Nuestra colaboradora en España, Blanca Vázquez, nos trae una buena nueva. Se trata de la publicación del libro «Ellos y ellas». Relaciones de amor, lujuria y odio entre directores y estrellas en el que ella participa, junta a una veintena de escritores.
Así lo presenta Blanca: «Cuando recordaba su relación con Oscar Welles, Rita Hayworth reconocía que ‘a menudo nuestras discusiones amorosas comenzaban al amanecer, él me golpeaba con la almohada y yo le lanzaba cualquier cosa que tuviera a mano’. Luego Welles le pidió a ella que se tiñera de rubio y que se cortase la larga melena pelirroja. Mientras unos destruían mitos, otros los creaban. Un cineasta como Roger Vadim dio forma a diosas como Brigitte Bardot o Jane Fonda, que lo eclipsaron. John Schlesinger cinceló con Julie Christie una imagen sofisticada de la mujer. Michelangelo Antonioni lo había hecho antes con Monica Vitti. Esa sofisticación ya emanaba de algunos personajes femeninos en las películas de Alfred Hitchcock, la mayoría distinguidas rubias con clase como Grace Kelly, Tippi Hendren o Kim Novak. Ellas, unas y otras, fueron la imagen visible de una paulatina ruptura con las tradicionales convenciones sociales, algo que se desarrolló en paralelo con la revolución sexual».
El texto «Billy Wilder & Marilyn Monroe» de Blanca comienza así:
Los cineastas las prefieren rubias
¿Recuerdan la caja de bombones de Forrest Gump? A buen seguro que nadie es ajeno, ni el menos cinéfilo, a la famosa escena que repetía cansino el bueno de Forrest/Tom Hanks. Pues bien, con el realizador, productor y guionista de origen austriaco, Billy Wilder (1906-2002), quintaesencia del celuloide, no ocurre como con los bombones de Forrest, bien al contrario uno sabe muy bien lo que se va a encontrar cuando elige uno de sus films: calidad, diálogos sustanciosos, focalización en el detalle, divertimento, emoción, mito y sueño, cinismo, denuncia, glamour, un casting celestial, valor añadido, humor de índole cáustico jugueteando a sortear la censura y las asociaciones de la decencia, en definitiva amor al trabajo y oficio, mucho oficio….Pero si hay alguien que irradiaba una rutilante luz de estrella junto a Billy, esa fue la rubia de las rubias, la Marianne de la historia glamorosa del cine, Norma Jeane Baker, más conocida por Marilyn Monroe. Todo artista acaba encontrando su gran musa, esa que le hace dar en la diana de la efectividad creativa, redondear sus películas, fabricar los grandes logros de una carrera. Y así ocurrió con las dos ocasiones en las que trabajaron juntos Billy & Marilyn, convirtiendo esas dos ocasiones en dobles o nada.
Pero hagamos flashback.
Corre 1934. Samuel, que optó por rebautizarse como Billy, malvive en la Norteamérica que le había acogido al llegar desde París con veintiocho años. Duerme poco. Aún retumban en sus oídos los ecos de las botas nazis golpeando en las calles, la angustia en la mirada de su familia desaparecida, el frío de su Austria natal, el frío del desprecio por su origen, la mirada desconfiada de sus convecinos. Los ronquidos de su hambriento compañero de habitación, Peter (Lorre), aspirante a actor, también huido del terror de Hitler.
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