Hace diez años el cine norteamericano experimentó una de sus más curiosos sucesos. Una producción artesanal se convirtió en uno de los mayores taquillazos de su época, a la vez que se convirtió en motivo de innumerables discusiones, e inspiración de no pocos cineastas de mayor vuelo que hasta el momento no se habían tomado en serio la idea del video como soporte proyección para realizaciones no necesariamente de sectores más restringidos o salas de arte.
El caso de El proyecto de la bruja de Blair, de Daniel Myrick Eduardo Sánchez, no habrá sido el primer intento de realizar un largometraje de género (ficciones en las que por lo general el trabajo de ambientación y fotografía es fundamental) pero si terminó siendo para muchos una suerte de pionero de las actuales modalidades de exhibición en los cuales las nuevas tecnologías digitales cumplen un rol esencial. Si a eso le sumamos la presencia de internet como plataforma para una publicidad veloz y menos costosa, no podemos menos que pensar en la recordada falsa leyenda que precedió la odisea de ese trío de chicos perdidos en el bosque, como el verdadero inicio de la masificación de los virales que ahora exhiben casi siempre los mastodontes hollywoodenses, y algún que otro aventurero proyecto que surge de la terquedad individual y anónima. Ni qué decir de su estética «en caliente», adoptada en Cloverfield.
Algo de estos dos últimos componentes tiene la historia de la nueva película de «terror sugerido» que ha venido dominando meteóricamente las taquillas internacionales, y que se apresta a llegar a Perú para esta feliz navidad. Paranormal Activity, del realizador de origen israelí Oren Peli, fue grabada con el ínfimo presupuesto de US$15 mil aprox., y teniendo como actores a un grupo de amigos de director, entre ellos la pareja protagónica Katie Featherston y Micah Sloat.
Terminada en 2007, se consiguió introducirla dentro del programa del Screamfest Film Festival, ademas de otros dos festivales en los que pasó sin mayor gloria. A pesar de ello, una copia en DVD llegó a manos del mismísimo Steven Spielberg, quien le encontró todo su potencial para la taquilla y de inmediato adquirió los derechos para su DreamWorks, proponiéndole a Peli la dirección de un remake a todo lujo. A este novato en estas ligas no le faltó valor para convencerlo, junto a los otros ejecutivos de la compañía, para que se realizara una prueba de público a la versión original, no sin antes realizar algunos cambios en el desenlace y en la duración total, que fue reducida en unos 10 minutos. Estos retoques surtieron efecto con los espectadores y el estudio le dió su aprobación a la versión casera.
El resultado se puede constatar en toda la red: más de 100 millones de dólares de recaudación en Estados Unidos y el posible despegue de una nueva carrera en la gran industria. En cuanto a la cinta en sí misma, una historia ambientada en la casa de una pareja que sufrirá el acoso, nunca visto, de una entidad sobrenatural, hay opiniones de todo tipo. La mayoría de la crítica no deja de darle el mismo trato que a la bruja de Blair en su momento, con adjetivos que van de bluff y estafa, a nulidad (con respecto a la película de 1999 no puedo dejar de decir lo mismo). Pero está por verse qué tanto de verdadero susto tendrá ahora que la veamos. Uno de esos ejemplos típicos de falso miedo que suelen administrar las películas de este tipo últimamente es aquello del abuso de ruidos o gritos inesperados. Considerando su tipo de producción no concibo otra forma en la que esta nueva actividad paranormal se proponga hacernos saltar con la canchita en la mano. Si es que voy a invertir en mi entrada, espero en verdad equivocarme.
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