Dir. Jorge Blanco | 91 min | España – Reino Unido – EEUU
Intérpretes: Dwayne Johnson (Capitán Charles T. Baker), Jessica Biel (Neera), Justin Long (Lem), Gary Oldman (General Grawl), Seann William Scott (Skiff), John Cleese (Professor Kipple), Freddie Benedict (Eckle), Alan Marriott (Glar), Mathew Horne (Soldado Vesklin), James Corden (Soldado Vernkot)
Estreno en España: 27 de noviembre de 2009
Le toca el turno ahora a un tema que está muy de moda, surcar el espacio en busca de otros planetas y formas de vida, y los responsables de una compañía que precisamente tiene nombre de planeta perdido en el universo, Ilion, si bien afincada en la terrenal Alcobendas, realizan su primer asalto al tren con Planet 51, ambiciosa producción hispano-anglosajona que pretende, nada más y nada menos, alcanzar los destellos de un Pixar. Sin embargo, Planet 51, a pesar de ser una cinta triunfadora ya antes incluso de su exhibición, con ciertas dosis de decepción en sus expectativas después, es pecaminosamente americana, lo que le quita mucha de su gracia, a pesar de momentos desternillantes como el desembarco del astronauta que se las quiere pirar al ver el percal.
Levitación yanqui
No puedo evitar pasar por taquilla cuando se estrena una de las últimas novedades generadas en 3D, y más desde que comenzó esta batalla singular entre Pixar, Dreamworks, Fox, Disney y demás mercenarios que se quieran unir a la fiesta. El espectador, sobre todo el menudito, es el que se come con salsa de palomitas y deleite feliciano los resultados de tal desazón adrenalítica que obliga a sus responsables a un constante «mejor todavía», y en esta contienda parece que nuestro país no quiere quedarse sin su trozo de pastel. Aunque no formemos parte del G8, ni pintemos gran cosa a la hora de opinar en las cuestiones políticas del globo, el mundo del cine de animación nos ha entrado por el conducto de la competitividad y a tenor de los resultados no lo hacemos nada mal, tal es así que actores que no llegan a clavar bandera en la actuación, caso de Antonio Banderas, se animen a producir en estas otras dimensiones. Le toca el turno ahora a un tema que está muy de moda, surcar el espacio en busca de otros planetas y formas de vida, y los responsables de una compañía que precisamente tiene nombre de planeta perdido en el universo, Ilion, si bien afincada en la terrenal Alcobendas, realizan su primer asalto al tren con Planet 51, ambiciosa producción hispano-anglosajona que pretende, nada más y nada menos, alcanzar los destellos de un Pixar. Para ello su mesa de trabajo se ha surtido de un equipo con variado y lustroso tronco curricular, y así intervienen en este proyecto el responsable de éxitos como Shrek, o jóvenes talentos españoles que proceden del mundo del videojuego, en este caso Jorge Blanco, o compañías mastodónticas (Sony) que se encargaran de la distribución por la tierra prometida para su éxito mundial, Estados Unidos.
Deduzco que esto último es lo que, a pesar de contar con una mayoría de producción y realización con sabor español, ha hecho que se optara por americanizar hasta en su último suspiro la golosa y ambiciosa apuesta de Ilion. Planet 51, famosa en principio por su elevado presupuesto, queriéndose parecer al planeta Aménabar, es un claro ejemplo del poder globalizador de la cultura estadounidense, que no ha regalado ni la más mínima concesión a la cultura hispana, a excepción de la horrenda melodía (unos nanosegundos) de La Macarena. Pongamos por caso que el guaperas astronauta que llega al planeta 51 tuviera un aspecto más latino, o un nombre más latino, en lugar de Charles “Chuck” Baker, qué tal Antonio Baker?, o portara otra bandera, (sí ya sé, hay mucho dinero en juego, ahí están el fracaso de Donkey Xote o El Cid). Sin embargo, Planet 51, a pesar de ser una cinta triunfadora ya antes incluso de su exhibición, con ciertas dosis de decepción en sus expectativas después, es pecaminosamente americana, lo que le quita mucha de su gracia, a pesar de momentos desternillantes como el desembarco del astronauta que se las quiere pirar al ver el percal.
Los niños con sus grititos y alzas para asientos que pululaban a mi alrededor disfrutaban excitados como lo hacen con cualquier Pixar o Dreamworks, ese no es el problema. La cuestión es que todo lo que se les ofrece es bajo el prisma cultural yanqui, y lo que realmente les parece o parecerá conquistar otros mundos es cuando se estrenan en pantalla historias autóctonas maravillosas como El lince perdido o El espíritu del bosque.
La idea de Planet 51 no es mala. Es más, es estupenda, si bien bajo axiomas de cero provocación. Llegar a un planeta que creemos conquistar y comprobar que ya existe todo un mundo y cultura, aunque ésta se parezca a la nuestra con sesenta años de retraso es ya una conquista del guión. Lo que se lee entre líneas también lo es: lo dice el joven tímido y poco decidido Lem, no tener miedo a lo desconocido porque puede ser el comienzo de una nueva y fructífera etapa. El resto se sumerge en una historia con diálogos bastante convencionales y a ratos noños, copiando las pautas de todo lo visto hasta ahora desde el principio de los tiempos. Alcanzando ideas y modelos alienígenas de acá y de allá, vemos desfilar ante nuestros ojos los años cincuenta en versión Alien, con aspecto verde y bananas apostando en la cabeza o el bigote, animales de compañía que son pequeños monstruitos hijos del octavo pasajero, astronautas que parecen políticos ex-publicistas, o robots versión Wall-E, risueños como el modelo a imitar y obsesionados con los pedruscos.
Una opción para nuestros peques, un merchandising poderoso para estas fiestas que se avecinan y muchos mayores defraudados. Una pena que lo único español sea la melodía de Los del Río.
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