El cine de esta década nos ha dejado algunas películas admirables. Algo que no es fácil de confirmar o siquiera rastrear, si nos guiamos en la cartelera de hoy en día. Si bien se ha confirmado en estos últimos diez años, una tendencia cada vez más restrictiva y estancada dentro de la producción mayor (Hollywood y similares), no se puede negar que contados talentos han sabido destacar cargados de todas las sombras creativas de antaño, pero también con la conciencia de su tiempo. Como en ninguna otra época es el cine de autor el que se conserva en la vanguardia. Tanto el que habita en la industria (Eastwood, Tarantino), como el que se desarrolla en los márgenes, estilísticos o geográficos. Eso no quiere decir que, con todo lo repetitivo que puede ser, el mainstream no nos haya ofrecido buenos momentos, pero no es en mayoría el que integra mi lista de diez:
1. Con ánimo de amar (In the Mood for Love): El recorrido errático de los personajes de Wong Kar-wai, cambió en esta película en la que el caos de referencias visuales y sonoras de su cine se somete a una narración deliberadamente reiterativa, pero emocionante como pocas. Sensualidad, languidez. Melodrama nocturno y excepcional, con dos actuaciones brillantes y contenidas de Maggie Cheung y Tony Leung.
2. Million Dollar Baby: En la vejez, Clint Eastwood le ha dado forma a uno de las filmografías más interesantes del cine norteamericano. Una de las mejores muestras de ello es esta aparente revisión de las historias de boxeo. El héroe del conservadurismo asume a una mujer en el deporte de los puños. Y aunque muchos podrían imaginarse la consabida enseñanza a lo Rocky, lo que veremos es la entrañable crónica de esa única oportunidad que sentenciaba F. Scott Fitzgerald.
3. Escondido: Desde Europa, Michael Haneke se encarga de mostrarle al mundo sus tesis desmitificadoras sobre lo que mucho antes se denominó la «encantadora burguesía». El mundo intelectual y autosatisfecho que de pronto es aguijoneado por fantasmas, ocasionales tropiezos con una realidad que dista mucho de ser la que ellos, escondidamente, quisieran. Claro que los tiempos y los medios de comunicación de hoy en día, impiden cada vez más vivir en burbujas.
4. There Will Be Blood: Desde su primera película, Paul T. Anderson ha estado realizando deconstrucciones al género. Esta vez se mete con la epopeya y la historia, visión de una era de fundaciones que aún siendo bigger than life, él se encarga de exacerbar todavía más. La creación de un imperio empresarial, y a la vez de toda una civilización, ha lucido pocas veces tan siniestro y ominoso. Esto último dicho a pesar de todas las aristas con las que se nos presenta Daniel Plainview, el formidable protagonista.
5. Un filme hablado: Manoel de Oliveira no ostenta por nada el título de ser el más longevo cineasta en actividad. Desde hace décadas viene desarrollando un cine sutil y hermético que insiste, y consigue casi siempre, crear vanguardia con elementos y procedimientos que muchos otros descartarían. En este viaje por el mediterráneo, nos traslada hacia una nueva reflexión sobre el principio del mundo, y como no, sobre el cine.
6. Mulholland Dr.: Hay pocos directores como David Lynch, a los que se le puede agradecer su intransigencia. Una de las mejores muestras de surrealismo cinematográfico es esta críptica pieza que parte sobre las frecuentes historias alrededor de la máquina de fantasías instalada en Los Angeles. Detrás de los carteles y las imágenes relucientes en la pantalla, habitan los mil y un monstruos de la realidad. Esos que a su vez nutren el ensueño de la ficción, en perfecta simbiosis.
7. La dama y el duque (L’anglaise et le duc): Otro lúcido creador, Eric Rohmer, inició a sus ochenta años un nuevo ciclo de películas en las que se traslada al pasado histórico de su país al que mira con nostalgia conservadora. Ideas que no entran en contradicción con una audaz puesta en escena que remarca a los personajes y sus conflictos como seres de un universo virtual, distante.
8. Paranoid Park: Algunos de los mejores retratos de los adolescentes post grunge, han venido por cuenta de Gus Van Sant. Mi preferido es este que se ambienta, sin ninguna coincidencia, en los suburbios del noroeste estadounidense. Alex, el skater que anida, como tantos otros, en el parque en cuestión, se convierte en propiciador y víctima de un estado de sonambulismo que es con el que reacciona ante su entorno. ¿Suerte de negación ante el crimen o las responsabilidades de un chico de su edad? ¿Confusión ante los despertares sexuales, o de la conciencia social? De todo ello nos enteramos muy poco. Como en otros casos, la ambigüedad de esta película es su mayor virtud.
9. La ciénaga: Uno de los nombres que mejor han representado el nuevo cine argentino es el de Lucrecia Martel. Su primer película es una original mirada, entre encariñada y escéptica, sobre la vida en la provincia. Entre dos generaciones, que alternan sus inquietudes y cansancio en medio de una monotonía registrada de forma abierta, como sus conclusiones.
10. Kill Bill Vol. 1 y 2: Las menciono juntas, porque estas cuatro horas de película son de los más extraños, exitosos, y brillantes experimentos que hayamos visto en el cine de Hollywood. Tarantino se ha convertido en referencia mayor de ese medio, junto con Eastwood. Pero a diferencia de este último, Quentin apela, sin vergüenza, a apropiarse de las referencias más diversas. Su historia, típica de las cintas de acción de serie B más baratas y estrafalarias, da pie a un mixing que incluye las elipsis godardianas, el desenfado y maestría picaresca de Hawks y Leone, los virtuosismos de De Palma, el arte del anime japonés, la tradición del western, y hasta la romántica mirada a las heroínas de Truffaut. Lo admirable es que tanto eclecticismo luzca con un verdadero sentido e identidad propia.
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