Vía el diario La Jornada, llega una mala noticia desde el país azteca, la grave crisis de uno de los espacios cinematográficos más briosos de América Latina, sobre el cual informamos con entusiasmo en una de sus previas ediciones. La propia web del Festival Internacional de Cine Contemporáneo de la Ciudad de México (FICCO), la confirma de la manera más clara y fúnebre, con un comunicado escrito en castellano e inglés sobre un fondo negro, negrísimo, en el que hacen el anuncio «con el más hondo pesar» y piden disculpas, pero anuncian que persistirán y que el festival se realizará próximamente.
La sétima edición del FICCO, que iba a desarrollarse del 24 de febrero al 7 de marzo, había programado ciclos del cine mexicano de los años 60 y 70, en el marco del bicentenario de su Independencia y el centenario de su célebre Revolución; además de la retrospectiva de la cineasta belga Agnès Varda, con su presencia, y la participación especial de la cinematografía de Hungría como país invitado. Por primera vez, el certamen iba a descentralizarse, llegando a varias zonas del territorio mexicano entre marzo y diciembre de este año, además de incrementar las secciones y los premios. Al parecer, los problemas del festival se deben a la deserción de su importante auspiciador, la cadena de cines Cinemex, que ha anunciado más información para este viernes 29.
Desde las postrimerías del 2009, ya eran fuertes las tensiones entre cineastas y exhibidores, algo que nos suena familiar en el Perú. En diciembre, la directora del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE), Marina Stavenhagen, protestó por la dificultad de las cintas locales para encontrar un lugar en la cartelera comercial, a la que en teoría pueden acceder por dos semanas por un «pacto de caballeros» con los dueños de los cines, pero que en realidad últimamente no suelen pasar de cinco días, ante el embate de las producciones de Hollywood. La funcionaria llegó a demandar una nueva regulación legal. «Así como los estímulos fiscales están [por escrito, legalmente] y los fondos de apoyo al cine [Foprocine y Fidecine], así también esta regulación del mercado es necesaria, no sólo para apoyar la producción, sino en términos de salida al mercado», comentó en esa ocasión.
Además, el realizador Salvador Aguirre se queja hoy mismo del lanzamiento desfavorable de su filme Amor en fin, protagonizado por Daniel Giménez Cacho, y pide a la comunidad del cine de su país que exprese su indignación. «La estrenaron en un circuito fatal (…), porque no hubo ni una sola sala en la zona del centro de la ciudad; la confinaron a la periferia (…), pero para el tema de la cinta era básico que estuviera en salas donde el cine mexicano cuenta con buena clientela. A pesar de estas irregularidades, en los primeros dos días habían asistido 5 mil personas a verla», expresó el director.
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