Un amigo sociólogo, Manuel Benza Pflücker, alega un sesgo de la crítica cinematográfica por no advertir la “ácida crítica cultural a la huachafería peruana” por parte de Claudia Llosa en La Teta Asustada. Apunta que “(los críticos de cine) no captan la mirada antihuachafa de la película porque también están atrapados por esta”. Para el amigo Benza, ¿interpretarla diferente a él es ser alienado? ¿Es La Teta Asustada como la define o todo lo contrario? ¿Una película sólo se presta a uno, dos o tres lecturas rígidas? Primero, pensemos en la universalidad del arte y la pluralidad de los lectores, algunos con mayor bagaje que otros, lo que no hace de sus sentencias más válidas que otras quizás “menos ilustradas”. Ver a la premiada película de Llosa desde un aspecto sociológico como matriz de sus valores es autosesgarse y eso es quizás lo que excusa que esta conclusión “de la crítica a la huachafería” sea tan poco honda.
El amigo Benza supone, además, que esa crítica a la imitación de lo europeo y miamense fue aplaudido por los alemanes a tal grado de otorgarle su preciado Oso de Oro, como si los capitalinos alemanes dieran el veredicto y no existiera un jurado elector: en esa ocasión, una Tilda Swinton cautivada por el drama femenil y el aire indie y retador del filme.
Esta apreciación refresca un poco el debate, pues las denuncias de ilegitimidad de lo real hechas a la película vienen de un sector chauvinista que reduce la polémica a la ideología racial de Llosa y su “mirada foránea” licenciosa del Ande. Otros pocos sólo hablan de lo mal que quedamos al mundo por tener mujeres que se introducen papas en la vagina. La moralina y la diplomacia heridas en lo más hondo de sus conservadurismos.
Por otro lado, en un post que me precede, Juan José Beteta refiere a la simpatía con que se percibe la mixtura de culturas recreadas (la urbana, con la andina y con la foránea) como un tema universal de interculturalidad (burda o no) propio de la globalización de nuestra era, que ilustra e informa a extraños, quienes cautivados lo embalan a su bagaje. Esta escenografía es parte de la representatividad del contexto donde se desplaza Fausta, es una fidelidad a lo real que muchos demandan y los pocos que lo advierten lo sentencian de caricatura racista. Las celebraciones matrimoniales son las secuencias más polemizadas, calificadas como “burla al cholo” por las voces adversarias.
Pero, ¿Llosa hace burlarse al lumpen de ellos mismos? ¿Acaso no se percibe en el despliegue de colorinche y rimbombancia en los eventos representados en la aridez de Manchay alegoría a una cultura mixta? ¿No burla sino goce de su imitación exagerada? ¿Acaso no es lo contrario y es una burla a esa clase elitista en el filme satirizado por los cholos que se divierten con aquellas costumbres ajenas? O vemos solemnidad en las celebraciones de las bodas, como si los toldos pasteleados, valses straussianos o escaleras recargadas de adornos fueran el acercamiento a una cultura que admiran. Es más, toda la celebración “huachafa” se funde con el desfile de obsequios, las yunzas y el despelote de la fiesta en su apogeo, es una interculturalidad festiva, contrastante con el dilema de Fausta, cuyos pesares viven en el contexto pero se justifican y resuelven fuera.
El peruanismo huachafería –aunque propio de todas las culturas- es “la adopción burda de manifestaciones o expresiones culturales ajenas” (dixit Benza Pflücker), faltó agregar con solemnidad y certeza de mejoría de apropiarlas. Esa sustancial pequeñez complejiza la apreciación y exonera a La Teta Asustada de aludir este fenómeno sociológico.
Saludaremos que haya otros aspectos a conversar sobre esta película que de nuevo está en la palestra. Aquí el diálogo de cine es lo que motiva nuestras letras.
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