Esta es la crítica de la película, pueden escucharla a continuación:
«Este documental toma como pretexto las famosas naranjas Jaffa para contar toda la historia de Palestina e Israel, porque hay que hablar ya de dos países. La película se centra en mostrar cómo el cultivo de estas naranjas era parte del patrimonio de los palestinos, y no solo de ellos, sino de los cristianos y de los judíos. Después de mostrar abundantes testimonios de que las naranjas existieron y que esta tierra fue muy cultivada por esta sociedad multicultural, viene la intervención del sionismo y del orientalismo, que es la visión occidentalizada de todo lo oriental. En base a esto se creó toda una mitología según la cual antes de su llegada a Israel esos eran territorios áridos sin progreso, sin cultura, y sobre todo deshabitados, yermos, vacíos.
El documental abunda en imágenes del pasado, pero no de manera gratuita, son para contrarrestar esa idea sionista que los judíos fueron expulsados y estaban regresando, cuando en realidad simplemente se marcharon a Europa. Luego del Holocausto regresaron, pero con una idea de «expulsión» y de creación de un estado religioso. Ese es el punto más radical, más fuerte de todo el documental, pues muestra algo que fue profusamente ocultado con una campaña fabulosa por todo Occidente, tratando de mostrar que estas famosas naranjas Jaffa eran realmente israelíes.»
[audio:https://www.cinencuentro.com/files/bafici2010/bafici2010jaffa.mp3|titles=BAFICI 2010: Jaffa, la mecánica de la naranja (2009)|artists=Crítica de Juan José Beteta]Sinopsis: No es que Eyal Sivan se haya convertido en un tardío pintor impresionista obsesionado con las naranjas sino que sus naranjas son las de Jaffa, y devienen uno de los puntos de partida más extraordinarios para hablar de la relación entre israelíes y palestinos. Sivan demuestra una vez más su maestría ya no para trabajar con los materiales del pasado –como en las notables The Specialist y Pour l´amour du peuple–, sino para discutirlo, yendo y viniendo desde la fundación del estado de Israel hasta hoy, a través de planos discursivos y estéticos múltiples y de la más amplia e insólita gama de símbolos mitológicos y tecnológicos hermanados. Así, es difícil medir el alcance artístico y político de Jaffa, the Orange’s Clockwork porque funciona en distintos niveles, ya como una genealogía de la imagen y la representación –a través de pinturas, home movies, propagandas, testimonios– o ya como una crónica de la contemporaneidad. Más que una película, una experiencia insoslayable.
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