Sembrando Cine en Día del Ambiente: The End, Waterlife


El objeto de la codicia y la desesperación en The End

El sábado 5, en el Día Internacional del Medio Ambiente, asistí al Museo de Arte Contemporáneo de Barranco para apreciar la penúltima jornada del II Festival de Cine del Medio Ambiente «Sembrando Cine 2010», organizado por la Asociación Nómadas. Ese día se proyectaron, al aire libre y en una pantalla inflable, un corto de ficción, The End, de Eduardo Chapero–Jackson, y un largo documental, Waterlife de Kevin McMahon, que alertan sobre la amenaza que se cierne contra los recursos naturales del mundo y en especial el hídrico, producto de los excesos industriales y el estilo de vida de la humanidad entera que daña progresiva e inexorablemente la salud planetaria. También se exhibieron un avance de No estamos solos, breve animación de Roberto Barba cuyo guión ganó en la versión 2009 de Sembrando Cine, y el ya clásico corto El beso de Miguel Piedra, un ejemplo de gracia y concisión narrativa de menos de minuto y medio que, como se comentó en la proyección, suele formar parte de las presentaciones de Nómadas.

The End (España, 2008) plantea una anécdota sencilla. Se ubica en un futuro apocalíptico de sequía, devastación de reservas naturales –convertidas en émulas de la Estatua de la Libertad que Charlton Heston halló semienterrada en El planeta de los simios–, y una escasez tan grave del agua potable que provoca la violencia indiscriminada. El relato maneja muy bien el suspenso en sus 26 minutos, suelta datos sin mayor diálogo y con excelente diseño sonoro: monedas para el caño, camión de la Reserva Federal de Agua de los Estados Unidos con escolta policial, acciones subversivas, paisaje desértico y la ex Reserva Natural. Atmósfera aciaga sostenida con austeridad y precisión, que desemboca en una locación ya abiertamente westerniana, fantasmal y despoblada, donde dos pequeñas familias, una local –que seguramente antes despachó a muchas– y otra foránea, de clase media y peligrosa deshidratación, se enfrentan por su supervivencia, el acceso a un solitario tanque de agua. Aun con pequeñas imperfecciones rítmicas en el asalto sedicioso y el tiroteo final, Eduardo Chapero–Jackson logra un buen trabajo, que aprovecha dramáticamente un contexto de deterioro generalizado que, si no se hacen correcciones, algún día podría ocurrir.

Waterlife (Canadá, 2009) es un acercamiento minucioso a la situación de los Grandes Lagos, las cinco porciones de agua ubicadas en la frontera de Estados Unidos y Canadá que representan el 20% del agua dulce en la Tierra. Kevin McMahon apuesta por un relato de tono especializado, que durante 109 minutos muestra la inmensa contaminación a la que están expuestos y los esfuerzos de los especialistas por controlarla hasta donde sea posible. No faltan revisiones históricas, el ingreso a las instalaciones de las plantas de tratamiento, entrevistas a expertos y pobladores, comparaciones de los niveles acuosos en el transcurso del tiempo, análisis de los hábitos de vida, contradicciones entre el discurso médico y la realidad de lo que ingerimos y respiramos. Todo cubierto de un look impecable que capta la belleza de lo que está precisamente en peligro de extinción, y que no escatima la sumersión ni el zoom ni el registro muy cercano de la pesca. A pesar de algunos excesos en las explicaciones técnicas, es un filme imprescindible para entender el riesgo de perder fuentes de agua fundamentales y no tener cómo afrontar una intoxicación a nivel mundial por los altísimos índices de polución. Es una advertencia para evitar el escenario pesimista de Chapero–Jackson.

Vean el tráiler de Waterlife y The End completo:

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