Se termina la primera década de este siglo. Nos está dejando una larga lista de excelentes obras fílmicas, así como una más larga lista de cintas pendiente por ver. Y es que si algo ha caracterizado a este decenio es la facilidad del acceso a películas de distintas nacionalidades, autores y tiempos a través del Internet o el DVD.
La llegada de los formatos digitales al predio audiovisual y su popularización durante estos 10 años han transformado para bien y para mal las formas de producir y ver cine. Así como cada día, los cinefilos pueden ver más cine, y nuevos autores pueden plasmar sus obras gracias a los nuevos formatos; las salas de exhibición se han visto invadidas y copadas por la maquinaria publicitaria y de consumo rápido de la gran industria hollywoodense.
Visto así, las brechas entre los gustos del gran público y las vanguardias parecen más exacerbadas. Los espacios públicos para descubrir un cine diferente parecen guetos cada vez más estrechos; entre festivales y espacios alternativos en seria reducción. En nuestro medio, síntoma de ellos, se ha cambiado el espacio (y la discusión) del cineclub, por el consumo privado de DVD en el Home Theater y la discusión en la red.
Pero regresemos a las películas, de esta década rescataría una mezcla de autores que se mantienen a través del tiempo (Lynch, Eastwood, Tarantino, Van Sant) en medio de la industria norteamericana; otros en Europa (Haneke, por ejemplo), y nuevos autores apareciendo por doquier. En Latinoamerica: Martell y Reygadas, en China: Jian Zhan Ke, el turco Nuri Bilge Ceylan; entre muchos otros. Mi lista podría incluir cintas como: La mujer sin cabeza, There will be blood, Luz silenciosa, Los muertos, Platform, El Mundo, Distante, Mullholand Dr., In the mood for love, Paranoid Park, Río místico, entre varias, muchas, más. Pero la voy a dejar en cinco filmes que me impactaron por diferentes motivos.
De battre mon coeur s’est arrêté de Jacques Audiard. Un matón quiere ser concertista de piano. La vocación contra la supervivencia. El arte contra la vida diaria. Esta cinta se construye sobre la emoción y la contención a cada momento. Es una de esas que te agarra de principio a fin.
Santiago de João Moreira Salles. Documental personalísimo, sobre el mayordomo de infancia del propio director, y una inmejorable reflexión sobre el cine documental. Si alguien sabe donde la puedo ubicar, me avisa. Quiero volver a verla.
Dong (The Hole) de Tsai Ming-liang. Una cinta que me reventó la cabeza. La enajenación de la soledad retratada a través de dos personajes y muchos números musicales en medio de la lluvia de una ciudad abandonada, dos departamentos y un hueco que los conecta. Una película imposible.
En la ciudad de Sylvia de José Luis Guerin. Chico busca chica en una ciudad de encanto. Él no la recuerda bien, así que la ve en cada mujer que observa. La belleza está en cada encuadre, una película como para enamorarse.
A History of Violence de David Cronenberg. La violencia como parte de la naturaleza humana vivido desde una familia que descubre su lado más oscuro al ser amenazada. El mejor Cronenberg en años, releyendo sus temas fuera del mundo fantástico. Y el mejor final por corte que he visto en mucho tiempo, la vida sigue, a pesar (o a razón) de la violencia.
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