucha novedad.

Empaná de pino (2008)

Comida al paso, sangre y lipstick

Empaná de pino tiene todas las intenciones de ser un subproducto, de ser una película de márgenes, de excesos, con escenas y personajes inspirados en el peor cine Z. Cuenta la historia de un teatral travesti autodenominado Hija de perra, que vive en un barrio marginal de Santiago de Chile, junto a una prostituta llamada Perdida. Ambas se ganan la vida vendiendo las empanadas del título de la cinta, cuya receta secreta incluye como ingrediente a unos buenos gramos de carne humana que obtienen matando a incautos. La historia no es para nada insólita, inclusive resulta grotesca y tosca si la comparo a temáticas con símiles en el humor negro como Delicatessen, o para ser más precisos a aquella joya del trash de Rosa von Praunheim, Can I Be Your Bratwurst, Please?, donde se comían a una estrella porno en el día de acción de gracias. Pero Empaná de pino está lejos de la factura y de la estética bizarra de las películas mencionadas, al contrario, si el director escogió un tema sin cordura de personajes de carácter underground con sello santiaguino (drag queens, transexuales, frikis, punkekes), también lo es su puesta en escena, su modo de filmar, su estilo para dirigir los actores, su ojo desde la frontera.

Empaná de pino (Chile, 2008), dirigida por WINCY, alias de Edwin Oyarce, es un intento, desde esta parte del continente, para acercarse a un canon de lo kitsch y lo transgresor, pero hecha con una mirada nostálgica, que recurre a fetiches punk en pleno siglo XXI (desde la banda sonora, hasta cierta mecánica sentimental por la transgresión per se que a estas alturas resulta demodé, solo comparable a planos de John Waters en sus mejores épocas). Lamidas de cuchillos ensangrentados, diálogos esperpénticos, disparos en la vagina, carnes molidas, senos de látex, y hasta una pichanga futbolera entre travestis y muchachos macetudos en medio del arrabal resultan estrafalarios.

Empaná de pino (2008)Desde los primeros minutos, el cineasta, con el uso de cámara en mano y de planos cercanos en blanco y negro digital, que van deformando los rostros y añadiendo efecto de irrealidad de cuento macabro, anuncia que si su tema es una historia loca de travestis con sed de venganza irracional también lo es su “puesta en escena” que no deja de en ningún momento de verse amateur, como ejercicio universitario, como una buena broma pesada. Como todo cine que quiere regodearse en lo trash y Z, no existen los límites al discernir si lo que vemos es voluntario o no, pero queda claro que WINCY adora los planos angulares, los contrapicados, el uso del ojo de pez, no sólo para deformar la realidad tal y como la perciben sus excesivos personajes sino para seguir la onda de una estética que a estas alturas resulta conocida y repetida, sin mucha novedad. El cineasta ha dirigido anteriormente varios cortos y mediometrajes, y Empaná de pino viene a ser su segundo largo, después de Los Bastardos (2006), aunque éste nunca tuvo estreno comercial.

WINCY escoge a su heroína para prodigarle la misma lascivia y glamour que una Divine, lo que no es un defecto, ya que verla en tierras chilenas con ese mismo deseo que la lleva al mismo infierno es hilarante, pero no deja de verse afectado por un derroche de histrionismo exagerado y demasiado impuesto. Pero sí creo que hay una secuencia muy lograda y que hace que valga la pena ver esta cinta inusual: el matrimonio de Caballo e Hija de perra. Tiene todos los elementos del Z que siempre me atrajeron: actores que se aguantan la risa porque temen salirse del libreto, diálogos improvisados, actores que uno no sabe de dónde salieron, pésima iluminación, vestuario que cada uno trae de sus casas, cámara nerviosa de las home movies, y un sentido de lo íntimo que realmente es risible. Pero sobre todo, esta secuencia de la boda, en color y a modo de flashback, tiene algo que me gusta: la desaparición del cineasta, como ojo que filma, pues se trata del video de la boda, como los que la gente suele conservar, y que la protagonista recuerda para evocar al amante perdido.

No sé si Empaná de pino sea una buena manera de acercarse al cine independiente chileno, pero por lo menos devela intenciones por salirse de la raya y de mostrar un Chile oculto rebosante de humor negro y con ganas de romper esquemas.


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